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El libro sabe si el niño ha estudiado

Los profesores saben cuándo el alumno se salta páginas, cuándo deja de subrayar pasajes o, simplemente, si no abre el libro

Varios profesores de la escuela de negocios Texas A&M saben hoy algo que varias generaciones de maestros solo podían intuir: si los estudiantes leen los libros de texto.

Saben cuándo se saltan páginas, cuándo dejan de subrayar pasajes importantes, cuándo no se molestan en tomar notas o, simplemente, cuándo no abren el libro. “Es una especie de Gran Hermano, pero con buena intención”, explica Tracy Hurley, decana de la escuela.

No es que el profesorado de Texas A&M-San Antonio sea clarividente o se dedique a espiar por encima del hombro. Junto con colegas de otras ocho universidades, están probando la tecnología de CourseSmart, una nueva empresa de Silicon Valley, que les permite realizar un seguimiento de los progresos de sus alumnos con libros de texto digitales.

Las grandes editoriales de la enseñanza superior ya han recabado datos de millones de estudiantes que utilizan su material digital. Pero CourseSmart prepara para cada profesor información sobre todos los integrantes de una clase, una iniciativa que está empezando a influir en la manera en que los docentes presentan el material y en cómo responden los alumnos, aunque los escépticos cuestionen hasta qué punto esto sirve para evaluar correctamente el aprendizaje.

Los alumnos no pueden ver sus índices de compromiso a menos que el profesor se los enseñe, pero saben que los libros están observándolos

Adrian Guardia, profesor de dirección de empresas en Texas A&M, se fijó en un estudiante al que aparentemente le iba bien. Sus notas en los exámenes eran buenas y también lo que CourseSmart denomina su “índice de compromiso”. Pero Guardia también vio que el joven solo había abierto el libro de texto una vez.

“¿Realmente estás aprendiendo si solo abres el libro la noche antes del examen?”, se pregunta Guardia, que realiza un seguimiento a 70 alumnos pertenecientes a tres clases. “Esto me hizo ver que tenía que comentar con él sus hábitos de estudio”.

Los alumnos no pueden ver sus índices de compromiso a menos que el profesor se los enseñe, pero saben que los libros están observándolos. Para Charles Tejeda, la auténtica revelación sobre sus problemas fue un índice bajo de CourseSmart. “Me descubrieron”, dice Tejeda, de 43 años. Tiene dos trabajos y tres niños, y solo puede estudiar a altas horas de la noche. Debo concentrarme más”, reconoce.

CourseSmart es propiedad de Pearson, McGraw-Hill y otras grandes editoriales, que ven una oportunidad para consolidar su dominio de los libros de texto digitales ofreciendo a administradores y profesores un caudal constante de datos sobre el rendimiento de los estudiantes.

En los viejos tiempos, los profesores sabían si sus discípulos asimilaban el curso por la expresión facial. Ahora, algunas clases, entre ellas una de Guardia, son totalmente virtuales. La información sobre el compromiso da a las universidades una alerta temprana sobre aquellos alumnos que podrían abandonar los estudios, a la vez que les indica de manera más general si toda la clase va rezagada.

Al final, los datos volverán a las editoriales. Durante años, editoriales académicas y populares, así como algunos autores, han soñado con obtener esa información para orientar las ventas y sus iniciativas de forma más eficiente. Supuestamente, Amazon y Barnes&Noble están recabando preciados datos de los lectores, pero se niegan a decir qué harán con ellos, si es que van a hacer algo. “Antes, el editor nunca sabía si alguien echaba siquiera un vistazo al capítulo 3”, dice Sean Devine, consejero delegado de CourseSmart.

Más de 3,5 millones de estudiantes y educadores utilizan libros de texto con esta tecnología. La nueva empresa señala que sus sondeos entre estudiantes de la clase de dirección de empresas de Guardia en Texas A&M no revelan demasiados reparos relacionados con la privacidad.

“Amazon tiene mis huellas”, dice Carol Johnson, de 51 años, que trabaja en el sector tecnológico. “Sabe más que mi madre”, bromea. Chris Dede, profesor de tecnologías del aprendizaje en la Escuela de Educación de la Universidad de Harvard, es más aprensivo. Cree que el análisis es importante, pero que debe basarse en datos de alta calidad.

El sistema de CourseSmart presenta otros problemas en potencia; los estudiantes podrían falsear con facilidad las funciones de subrayado y toma de apuntes, o mejorar su puntuación dejando el libro de texto abierto. “Las posibilidades de causar perjuicio son tremendas si los profesores son lo bastante ingenuos como para pensar que esas puntuaciones significan algo para la gran mayoría de los estudiantes”, señala Dede. Según la empresa, los datos que recaba ahora son solo el principio. “Debe haber correlación entre el compromiso y el éxito”, afirma Devine.

Después de dos meses utilizando el sistema, Guardia ha llegado a algunas conclusiones. En general, sus alumnos obtienen buenas notas —algo que en su día le hubiera tranquilizado—, pero el índice de compromiso es bajo. “Puede que el curso sea demasiado fácil y tenga que desafiarlos un poco más”, opina. “O puede que los libros de texto no sean tan buenos como yo creo”.

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