Tomar decisiones en jaque
Una academia de Múnich utiliza el ajedrez desde hace 15 años en la formación de directivos, y también con los niños
Las personas que deben tomar decisiones difíciles cada día lo hacen con frecuencia bajo gran presión y con poco tiempo, como los ajedrecistas, cuya manera de razonar y actuar puede ser muy aplicable en la vida normal. La Academia de Ajedrez de Múnich (Alemania) ha desarrollado un método con ese fin, Königsplan (el plan del rey). Tras su éxito con directivos de empresas importantes, ahora ha creado una versión para niños, con quienes ya utiliza el ajedrez como herramienta educativa desde hace quince años.
El gran maestro Stefan Kindermann, de 63 años, cofundador de la academia, sintetiza así las diferentes maneras de tomar decisiones: “Ante una situación de gran estrés y muy poco tiempo, muchos ejecutivos agarran el teléfono de inmediato para quitarse la presión. Un ajedrecista sabe que si no actúa perderá por tiempo, pero también que tomar decisiones sin pensar puede ser fatal; aunque solo disponga de un minuto, invertirá los primeros diez segundos en una mirada global a la posición en el tablero, para determinar los factores que deben tenerse en cuenta para decidir”.
En el Königsplan, que se ofrece en alemán e inglés, se da gran importancia a la intuición, que en ajedrez se podría definir como la memoria de lo inconsciente: con frecuencia, el jugador no es consciente de que la decisión que acaba de tomar se basa en una partida que vio muchos años antes; no la recuerda conscientemente, pero lo que aprendió de ella quedó anclado en algún lugar de su cerebro. Kindermann considera esto “muy importante”, y añade: “Cuando decidimos por intuición o con las tripas estamos utilizando todo lo aprendido a lo largo de la vida. Cuanto más experta y sabia sea una persona en un campo determinado, más fiable será su intuición”.
Para entender cuán esencial es una buena intuición para jugar bien al ajedrez basta saber que tras solo el primer par de movimientos (uno blanco y uno negro) se pueden generar 400 posiciones distintas, y que el número de partidas diferentes que pueden jugarse es un uno seguido de 123 ceros, mayor que el de átomos en el universo conocido. “En cierto modo” -agrega Kindermann-, “los programas informáticos de ajedrez más recientes, que se basan en redes neuronales, también emplean algo parecido a la intuición humana, porque ninguna computadora es tan potente todavía para jugar perfectamente al ajedrez”.
Y cita un ejemplo del catedrático Gerd Gigerenzer, considerado como el mayor experto alemán en el proceso de tomar decisiones: “Un hombre enamorado de dos mujeres a la vez no sabía a quién proponer matrimonio. Le recomendaron que escribiera las virtudes de ambas y qué aspectos de cada una creía que podrían molestarle mucho al cabo de diez años. Lo hizo, y concluyó que la mujer A puntuaba mucho más alto que la B. Pero decidió casarse con la B y fue muy feliz con ella durante mucho tiempo”. Esta es su conclusión: “Las emociones y la intuición, bien equilibradas con el razonamiento, nos ayudan a tomar la mejor decisión”.
Entre los principios del Königsplan no podría faltar el aprendizaje de las derrotas, que en ajedrez “pueden producir dolor durante días”, porque no se le puede echar la culpa al árbitro o a que está lloviendo. “Un buen ajedrecista es muy autocrítico, no solo cuando analiza sus derrotas, sino también sus victorias, porque seguro que en ellas hay aspectos mejorables. Es frecuente que un empresario fracase en su segundo proyecto al aplicar el mismo método que le llevó al éxito en el primero, porque no lo analizó con espíritu autocrítico”, explica Kindermann, creador del Königsplan junto a Robert von Weizsäcker, catedrático de Economía en la Universidad Técnica de Múnich, con importantes aportaciones de Dijana Dengler, gran experta en ajedrez educativo. La versión que recientemente han desarrollado para niños se alimenta de una experiencia de 15 años aplicando el ajedrez como herramienta educativa a más de 10.000 niños en 25 colegios de Múnich, así como a niños desfavorecidos en diferentes entornos. Todo ello bajo el mecenazgo de una fundación presidida por Roman Krulich, ajedrecista y empresario inmobiliario, quien también tiene oficina y negocios en Gran Canaria.
Estar preparado para el cisne negro, lo inesperado, es otro aspecto esencial para tomar buenas decisiones. Kindermann conecta esa situación con la creatividad extrema, con pensar fuera de la caja, de lo convencional: “Tú tienes un plan muy bien estructurado pero, de pronto, tu rival hace algo que te lo rompe todo. No tiene sentido que sigas haciendo lo que hacías, debes adaptarte rápido a lo nuevo”. Esta vez recurre a un ejemplo del tenis: “Roland Garros, 1989. Chang era la víctima propiciatoria ante Lendl, y además estaba ya cansado. De pronto, empezó a sacar por abajo, con la bola a la altura de las rodillas. Esa reacción, aparentemente infantil, desconcertó a Lendl, que terminó perdiendo”.
Su último consejo, para el ajedrez y para la vida, es la combinación de pensar hacia delante y hacia atrás: “Lo normal para un ajedrecista es pensar en variantes a partir de la posición que tiene en el tablero. Pero a veces puede ser muy conveniente y eficaz pensar en lo que quieres lograr, soltando tu imaginación, y entonces ver qué tendrías que hacer para llegar a ese objetivo”. Es bien sabido que algunas de las combinaciones más brillantes de la historia del ajedrez se han logrado de esa manera.
El zugzwang de Napoleón
Zugzwang es una palabra alemana que describe una situación diabólica en ajedrez (y en la vida): la obligación de hacer una jugada (no se puede pasar el turno sin jugar, como en el mus) lleva a la derrota, porque todas son malas. El Königsplan también incluye ese concepto, y Kindermann aporta como ejemplo la hecatombe que sufrió Napoleón Bonaparte en 1812 cuando invadió Rusia con 600.000 soldados y un completo equipamiento militar. El emperador francés, aficionado al ajedrez, dijo antes de ganar -aunque con terribles pérdidas- la batalla de Borodino: “Las piezas de ajedrez están dispuestas. Mañana empezará la partida”.
Sin embargo, el general ruso Mijaíl Kutúzov demostró ser un ajedrecista mucho más profundo: ordenó la retirada, permitiendo incluso que los galos tomaran Moscú, sabedor de que su gran aliado sería el gélido invierno ruso. Napoleón se encontró de pronto en una situación donde todas las jugadas eran malas: seguir avanzando o permanecer quieto equivalían al suicidio; retroceder, al fracaso. Finalmente regresó a París con solo 10.000 hombres tras unos de los fracasos más clamorosos de la historia militar.
La lección de Kindermann: “En ese ejemplo podemos ver el asombroso efecto de planear con gran calma, teniendo en cuenta todos los factores que pueden afectar a nuestro rival”.
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