Los turistas tampoco gustan a los mariscadores
Los recolectores de almeja y berberecho de Arousa piden mayor vigilancia por el incremento de los 'furtivos en bañador'
"Son los depredadores de dos patas". La presidenta de la Agrupación de Mariscadores de A Illa de Arousa (Pontevedra), María del Carmen Dios, clama contra los turistas en nombre de los trabajadores de una de las zonas de mayor producción de almeja y berberecho, el medio de subsistencia de miles de familias en las Rías Baixas. La afluencia de visitantes a estos arenales es mayor cada verano, una masificación que está afectando a los bancos marisqueros donde se registran incidentes a diario entre mariscadoras y bañistas cuando estos son sorprendidos llevándose el marisco con descaro.
"No son conscientes del daño económico que nos hacen, pero cuando les llamas la atención te contestan de malas formas, con insultos y con el argumento de que el mar es de todos", denuncia la presidenta. "Es un problema grave que padecen muchas playas gallegas y hay que ponerle coto a esto con más vigilancia y mayores multas antes de que estos desaprensivos acaben con todo y nos arruinen la temporada de mayores ventas", zanja.
La batalla contra el furtivo de bañador es la gota que ha colmado el vaso para el sector marisquero, que lleva años luchando contra los intrusos. No obstante, la economía sumergida en el sector ha ido a menos por el aumento de los efectivos dedicados a la vigilancia, aunque todavía genera unas pérdidas millonarias a las cofradías de pescadores y a la Xunta de Galicia, que financia los refuerzos con personal y embarcaciones de los servicios de inspección pesquera y guardacostas.
Las mariscadoras observan a los bañistas que entran y salen del agua, por si hay que avisar al vigilante de turno. Ellas no pueden intervenir ni decomisar el marisco. "Estamos desbordadas porque vemos al que disimuladamente sube a la toalla y vuelve a la orilla, así hasta que le llamamos la atención y avisamos al vigilante para que venga a registrarle las neveras y las bolsas", dice la presidenta.
"La pasada semana vi a una señora que entró en el agua con una talla 90 y salió con una 110 de tantas almejas que escondía debajo del bañador, o al que se marchaba con 15 kilos de mercancía en una mochila, que es lo que pesaba el marisco cuando lo requisó el vigilante... Y, así, a diario", se lamenta esta mariscadora.
"Las playas son como una finca que hay que trabajar constantemente, donde se limpian las algas, se planta semilla y se cuida el marisco, una inversión que nos cuesta un promedio al año de 240.000 euros, y si se te llevan 15 kilos diarios es un dineral", cuenta alarmada María del Carmen Dios. La almeja japónica necesita un año aproximadamente para alcanzar la talla comercial y su precio está en torno a los 11 euros el kilo. Pero la almeja babosa, que se paga hasta a 20 euros el kilo, o la fina, que alcanza los 30, necesitan un mínimo de dos años de engorde en el mar para llegar al consumidor.
Casi la mitad de los arenales de este archipiélago son productivos y el número de turistas se ha triplicado en solo una década y se ha extendido a otros municipios. En otros, como Vilagarcía de Arousa, O Grove o Redondela también plantan ante el furtivo de bañador, experto en extraer también otras especies valoradas, como el centollo o la nécora.
La Xunta ha contestado a las quejas de los mariscadores a través de la consejera del Mar, Rosa Quintana, que prometió medidas más contundentes contra estos furtivos. "Estamos encantados de recibir visitantes en nuestras playas, pero si quieren degustar marisco que acudan a los cauces legales y no a los prohibidos, que son un quebranto económico para este sector", afirmó Quintana.
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