Ruiz Massieu: “La inseguridad no se va a resolver hasta que haya una presencia integral del Estado en los territorios”
El jefe de la Misión de Verificación de las Naciones Unidas en Colombia analiza el proceso de implementación del acuerdo de paz con las FARC al cumplirse siete años de la firma y se muestra optimista respecto a la negociación con el ELN
El trabajo de Carlos Ruiz Massieu, jefe de la Misión de Verificación de las Naciones Unidas en Colombia, se ha multiplicado ahora que se cumplen siete años del acuerdo de paz con las FARC. Su labor ya no es solo la de ser garante del cumplimiento de este proceso, sino que él y su equipo deben multiplicarse con la misma rapidez que el Gobierno de Gustavo Petro explora nuevas oportunidades de diálogo con los distintos grupos criminales del país. El representante de Naciones Unidas en Colombia (Acapulco, 52 años) ve con optimismo la negociación con la guerrilla del ELN y, aunque con más cautela sobre los resultados, apoya el resto de iniciativas que buscan la paz.
Ruiz Massieu, que este lunes inició un viaje por Europa con motivo del séptimo aniversario de la firma de los acuerdos de La Habana, encuentra más motivos para celebrar que para lamentar desde 2016, sobre todo por el más del 90% de los 13.000 firmantes que aún siguen comprometidos con la paz. En el capítulo del debe, sin embargo, destaca los retrasos en áreas clave, como la reforma rural, y el asesinato de más de 400 excombatientes a los que, recuerda, el Estado se comprometió a proteger.
Pregunta. ¿Es optimista respecto al proceso con el ELN?
Respuesta. Se ha avanzado probablemente más que en cualquier otro momento de negociación con esa guerrilla. Ha atravesado algunos puntos críticos en las últimas semanas, pero eso no es novedoso ni para los procesos con el ELN ni para los procesos de paz en el mundo. La voluntad de paz que hemos respirado tanto del Gobierno como de la delegación de paz del ELN nos ha quedado muy clara. Eso nos da razones para ser optimistas y realistas. Habrá que ver todo lo que se puede avanzar durante este Gobierno, nosotros aspiraríamos a que se pudiera llegar a un acuerdo, pero lo importante es que se siga avanzando.
P. ¿Cómo vivió el secuestro y liberación de Mane Díaz?
R. El secuestro ha lastimado a la sociedad colombiana históricamente. Para Naciones Unidas todo secuestro es una conducta criminal, violatoria del DIH (Derecho Internacional Humanitario) y debería erradicarse. El de Mane Díaz fue un momento complejo, pero una vez se supo que tenía conexión con algún frente del ELN, tanto la delegación de la guerrilla como el Gobierno se pusieron a trabajar en la liberación. Fue muy satisfactorio contribuir a la solución de una situación que generaba zozobra, dolor, violencia y sufrimiento no solo a su familia, sino a la sociedad colombiana.
P. ¿Qué fue lo primero que le dijo?
R. Palabras de agradecimiento por el papel que jugamos en su liberación. Es una persona admirable. A los pocos días hizo unas declaraciones muy generosas, un mensaje de paz, de reconciliación y un llamado al país a seguir avanzando en la senda de la paz. Fue muy impactante y muy positivo para los esfuerzos que se están realizando en el país en contextos muy complejos.
P. ¿Fue una violación del cese al fuego del ELN?
R. El cese al fuego en sí mismo, como se estableció inicialmente, se basó fundamentalmente en las acciones ofensivas entre las partes. Aunque hay una mención al DIH, estaba claro que las interpretaciones sobre el secuestro eran diferentes y nosotros alertamos a las partes de eso. Lo más importante en estos acuerdos es que estén muy especificadas las actividades cubiertas por el cese. Confiamos en que ahora que se avecina un nuevo ciclo puedan hacer todas las mejoras que sean necesarias para que el cese continúe y se amplíe en un futuro sin dar lugar a diferentes interpretaciones, lo que dificulta también el monitoreo y la verificación.
P. ¿Por qué es tan difícil avanzar con la guerrilla?
R. Todos los procesos y las discusiones que buscan acuerdos de paz son difíciles, de ahí la importancia histórica del acuerdo que se alcanzó en el 2016. El hecho de fracasar en múltiples ocasiones no significa que se vaya a fracasar siempre. Llegar a acuerdos entre un Estado y un grupo rebelde nunca ha sido sencillo, no es un tema exclusivo del ELN.
P. ¿Le parece adecuado que se haga referencia a las disidencias como FARC? ¿Debilita eso el acuerdo de La Habana?
R. Es cierto que las FARC, como tal, ya no existen. Podría haber la percepción de que al reconocerle algún mote relacionado con las FARC se perdiera el alcance histórico que tuvo el acuerdo de 2016, pero no me parece que sea lo más relevante. Lo más importante es que hay una exploración y una conclusión de que hay una voluntad de diálogo que puede traducirse en acuerdos específicos como un cese [al fuego] o una mesa de negociaciones con ese grupo.
P. El aumento de la violencia hace que hoy se hable más de las FARC que en los últimos años.
R. Las antiguas FARC firmaron un acuerdo histórico y hay en un proceso de paz que continúa. No es fácil llegar a un séptimo año en la implementación, menos de la mitad de los procesos de paz llegan a un quinto año. Lo que es indudable es que el Gobierno actual recibe un país con unas dinámicas de conflicto muy distintas en los territorios. Una de ellas es esa agrupación que no fue parte del acuerdo de paz de 2016, pero que tenía muy pocos efectivos y que en esta época, precisamente en gran medida por la falta de implementación del acuerdo y por la falta del aumento de una presencia integral del Estado en los territorios, se ha ido fortaleciendo. En cierta medida, lo que hoy se conoce como el autodenominado Estado Mayor Central (EMC) es producto de la no implementación integral del acuerdo. Al Gobierno le toca ahora seguir la implementación retrasada y, al mismo tiempo, lidiar con grupos en territorios que antes estaban controlados o influenciados por las antiguas FARC y a donde el Estado no llegó.
P. ¿Peca de ambicioso el plan del Gobierno de la paz total?
R. Compartimos el diagnóstico en cuanto a la atomización o fragmentación de diferentes grupos. En los procesos con un grupo, el principal candidato para echarlo a perder es el otro con el que no hay ningún tipo de diálogo, entonces se llega a la conclusión de que lo mejor es tener varías vías abiertas. Todo esto tiene un sentido conceptual correcto, pero es cierto que es una empresa muy ambiciosa. Esperamos que el Gobierno ya tenga horizontes claros de cuáles son los resultados que se pueden obtener con unos y otros en los años de gestión que quedan por delante para, en algunos casos, dejar avances que otros gobiernos puedan continuar. Pensar que se puede obtener un resultado completo de cada uno de los procesos durante este Gobierno sí es un poco ambicioso.
P. ¿Percibe pesimismo entre los colombianos?
R. En cuanto a los temas de paz no percibo pesimismo, creo que hay conciencia de las dificultades y de la complejidad de los diálogos con los diferentes grupos.
P. ¿Lo percibe en otros temas?
R. El accionar de un Gobierno que tiene ideas novedosas y trata de implementarlas enfrenta siempre dificultades naturales y a veces genera algún espacio entre la expectativa del resultado prometido en campaña y el resultado en la práctica, pero creo que es parte de lo normal de las democracias.
P. ¿Ha aumentado la violencia?
R. Tenemos datos muy claros de la reducción de enfrentamientos entre la fuerza pública y los grupos armados. Luego, dependiendo la región, tenemos también diferentes datos en materia de seguridad. En algunos lugares, o en términos absolutos, hay ciertas actividades o ciertas conductas de bandas o de grupos que han aumentado, por ejemplo, en materia de secuestro o de extorsión, pero no en las áreas de mayores asentamientos del ELN y del EMC. Entonces, hay dinámicas que todavía hacen difícil explicar las variables que pueden estar causando los aumentos de inseguridad. Otro elemento es que los ceses al fuego, sobre todo los que son de este tipo, en medio de una negociación, son siempre limitados en su alcance. Los diálogos de paz y los ceses al fuego no sustituyen, sino que deben de ser complementados con política de seguridad y de protección a la ciudadanía. La política de seguridad debe aplicarse sí o sí y los diálogos de iniciativas de paz deben de seguir su curso y ojalá lleguen a un buen resultado. Pero nada de eso va a ser sostenido a través del tiempo si no hay una estrategia clara de incremento de presencia estatal en todos los territorios.
P. ¿De qué está más orgulloso por la implementación?
R. Colombia es y sigue siendo una fuente de inspiración para el mundo, sigue siendo una fuente de inspiración para Naciones Unidas. Hay que celebrarlo y reconocerlo sin menospreciar todo lo que queda por delante.
P. ¿Y qué es lo que más le duele?
R. El tema de la seguridad. Hay una apuesta por la paz en la cual el exguerrillero deja el fusil y deposita toda su confianza en el Estado para que lo proteja. Cada muerte de un firmante es un golpe muy duro para el proceso, esa creo que es la gran deuda que se tiene con ellos. En las comunidades también se experimentó un aumento de la seguridad y una reducción de la violencia en 2016 y el año siguiente. Luego, la poca presencia estatal, por más que hayan hecho esfuerzos, ha sido ciertamente insuficiente. La situación no se va a resolver hasta que haya una presencia realmente integral en los territorios no solo de fuerza pública, sino de las instituciones, los servicios sociales y las oportunidades de desarrollo.
P. ¿Con el Gobierno de Iván Duque se frenó el proceso?
R. Digamos que se priorizaron áreas que eran y son importantes, como la reincorporación, pero la implementación no se hizo de manera tan amplia o de la manera concebida, involucrando a las propias comunidades. No se avanzó en los temas más transformadores, de raíz del conflicto, como la reforma rural, la reforma política, el capítulo étnico, las disposiciones de género. Ahora en este Gobierno se han priorizado precisamente estas áreas y nosotros lo celebramos. En la reforma rural se ha avanzado más que en los otros años, aunque todavía se está bastante lejos de la meta, hay más presupuesto para ello. Espero que este Gobierno subsane los retrasos y en los próximos siete u ocho años se acaben de implementar las demás disposiciones del acuerdo.
P. ¿Cumplir el punto primero del acuerdo [entregar tres millones de hectáreas de tierras a campesinos y titular siete millones de hectáreas allí] cambiaría el país?
R. Ese es el potencial que tiene, es una deuda histórica con el campesinado colombiano. El de la tierra es un tema que todavía está pendiente y ciertamente es fundamental para Colombia, para su ruralidad y para cerrar las brechas entre lo rural y lo urbano.
P. ¿Cuántos de los 13.000 firmantes han cumplido sus compromisos?
R. Tenemos a la fecha un porcentaje de más del 90%. Unos 2.500, restando los más de 400 que han sido asesinados desde la firma, no es que necesariamente no están cumpliendo sus compromisos. Hemos notado, particularmente en los centros urbanos, que hay personas en proceso de reincorporación que prefieren no ser identificadas por la estigmatización y otros comportamientos que, lamentablemente, a veces lastiman las posibilidades de reincorporación civil plena de los excompatientes. El hecho de que cerca de 11.000 cumplan a siete años de la firma es un número muy alto y les hacemos mucho reconocimiento, porque el hecho de que hayan sido asesinados 400 de sus colegas y los retrasos en el cumplimiento son desincentivos para mantenerse en el proceso.
P. En las zonas denominadas como Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR) hay hoy menos de 3.000 excombatientes. ¿Es un fracaso?
R. No la calificaría así. Los ETCR se hicieron con carácter temporal, aunque algunos rezagos hicieron que duraran más tiempo del necesario. Hay un problema de vivienda, de si las condiciones son las adecuadas y también un tema que se está tratando de resolver poco a poco que es el de las tierras asociadas a los proyectos. Por otro lado, la confianza del Estado, por más que uno lleve unos años negociando y que haya actores imparciales para verificar que esto avance de la manera correcta, es un proyecto en construcción. Los ETCR se hicieron muy alejados de los centros poblados, muy alejados de los mercados, porque había temores y desconfianzas que no se pudieron borrar con los años. Para garantizar un sostenimiento se tendrían que acercar más a las poblaciones, entonces ellos mismos muchas veces han decidido trasladarse. También hay otro problema para que salgan, que es el de la inseguridad. Son diferentes razones, por eso es difícil catalogarlo como un éxito o un fracaso.
P. ¿Cómo ve Colombia en tres años?
R. Con un acuerdo de paz mucho más consolidado, con avances más significativos en temas como el rural, el capítulo étnico, las disposiciones de género, además de la consolidación de lo que ya se ha avanzado. La quiero imaginar con un proceso finalizado con el ELN y con un horizonte claro de lo que sigue para esa guerrilla dentro de la institucionalidad colombiana. Y ojalá avances con otros grupos que permitan que la paz regrese a los territorios donde llegó en el 2016 y no se pudo sostener. Sobre todo, imagino un país con menores brechas entre lo rural y lo urbano y unas comunidades, líderes sociales, defensores y firmantes que puedan vivir en paz.
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