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El alto riesgo de 2024 en tres desafíos económicos: el frenazo de la inversión, la emergencia climática y el nivel de consumo

Colombia afronta un año con bajas perspectivas de crecimiento y condicionado por un proceso de desaceleración en el horizonte

Un trabajador corta caña de azúcar durante una cosecha en Obando, Departamento del Valle del Cauca, Colombia.
Un trabajador corta caña de azúcar durante una cosecha en Obando, Departamento del Valle del Cauca, Colombia.Jair F. Coll (Bloomberg)
Camilo Sánchez

A medida que las llamas devoran miles de hectáreas forestales en Colombia, los analistas añaden los desastres en ciernes por la emergencia climática a su lista de desafíos económicos. El denominado fenómeno de El Niño, con sus sequías y altas temperaturas, tendrá un impacto aún incalculable sobre la producción de los sectores agropecuario y de energía en 2024. Una realidad que no llega en buen momento para dos renglones con peso considerable en el cuello de botella inflacionario que Colombia ha atravesado en el último año y medio.

El aumento gradual en el precio del galón de gasolina corriente (que ha subido 9,065 pesos), y la crisis financiera de las energéticas con sus facturas de la luz estratosféricas en algunas zonas del país, se han ido comiendo el poder adquisitivo de millones de colombianos. Juan Camilo Pardo, analista de la acreditada financiera Corficolombiana, trae a colación los efectos sufridos por el agro en diciembre de 2022. Por entonces, la inflación de alimentos alcanzó un registro récord del 28% y el sector tuvo una caída de su producto de casi el 2%, la más aguda en una década: “El Niño es un factor que genera muchos interrogantes. Y la National Oceanic and Atmospheric Administration, encargada de pronosticar el clima a nivel internacional, ya ha estimado que para el segundo semestre existe alta posibilidad de que vuelva el fenómeno de La Niña”.

Se trata de otro cisne negro en el horizonte con características opuestas a las actuales: mucha lluvia y fuertes vientos. Por eso se seguirá concentrando la atención en el ejercicio de funambulismo del Banco de la República y su política monetaria para atemperar la inflación (9,28%) ajustando las tuercas a las tasas de interés (13%). “Hay que ser muy cuidadosos”, subraya el excodirector del banco central Adolfo Meisel, “el Banco de la República no puede acelerarse a bajar las tasas de intervención porque aún estamos viendo algunos rubros con una gran incertidumbre basada en el precio de algunos de los regulados y también en la energía”.

Del desarrollo de estos tres factores ―emergencia climática, inflación y tasas de interés― se desprenderán, quizás, los movimientos más importantes en 2024. Sergio Olarte, economista jefe de ScotiaBank Colpatria, desgrana un cuarto elemento: “El comportamiento de la inversión en la economía, que fue uno de los ítems del PIB que más cayeron el año pasado. Debido a la incertidumbre política y económica y las altas tasas de interés. Ese será un punto muy relevante para un crecimiento más alto y sostenible este año y los venideros”.

Un asunto que depende en parte de la capacidad de ejecución del gasto público del Gobierno de Gustavo Petro. También uno de los quebraderos de cabeza de esta Administración: “Será muy importante estar atentos a cómo avanza tanto la inversión pública como la privada. En la medida en que bajen las tasas de interés y la inflación, eso va a permitir el cierre financiero de algunos macroproyectos de infraestructura que en este momento no lo tienen. Creo que es un punto con perspectivas positivas para la inversión privada”, argumenta Meisel.

Por el lado de la pública, sin embargo, el economista e historiador llama la atención sobre algunos inconvenientes: “Hay una coyuntura del ciclo electoral en Colombia, y es que este año se inauguran los nuevos gobiernos locales, tanto Gobernaciones como Alcaldías, y, por lo tanto, hay un riesgo de que la ejecución en inversión que realicen esos Gobiernos sea más baja de lo usual, porque típicamente en el primer año los nuevos gobiernos locales tienden a tener una inversión más baja. En esa medida hay que hacerle un seguimiento temprano para que se haga el esfuerzo de no retrasarla”.

Este es un tema que inquieta a Juan Camilo Pardo, de Corficolombiana y le da pie para agregar algunos datos de contexto: “Antes de la pandemia, la inversión como porcentaje del PIB representaba aproximadamente un 25%. Hoy en día está cercana al 17%. Es decir, esa semilla que se planta para lograr satisfacer el crecimiento potencial de la economía colombiana a mediano y largo plazo, está en problemas y se puede convertir en un círculo vicioso en la evaluación de las calificadoras de riesgo y la llegada de inversionistas extranjeros”.

El Gobierno tiene en la emergencia climática, opina Sergio Olarte, una oportunidad para priorizar sectores y canalizar de forma efectiva ayudas e inversión: “Necesitamos plata para atender las emergencias, impulsar de nuevo la economía y la infraestructura y para eso necesitamos generar confianza de los acreedores internacionales en un año de elecciones en países como Estados Unidos”.

Felipe Campos, gerente de inversión y estrategia de Alianza Valores, llama la atención sobre el ligero deterioro en la tasa de desempleo (9%), que, a pesar de que se encuentra en descenso, en su lectura mes a mes ha mostrado algunos sobresaltos: “El Gobierno debe generar confianza y políticas contra cíclicas para aminorar la desaceleración económica y que su efecto sobre el desempleo sea lo más moderado posible”. Y es que a pesar de que el PIB del tercer trimestre del año pasado envió una alerta de posible recesión con una caída del 0,3%, el último dato del Indicador de Seguimiento a la Economía (ISE) arrojó un crecimiento positivo del 1,7% y evaporó parcialmente los presagios más oscuros.

Finalmente, Campos y Pardo coinciden en las limitaciones que supone la situación fiscal del Estado para implementar con agilidad políticas anticíclicas de choque como antídoto contra la crisis. Pardo se pregunta de dónde se van a sacar los recursos adicionales en un contexto en que el Estado lleva décadas gastando más de lo que recauda. Campos afirma que algunas proyecciones oficiales en tema de impuestos y de eficiencia de la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales resultan bastante optimistas: “Será un gran reto económico mantener las proyecciones sin que haya un deterioro en el déficit fiscal. Y la gran pregunta es si se necesitará una nueva reforma tributaria”, cierra el gerente de Alianza Fiduciaria.

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Sobre la firma

Camilo Sánchez
Es periodista especializado en economía en la oficina de EL PAÍS en Bogotá.

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