Carlsen y un mecenas apuestan por una modalidad revolucionaria del ajedrez
La posición de las piezas se sortea antes de cada partida, lo que inutiliza los conocimientos teóricos de las aperturas
“Tienes que pensar desde la primera jugada”. Es la clave principal que Magnus Carlsen señala para justificar su apuesta por el ajedrez 960 (también llamado Fischer Random, o ahora Freestyle). La posición de las piezas en la primera fila (los peones no cambian) se sortea minutos antes de cada partida; hay 960 maneras distintas de empezar. El noruego disputa en un hotel de lujo en Weissenhaus (Alemania, cerca de Hamburgo) un torneo con otras siete estrellas, financiado por el mecenas alemán Jan Henric Buettner.
El gran debate que da mucho sentido a esta iniciativa es que el entrenamiento con ayuda de computadoras muy potentes, que calculan millones de jugadas por segundo, fortalece mucho la parte científica del ajedrez (la preparación casera): es ya muy frecuente que los veinte primeros movimientos (o más) se hagan de memoria, en detrimento del arte (la creación de belleza improvisada) y del deporte (el cansancio, los apuros de tiempo, la emoción…). En realidad, en Weissenhaus no se sortean 960 posiciones, sino 958: han eliminado la clásica y la que es igual pero con el rey y la dama intercambiados. De modo que las toneladas de libros, artículos, vídeos, DVD y bases de datos sobre aperturas y defensas son inservibles en este torneo.
Carlsen, número uno indiscutible en el ajedrez clásico lento, ha firmado un mal resultado en la primera fase, de acuerdo con su nivel de exigencia. Ha terminado 5º de ocho tras una liga de partidas rápidas (25 minutos por bando, más diez segundos de incremento automático tras cada jugada) con derrotas ante dos de los jóvenes astros más rutilantes: el uzbeko Nodirbek Abdusattórov, de 19 años, ganador de la liguilla y único invicto; y el indio Dommaraju Gukesh, clasificado a los 17 para el Torneo de Candidatos al Mundial clásico, previsto en Toronto (Canadá) del 5 al 23 de abril. Pero esta liguilla sólo servía para establecer los emparejamientos en los cuartos de final: 1º-8º, 2º-7º, 3º-6º y 4º-5º.
Aunque Carlsen también lidera el escalafón de partidas clásicas rápidas —pero con muy poca ventaja sobre el campeón del mundo, el chino Liren Ding—, confía en rendir bastante más desde este domingo y lunes en los cuartos de final, donde el ritmo de juego ya será mucho más lento: 90 minutos para los 40 primeros lances; media hora más para el resto de la partida desde el 41; y 30 segundos adicionales de incremento tras cada jugada, desde la primera. En todo caso, necesitará rendir al máximo porque su rival será el francés de origen iraní Alireza Firouzja, de 20 años, a quien él mismo describió en 2021 sin ambages: “Es el único que puede estar a mi nivel”.
En principio, y por extraño que parezca, el enfrentamiento más desigual es el de Abdusattórov con Ding porque el chino sigue en caída libre (seis derrotas y un empate rápido en la última ronda, ante Firouzja) tras fracasar en el prestigioso torneo Tata (el Roland Garros del ajedrez) tras ocho meses de casi total inactividad. La tensión y el desgaste de Ding para ganar el duelo por el título mundial contra el ruso Ian Niepómniashi el pasado abril en Astaná (Kazajistán) fueron tan grandes que después ha sufrido serios problemas psicológicos y grandes dificultades para dormir.
Los otros dos duelos de cuartos de final enfrentarán a Gukesh con el estadounidense Fabiano Caruana, subcampeón del mundo en 2018, y al alemán Vicent Keymer, de 19 años, con el veterano estadounidense de origen armenio Levón Aronián. El foco principal estará en Carlsen. Preguntado por la aparente contradicción entre su preferencia por las modalidades rápidas y su petición de que la fase decisiva de este torneo sea lenta, también fue muy claro: “Si tienes que pensar desde la primera jugada, necesitas tiempo para producir partidas de alta calidad”.
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