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Colombia reivindica el papel de Cuba en las negociaciones de paz con el ELN

Tras el cese al fuego acordado en La Habana con la última guerrilla en armas, Gustavo Petro pide a EE UU retirar a la isla caribeña de su lista de países patrocinadores del terrorismo, una “injusticia diplomática profunda”

Miguel Díaz-Canel and Gustavo Petro in Havana at the end of the third round of peace talks between the Colombian government and the ELN
Gustavo Petro y Miguel Díaz-Canel en el cierre del tercer ciclo de diálogos de paz entre el Gobierno de Colombia y el ELN, en La Habana, el 9 de junio de 2023.Presidencia de la República
Santiago Torrado

Cuba ha vuelto a ser escenario de los esfuerzos de Colombia por alcanzar la paz. El primer apretón de manos del presidente Gustavo Petro con Antonio García, el máximo comandante de la guerrilla del ELN, el pasado viernes en La Habana, recordó el que se dieron en su día Juan Manuel Santos y Rodrigo Londoño, Timochenko, en la recta final de la negociación de paz con las extintas FARC. En ambas ocasiones, lo hicieron delante del presidente cubano que ejercía como anfitrión, ayer Raúl Castro, hoy Miguel Díaz-Canel.

El cese al fuego “bilateral, nacional y temporal” fue anunciado en los salones de protocolo del Gobierno cubano en El Laguito, que ya habían albergado algunos de los momentos cumbre de la larga negociación con las FARC. Los llamados “acuerdos de Cuba”, firmados el viernes, sientan las bases tanto para el cese al fuego –de momento por seis meses– como para la participación de la sociedad civil. Son avances sin precedentes en un proceso con el Ejército de Liberación Nacional, la última guerrilla en armas de Colombia. La mesa regresará para el cuarto ciclo de diálogos a Venezuela, donde se puso en marcha la negociación, y se despide de La Habana con la primera piedra de la paz total, un hito que también representa un desagravio para la isla caribeña.

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Petro agradeció a Cuba las décadas de “hospitalidad” para la paz de Colombia y calificó su inclusión en la lista de países patrocinadores del terrorismo que elabora Estados Unidos como “un acto de injusticia diplomática profunda” en su discurso –que la Presidencia volvió a transmitir este lunes como una alocución–. Incluso contó que en un reciente encuentro le pidió al presidente Joe Biden corregir esa medida, pues “ese fue un acto de injusticia que debe ser enmendado”. También los negociadores tanto del Gobierno como de la guerrilla agradecieron con insistencia el papel de los cubanos, que han pagado un alto costo por él.

La hostilidad diplomática que caracterizó el periodo de Iván Duque (2018-2022) le costó a La Habana acabar otra vez en esa lista negra, que conlleva la imposición de sanciones a las personas y a los países que realicen ciertas actividades de comercio con Cuba. En su día, Duque, un feroz crítico del acuerdo con las FARC, heredó la negociación con el ELN que ya había puesto en marcha su antecesor, Juan Manuel Santos. Pero la dio por terminada luego del atentado de la guerrilla contra una escuela de cadetes en Bogotá que causó 23 muertos, en enero de 2019 y, tras la ruptura, Duque pretendió desconocer los protocolos firmados por las partes –incluyendo los países garantes–, lo que dejó en el limbo a la delegación rebelde que se encontraba en Cuba. La isla se negó a extraditarlos, amparada en los protocolos.

Cuando el Gobierno de Donald Trump designó a Cuba como un “Estado patrocinador del terrorismo”, en enero de 2021, a solo nueve días de dejar la Casa Blanca, justificó su decisión en los reiterativos reclamos del colombiano. Cuba había salido de la lista en 2015, y la jugada de último minuto de Trump reversó los esfuerzos de la Administración del demócrata Barack Obama para reconstruir los vínculos con la isla comunista, un enemigo histórico durante la Guerra Fría. También le complicó a Biden cualquier posible deshielo.

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Lo que estaba en juego no era solamente un eventual acercamiento con el ELN o las relaciones de Estados Unidos con Cuba, “sino la posibilidad misma de llevar a cabo negociaciones de paz”, advirtieron en su momento Humberto de la Calle y Sergio Jaramillo, los arquitectos del acuerdo con las FARC, al defender el papel que cumplió la isla como país garante, al lado de Noruega. El propio Santos, respaldado por el grupo de líderes mundiales reunidos en la organización The Elders, le pidió a Biden revocar esa designación. “Cuba debe ser aplaudida por la función crucial que desempeñó para ayudar a poner fin a décadas de conflicto y facilitar la reconciliación en Colombia, y no enfrentar sanciones por haberlo hecho”, manifestó en febrero de 2021 el también merecedor del Nobel de Paz. Petro se ha sumado a ese clamor.

Las relaciones entre Bogotá y La Habana han regresado con Petro al estado en que estaban antes de Duque, que fue un paréntesis en la tradición diplomática colombiana, señala la internacionalista Sandra Borda. “Prácticamente todos los gobiernos han entendido que es muy difícil hacer un proceso de negociación con grupos guerrilleros en Colombia sin la participación de Cuba”, un actor que les genera confianza, señala. Colombia, por su parte, ayuda a reintegrar a Cuba en la comunidad internacional y a normalizar su relación con Washington. Sacar a La Habana de la famosa lista que comparte con países como Siria, Irán y Corea del Norte, sin embargo, es improbable dado el momento político que atraviesa Estados Unidos, advierte la académica de la Universidad de Los Andes. “La Administración Biden va a tratar de moverse al centro político, eso incluye ponerse un poco más duro con el tema migratorio y no ponerse demasiado elástico o flexible con el de Cuba”, valora.

Desde que relevó a Duque, el Gobierno de Petro ha volcado la diplomacia colombiana a la causa de la “paz total”, su política bandera, con la que se propone implementar con mayor decisión el acuerdo con las FARC, dialogar con el ELN y adelantar una política de sometimiento para grupos criminales como el Clan del Golfo. Los esfuerzos de negociación con el ELN, que nació hace más de medio siglo justamente bajo el influjo de la revolución cubana, también pasan por La Habana, un socio en la búsqueda de la paz.

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Sobre la firma

Santiago Torrado
Corresponsal de EL PAÍS en Colombia, donde cubre temas de política, posconflicto y la migración venezolana en la región. Periodista de la Universidad Javeriana y becario del Programa Balboa, ha trabajado con AP y AFP. Ha cubierto eventos y elecciones sobre el terreno en México, Brasil, Venezuela, Ecuador y Haití, así como el Mundial de Fútbol 2014.

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