Las ajedrecistas georgianas, heroínas nacionales
El pequeño país caucásico idolatra a sus jugadoras, que aspiran siempre al podio
Son muy pocos los países donde el ajedrez está entre los deportes más populares. Y solo hay uno, Georgia, cuyas jugadoras -más que los hombres- son heroínas nacionales. Aunque la tradición que explica ese fenómeno se remonta al siglo XI, la espoleta real fue su primera campeona del mundo, Nona Gaprindashvili, una leyenda viva, que acaba de demandar a Netflix por falsear su vida en la serie Gambito de Dama. Georgia aspira al podio en el Mundial Femenino por Naciones en Sitges tras acabar hoy primera de grupo en la fase inicial.
“El ajedrez, y especialmente el femenino, forma parte de la cultura nacional en Georgia. Todo el mundo conoce a las mejores jugadoras”, resalta el entrenador hispano-georgiano Elizbar Ubilava, residente en Collado Mediano (Madrid), desde hace muchos años. “Eso genera una gran unión en el equipo, que siente la responsabilidad de tener a todo un país detrás. Las chicas están rindiendo muy bien aquí a pesar de que sufrimos a última hora la baja de nuestra campeona, Bela Khotenashvili, que está en una forma espléndida, por un grave problema de salud de su bebé de siete meses”, subraya.
La dote nupcial de las georgianas incluía un tablero de ajedrez en la Edad Media (algunas fuentes dicen que desde el siglo XI). Quizá también influya que el más carismático de los monarcas de la antigua Georgia en su época dorada fue una mujer, Tamar, en el XII. Pero la verdadera edad de oro del ajedrez femenino georgiano llegó en los años sesenta, setenta y ochenta del XX, desde que Gaprindashvili fue campeona del mundo por primera vez, en 1961, a los 20 años. Retuvo la corona hasta 1978, cuando la sucedió su compatriota Maia Chiburdanidze. Otras georgianas, como Nana Alexandria o Nana Ioseliani, también estaban entre las diez mejores del mundo.
Su dominio era tan abrumador que la selección soviética solía componerse casi en un 100% de georgianas en esa época, lo que levantaba algunas ampollas entre los burócratas nacionalistas rusos en Moscú. “En 1978, cuando viajábamos a la Olimpiada de Ajedrez en Buenos Aires, la Federación Soviética ordenó la sustitución de Ioseliani por una rusa una hora antes de que saliera el avión. No fue el único caso similar y, obviamente, esas cosas no pasaban por casualidad”, recuerda Alexandria.
“En aquel periodo, muchas niñas recibían el nombre de Nona, Maia o Nana”, recuerda Sophie Nikoladze, relaciones públicas de la Federación Georgiana en honor de las ajedrecistas heroínas. Por todo ello, añade: “No es exagerado decir que llevamos el ajedrez en la sangre”. El autor de esta crónica pudo comprobar personalmente a finales de los noventa que citar de memoria la alineación de la selección georgiana femenina de ajedrez era suficiente para que la policía te diera luz verde en los abundantes controles de carretera.
Gaprindashvili tiene hoy 80 años y está muy enfadada con Netflix (la demanda judicial es por cinco millones de dólares, 4,26 millones de euros) por una línea del guion en la que se afirma: “Nona Gaprindashvili […] es la campeona mundial femenina y nunca se ha enfrentado a hombres”. Esto último es rotundamente falso, y ella lo denomina “mentira descarada y deliberada”. Pero es probable que hoy la matriarca del ajedrez georgiano esté contenta: sus chicas han ganado el grupo B en Sitges, y se enfrentarán en cuartos de final con Azerbaiyán. Los otros duelos serán: Rusia-FIDE América, India-Kazajistán y Ucrania-Armenia. Las selecciones eliminadas en la primera fase son Francia, España, Polonia y Alemania.
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