Patti Smith alerta del apocalipsis climático con una nueva exposición en Bogotá
La música y escritora presenta por primera vez a nivel global su nueva exposición sobre la crisis en el medio ambiente, ‘Correspondences’, cuyo acceso en la ciudad de Bogotá será gratis hasta el mes de octubre
“Tú eres el príncipe de la anarquía y ahora la anarquía gobierna”, se escucha en un salón oscuro. La que habla es la voz grave de la poeta y música norteamericana Patti Smith, de 76 años, quien bien podría ser coronada princesa de la anarquía con su iluminado pelo plateado y décadas de rebeldía. Habla en este salón oscuro como si fuera una profeta del fin del mundo —aquel que puede llegar muy rápido si no se detiene el calentamiento global―. El príncipe de la anarquía llora lágrimas congeladas que nunca se derriten, cuenta Smith, “incluso ahora, cuando el viento del ártico se está calentando, y los glaciares se están derritiendo”. Lo dice en una nueva exposición, Correspondences (Correspondencias), que tiene su estreno mundial esta semana en la ciudad de Bogotá y estará disponible hasta el 4 de octubre. El príncipe de la anarquía, sin embargo, va a morir de neumonía, según cuenta Smith en la exposición. “Tú, que amabas el frío, que amabas el hielo”, se lamenta la voz de ella en duelo mientras diversas imágenes en el salón oscuro se proyectan en ocho pantallas: capas de hielo quebrándose, la esquina de un glaciar derritiéndose, o un grupo de lobos blancos aullando hacia el cielo nocturno. Una hermosa exposición con sonido, imagen y poesía para alertar, con tristeza y pánico, del irreversible cambio climático.
Correspondences es un trabajo que ve la luz por primera vez en el Centro Nacional de las Artes (CNA), ubicado el centro histórico de la capital colombiana. La invitación de presentar en esta esquina de Los Andes fue del curador colombiano Santiago Gardeazábal, quien conoció un trabajo parecido de Smith con los músicos experimentales del Soundwalk Collective en el Centro Pompidou, de París, en 2022. Aquel trabajo, Evidence, estaba inspirado en la obra de los poetas franceses Arthur Rimbaud, Antonin Artaud y René Daumal. El nuevo trabajo, si bien tiene algunos rastros inspirados en el cineasta Pier Paolo Pasolini, es sobre todo sobre las formas en las que el hombre destruye a la naturaleza en cualquier esquina del planeta.
“Es la primera vez que presentamos este trabajo que tomó ocho años en realizarse”, contó en rueda de prensa Stephan Crasneanscki, fundador del Soundwalk Collective y quien explicó la metodología para crear Correspondences. Primero él grabó en sitios diversos y contaminados, como la zona ucraniana de Chernóbil donde hubo un desastre nuclear en 1986. Luego le llevó esos sonidos a Smith en Nueva York, quien creó allí poemas inspirados en lo que traía su explorador. “Él hace todo el trabajo, y yo intento ser una buena musa”, cuenta Smith en Bogotá, llamando a su colega un “visionario tecnológico”. Y con sonidos y poemas en mano, lo siguiente para los dos fue buscar las imágenes que acompañarían aquello que querían decir. “En Bogotá encontramos al primer curador valiente” en querer mostrar este trabajo en el que el sonido prima sobre la imagen, dijo Smith, agradeciendo la apuesta de Gardeazábal. Poema tras poema, fundidos entre los sonidos del bosque y del mar, no deja de ser “una exposición que demanda mucho del espectador”, añade la escritora.
Gardeazábal, el curador, entiende esta exposición multisensorial como una “carta abierta” a poetas, a glaciares y a mares, según explica en su texto introductorio a Correspondences. “El resultado son composiciones hechas de sonidos que reflejan nuestra relación con este mundo, el medio ambiente, el espíritu de nuestra existencia y el proceso creativo del artista”, escribe. Smith celebra que la exposición va a ser gratis durante las siguientes semanas en el Centro Nacional de las Artes, “porque todos nosotros quisiéramos que la gente joven pueda ver nuestro trabajo”. Una exposición para la generación que enfrentará lo peor del calentamiento.
La belleza del trabajo de Smith muchas veces está en pequeños detalles. Junto a las ocho pantallas en las que se proyecta hay dos mesas con papeles pequeños, algo crípticos, detrás de un vidrio. En una de esas mesas están los nombres diminutos de varias especies de animales que se han extinguido en las últimas décadas: un pájaro de la isla de Guadalupe, en 1976; otro en una isla de Nueva Zelanda, en 1964; o un pescado del Río Grande, que vivía al sur de Estados Unidos y norte de México hace más de un siglo. En la otra mesa hay hojas de árboles traídas de Chernóbil.
“En esa pieza pensamos, imaginamos, a la madre naturaleza siendo amable con los niños [de Chernóbil], dejándoles jugar” explica Smith sobre uno de los poemas de la exposición, que también presentó ante un público en el teatro Colón en las noches del martes y miércoles. “Que ellos puedan irse a dormir por mil años hasta que puedan vivir libres de la radiación”, añade. El poema arranca con ella evocando un bosque de color rojo y flores radioactivas mientras suena el canto de varios pájaros en el fondo—y termina con ella cantándole a los niños de Chérnobil lo que parece una canción de cuna. Los niños que viven donde solo quedaron “un millón de lágrimas y mil preguntas”. Al terminar, se oyen solo los aullidos de los lobos rondando un bosque nevado.
En otra de las obras, Smith escribe un poema sobre las explosiones que ocurren al fondo de los océanos para buscar petróleo, y que son imposibles de escuchar para el oído humano en la superficie, pero que sí oyen, alarmadas, las ballenas. En la presentación del Colón, además de ver las imágenes caóticas del mar y escuchar el poema de Smith, Stephan Crasneanscki usa una pequeña pala para rasgar un rectángulo de hielo—un micrófono expande el sonido helado del movimiento de la pala―. “Nosotros somos la banda sonora viva de momentos que no existen aún”, dice Smith sobre la poesía y lo que han hecho con Correspondences, una obra sobre los sonidos que existen y los que vendrán en este planeta en crisis.
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