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La Zarzuela respira con la absolución de la Infanta

El fallo cierra la etapa más convulsa de la Monarquía desde su restauración en 1975

Miquel Alberola
Los Reyes, en las puertas del Museo Thyssen, en Madrid.
Los Reyes, en las puertas del Museo Thyssen, en Madrid.Claudio Alvarez (EL PAÍS)

El fallo absolutorio de Cristina de Borbón en el caso Nóos ha devuelto el sosiego a la Casa del Rey. Los negocios irregulares que su marido, Iñaki Urdangarin, realizó aprovechando su posición en la familia real, acabó precipitando la abdicación de Juan Carlos I, causó un desgarro en la familia, forzó la modificación de conductas y modos en La Zarzuela y ha mantenido bajo presión a la Corona durante todos estos años. Ayer, mientras se hacía pública la sentencia, el Rey mantenía un acto público transmitiendo normalidad y pasando página.

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La Casa del Rey se limitó este viernes a transmitir un comunicado verbal que ha sido habitual en los diversos momentos en los que el caso ha puesto el foco sobre la Infanta: “Respeto absoluto a la independencia del Poder Judicial”. Sin embargo, esta vez el contexto confería al mismo comunicado aséptico de siempre un aire de punto final, con unas fuentes más concentradas en la inminente visita de Estado a España del presidente argentino Mauricio Macri que en el principal asunto del día.

Durante todos estos años el Rey ha mantenido un comedimiento total respecto al proceso judicial, pese a tratarse de la hermana con la que más afinidad ha tenido. Era su obligación, pero ni siquiera el Gobierno respetó esa posición de neutralidad cuando el 20 de enero de 2014 el presidente Mariano Rajoy se mostró “convencido de la inocencia de la Infanta” y aseguró que “le irá bien”.

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Este viernes el Rey, como dando por terminado el asunto, antepuso la continuidad y la normalidad a una noticia que a todas luces representa un balón de oxígeno para la institución que representa, puesto que una condena hubiese enraizado las sospechas en la Corona. Inauguró la exposición Obras maestras de Budapest. Del Renacimiento a las Vanguardias en el Museo Thyssen-Bornemisza, junto a la Reina y el presidente de Hungría, János Áder, y su esposa, Anita Herczegh. Y luego los cuatro partieron hacia La Zarzuela para almorzar juntos.

La absolución de la hermana del Rey, procesada como supuesta cooperadora necesaria en las actividades de su marido, cierra la etapa más convulsa que ha vivido la Monarquía desde su restauración en 1975. Desde 2010, cuando arrancó la investigación sobre las actividades del Instituto Nóos, la entidad dirigida por Urdangarin y su socio, Diego Torres, el caso no ha hecho más que erosionar el prestigio que la Corona adquirió como garante de la democracia después de que Juan Carlos I sofocara el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981.

Apartar a Undargarin de la agenda de la Casa del Rey y las soluciones intermedias planteadas, como un divorcio o la renuncia de Cristina a los derechos dinásticos, no funcionaron. El caso, en medio de los efectos de la peor crisis económica que ha vivido España en los últimos tiempos, puso en riesgo la continuidad de la Monarquía y forzó en junio de 2014 la abdicación de Juan Carlos I en favor de su hijo Felipe VI.

Como consecuencia, el Rey ha tenido que transformar en gran parte la institución. Tuvo que sanearla, impermeabilizarla ante eventuales riesgos similares, inyectarle honestidad, hacerla más transparente y (quizá lo más duro desde el punto de vista familiar) revocar el Ducado de Palma a su hermana, si bien no ha logrado que renuncie a los derechos dinásticos (ocupa el sexto lugar en la línea de sucesión al trono). La hoja de ruta de Felipe VI no contempla retrocesos ni con este fallo favorable.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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