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Shakira despide el tour de ‘Las mujeres ya no lloran’ en Colombia: “No hay nada como tocar en casa”

La artista colombiana celebra los 30 años de ‘Pies descalzos’ junto a la Filarmónica de Mujeres de Bogotá, antes de terminar su gira en Sudamérica

Este sábado, por primera vez, Shakira no interpretó sola su canción La Pared. Frente a 47.000 personas, y en el último show del tour ‘Las mujeres ya no lloran’ en Colombia, se subió al escenario con un ejército de mujeres vestidas de negro y armadas con violines, violonchelos y contrabajos. La Filarmónica de Mujeres de Bogotá arropó a la artista en un espectáculo audiovisual que conmocionó e hizo brincar a toda una ciudad. Así, Shakira honró los 30 años de su disco Pies Descalzos, y 20 del álbum Fijación Oral, dos obras que la coronaron como la artista más reconocida del continente. “No hay nada como tocar en casa”, dijo con agradecimiento.

Con este show, Shakira despide la gira en su país natal, tras 64 conciertos alrededor del mundo. Después de Bogotá, continuará en Ecuador, Perú, Chile, Paraguay, Uruguay y Argentina, donde cerrará un tour que ha vendido hasta ahora más de 2,5 millones de boletas y ha recaudado más de 200 millones de dólares en los primeros 40 encuentros, haciendo honor al nombre de la gira. Solo para esta fecha en Bogotá, según la Alcaldía Mayor, el concierto generó un impacto económico de 17.1 millones de dólares y una ocupación hotelera superior al 90%.

La Filarmónica de Mujeres, creada en 2022, es una apuesta inusual en la lista de colaboraciones de la loba. Durante la gira, Shakira ya había invitado a otros artistas como Maluma, Carlos Vives, Alejandro Sanz, Danna Paola y Wyclef Jean. Pero con la filarmónica —así como con la presencia del Grupo Niche días antes, en la actuación de Cali— la colombiana no solo lanzó un guiño a las ciudades en las que actuaba, sino que hizo eco de una versatilidad que algunos le han reclamado haber perdido. Shakira en esta gira demostró que es reggaeton, cumbia, rancheras, baladas, rock y, ahora también, música clásica.

Alison Barreto, de 24 años, vino al concierto con su mamá, Yolima Pineda, de 42. Su pasión la heredó desde la cuna: “Me arrullaba con Shakira”, cuenta. Desde entonces la cantante ha sido un cordón umbilical entre ambas. La última vez que la vieron en vivo, Alison tenía 12 años y aún lo recuerda. Las entradas en zona VIP son el regalo por graduarse en ingeniería ambiental. “Este es nuestro plan de chicas”, dice la mamá emocionada. Cada una de sus boletas costó cerca 1.200.000 de pesos, de las más caras del evento, que oscilan entre ese precio y 300.000 pesos (entre 70 y 230 euros).

Cuando sonaron las primeras notas de Acróstico, el sencillo sobre el fin de su familia con el futbolista Gerard Piqué, canción que Shakira compuso con sus dos hijos pequeños, los más 47.000 asistentes contuvieron la respiración. Colombia entera siguió de cerca la ruptura de la Loba y Piqué, y compartió el dolor. “Ustedes saben que mi vida no ha sido nada fácil estos últimos años, pero de las caídas nadie se salva”, explicó conmovida. “Nosotras cada vez que nos caemos, nos levantamos más fuertes, más resilientes, más sabias”. Al final, los billetes con su rostro grabado que cayeron del escenario, la millonaria gira y sus palabras, son el recuerdo constante de que su catarsis fue muy rentable.

Este ha sido un año lleno de éxitos para Shakira. Ganó el Grammy al Mejor Álbum Pop Latino (el cuarto, tras siete nominaciones), expandió Isma, su marca de cuidado capilar también a Europa, que suma más de 1.500 tiendas, y amplió su récord como la artista femenina con más canciones número uno en la lista Latin Airplay de Billboard. El fin de las lágrimas también coincide con la venta de la mansión que compartía con su exmarido, a las afueras de Barcelona. Según informó EL PAÍS, pronto será del jovencísimo jugador Lamine Yamal, que la adquirió por unos 11 millones de euros, de acuerdo a estimaciones de otros medios.

Minutos antes de que empezara el concierto, mientras proyectaban el videoclip de Pies Descalzos, a Manuela Pulido, de 29 años, se le llenaban los ojos de lágrimas. Shakira para ella representa la conexión con su hermana, ocho años mayor. “Cuando era niña, nos odiábamos, pero cantábamos Shakira juntas”, dice la cantautora bajo la clásica peluca morada que usa la artista en el video de Las de la intuición. “Siento que Shakira es una artista de la que te sabes todas las canciones si eres colombiano. Nos entró por ósmosis”, añade.

Pulido habla en nombre de toda una generación de adolescentes de los 90 que maduró con las letras de Las de la Intuición, lloró con La Pared, se quedó afónica con Dónde Están los Ladrones y se cuestionó sobre la vida misma con El Octavo Día. Shakira le puso banda sonora a todo el pueblo colombiano, puso a los norteamericanos a aprender español con Whenever, wherever, y a bailar a las gradas del mundo con Waka waka y Hips don’t lie.

Este último single no podía faltar en un show como el de esta noche. Este hit está además cumpliendo 20 años y fue recientemente reinterpretado junto a Ed Sheeran y Beéle. En el clásico tema —originalmente cantado con Wyclef Jean y uno de los sencillos del Mundial de fútbol de 2006— la artista combina ritmos de su ciudad natal y las inconfundibles notas de este himno global.

“Beéle es de mi pueblo, y parte de la nueva generación, y siendo esta canción la que puso a Barranquilla en el mapa en Estados Unidos, pensé que sería hermoso incorporar a otro artista de allá”, expresó en un evento del lanzamiento de Spotify. “Es hermoso ver cómo estas canciones siguen viviendo en nuevas generaciones”, reflexionó entonces la cantante. Entre Pies Descalzos y Fijación Oral, sus canciones acumulan más de 6.100 millones de reproducciones globales.

Para miles de fans este es un concierto agridulce. Antes de ‘Las mujeres ya no lloran’, la esperaron siete años a que se volviera a subir a los escenarios y no quieren imaginar que pasará tanto tiempo para volver a quedarse afónicos. Es tan grande el amor por ella, explican, que la esperarán. Ellos, al igual que la Loba, tampoco lloran. Este concierto es el fin de una tusa colectiva.

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