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Las inundaciones en Brasil dejan un rastro de devastación: “Años de trabajo perdidos en pocas horas”

Más de 75 personas han muerto y un centenar están desaparecidas por el temporal de lluvias que ha causado uno de los mayores desastres climáticos en Río Grande do Sul

Dos hombres, tras ser rescatados por socorristas en el sur de Brasil.Foto: Isaac Fontana (EFE) | Vídeo: Reuters

El brasileño Daniel Alves, 47, sintió el augurio de la desgracia cuando el agua turbia le llegó a la rodilla. Al subir el nivel del río Jacuí, su edificio y todo su barrio en la ciudad de Canoas, en Rio Grande do Sul, quedaron sumergidos bajo varios metros de agua. Él y su familia de tres personas estuvieron aislados durante 24 horas, desesperados y a la merced del clima, hasta que los rescatistas pudieron alcanzarlos este sábado. Muchos de sus vecinos, así como él, lo han perdido todo en esta última semana a causa de las graves inundaciones causadas por un temporal de lluvias intensas que desató una de las mayores catástrofes climáticas de la historia reciente de Brasil. “Lo que está pasando es devastador. Creímos que la lluvia pararía, pero eso no pasó”, dice Alves al teléfono. “Esto no tiene explicación”.

En Rio Grande do Sul, el estado más meridional de Brasil, que tiene 11 millones de habitantes, más de la mitad de los municipios han resultado afectados por estas inundaciones sin precedentes. Hasta el momento, las autoridades han contabilizado 75 personas muertas, 103 desaparecidas y 155 heridas. Unas 700.000 personas han resultado afectadas, 80.000 personas han sido desalojadas, más de 4.000 inmuebles están sin electricidad y 800.000, sin agua, según el gobierno del estado. Los órganos de Defensa Civil de la capital estatal, Porto Alegre, y de Rio Grande do Sul informaron de que al menos 18.000 personas han sido trasladadas a refugios.

“Es el peor desastre registrado en la historia de Rio Grande do Sul. Quizá uno de los mayores desastres que ha registrado el país en su historia reciente”, dijo este sábado el gobernador, Eduardo Leite, en una comitiva de prensa. Ha sido decretado estado de calamidad pública en la región. Leite teme que muchos servicios colapsen en las ciudades más pobladas en los próximos días.

Los gobiernos federal, estatal y municipal han movilizado una gran parte del funcionariado público para realizar operaciones de rescate y acogimiento; centenas de bomberos, policías y voluntarios civiles trabajan en las búsquedas y rescates. Desde Brasília, fueron enviados 100 miembros de la Fuerza Nacional a Rio Grande do Sul en la tarde del viernes, 3, y el presidente Luiz Inácio Lula da Silva — que sobrevoló este domingo la región acompañado de los presidentes de la Cámara de Diputados, Arthur Lira, y del Senado, Rodrigo Pacheco — prometió el envío de cientos de millones de reales para los esfuerzos conjuntos. “Es hora de ayudar a Rio Grande do Sul”, dijo Lula este domingo. Es la segunda visita presidencial en esta crisis.

Puentes destruidos y carreteras bloqueadas dificultan el reparto de la ayuda en parte de las regiones afectadas. Muchas ciudades perdieron gran parte de sus accesos terrestres, y otras, como Muçum e Sinimbu, quedaron aisladas.

En el sur de Brasil, inundaciones severas como esta eran poco comunes en las últimas décadas. Pero en el último año, el número de eventos climáticos extremos se aceleró de forma preocupante. Sólo en los últimos nueve meses, Rio Grande do Sul ha sufrido tres inundaciones significativas: en septiembre de 2023, en enero pasado, y la actual. Santa Tereza, una pequeña ciudad de 1.700 habitantes, ha sido una de las ciudades castigadas por las tres.

Rudi Birck, de 62 años, lo ha perdido todo dos veces. Dueño de una tienda de calzados y una pequeña agencia de seguros en Eldorado do Sul, tuvo sus negocios inundados en el temporal de lluvias de septiembre pasado. Cuando el río Jacuí invadió su casa, él decidió agarrar lo que pudo y huir con su familia, el pasado día 1, para la ciudad de Lajeado. Ahora, no puede regresar a la población en la que vive hace 40 años porque los puentes de Lajeado sucumbieron y el acceso terrestre está bloqueado, pero teme que su casa esté sumergida. “Ni siquiera sé si tengo ahora una casa para vivir”, dice Birck por teléfono. “Estamos sacudidos y emocionalmente devastados. Años de trabajo perdidos en pocas horas, días. Ciudades destruidas, amigos y familiares perdidos. Estamos vivos y podemos empezar de nuevo”.

Birck lamenta que su estado no tomara más medidas de prevención ante la inminencia de la catástrofe. Él cree que muchas vidas podrían haberse salvado si las autoridades hubieran aprendido con los últimos desastres climáticos y hubiesen sido más ágiles. “Ya tuvimos un suceso en septiembre para utilizarlo como ejemplo y preparación, pero no se hizo nada. Lo que vimos aquí fueron muchos héroes anónimos con sus pequeñas embarcaciones, adentrándose en fuertes corrientes arriesgando sus vidas para salvar a desconocidos”.

La solidaridad a la que Birck se refiere se refleja en todo Río Grande do Sul. En la noche del sábado, bajo fuertes lluvias y con el agua a la altura del pecho, decenas de voluntarios se unieron en un gran cordón humano para empujar a las pequeñas embarcaciones que cargaban con las personas rescatadas en el barrio Mathias Velho, de Canoas. Otros, en muchos otros lugares, se ofrecieron en las redes sociales para buscar individualmente a las personas atrapadas en los techos.

En Porto Alegre, a primeras horas de este domingo el río Guaíba, que circunda la entrada de la ciudad, alcanzó una altura histórica de 5,32 metros por encima de su nivel natural; la mayor en más de 80 años. Sus aguas se transbordaron por todo el centro histórico de la ciudad. Hasta el sábado, el ritmo de subida del río era de 8 centímetros por hora. En los barrios cercanos al cauce, la mayoría de las calles se encuentran inundadas, con el agua y la suciedad cubriendo carros y postes de luz.

La Usina del Gasómetro, un emblemático edificio centenario que sirve como tarjeta postal de Porto Alegre, con su chimenea de 117 metros de altura, asentado a orillas del río Guaíba, ahora concentra las taras de los equipos de rescate de las víctimas de las inundaciones en las pequeñas islas y la región metropolitana que componen la ciudad. Los desamparados son trasladados al imponente edificio en lanchas y botes y desembarcan en un puerto improvisado.

En días normales, la extensa ribera del río Guaíba atrae millares de locales que pasean, se ejercitan y se enorgullecen de la bonita puesta del sol que el local les proporciona. Hoy, el desastre, el dolor y el desespero dominan la zona decorada por lodo y tiendas de campaña. Los agentes públicos y los voluntarios les ofrecen ropa seca y comida a los que llegan, para luego transportar hacia los refugios a quienes lo han perdido todo.

Un estudio realizado por el Instituto de Investigaciones Hidráulicas (IPH) de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul indica que el nivel de las aguas altas en la capital regional, de unos cinco metros, se estabilizará durante otros tres días, sin que se reduzca el nivel de la crecida, de tres metros, la próxima semana.

Lo que muchos desean, ahora, es que la lluvia pare y que el agua retroceda.

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