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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Después de Rajoy, Rajoy

La repetición de los comicios ha devuelto la vida al bipartidismo, hasta el extremo de que el 26-J reconoce la victoria holgada de Rajoy

Mariano Rajoy, en Madrid, este domingo. JOSE JORDAN AFPFoto: atlas

El fracaso de Pablo Iglesias en la ambición del sorpasso y el embarazoso retroceso de Ciudadanos demuestra que las fuerzas del cambio han perdido su batalla contra los partidos tradicionales en apenas seis meses de retórica y de expectativa.

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La repetición de los comicios ha devuelto la vida al bipartidismo, hasta el extremo de que el 26-J reconoce la victoria holgada de Mariano Rajoy y otorga a Pedro Sánchez el derecho a perseverar como timonel del Partido Socialista.

El problema es que semejantes evidencias no aportan claridad al conflicto de la investidura. Los números no alcanzan a una coalición de izquierdas. Y la tercera victoria consecutiva de Rajoy le ha dado razones para aferrarse a la Moncloa. Más aún considerando que la ventaja sobre el PSOE redondea los 52 diputados o teniendo en cuenta la mayoría absoluta de los populares en el Senado.

El bipartidismo ha ganado las elecciones, el bipartidismo tiene que resolver el galimatías de la investidura. La forma menos traumática se antoja la abstención de los socialistas. Sánchez asumiría el liderazgo de la oposición. Un papel ingrato si no fuera porque Iglesias pensaba arrebatárselo. Y porque le consiente serenar su liderazgo entre los socialistas, vigilando como un gendarme la legislatura de Mariano Rajoy.

Ha superado Sanchez el porcentaje de votos respecto al 20D. Ha malogrado el sorpasso. Ha sobrepasado el trauma de la refundación que auguraban las encuestas. Ha neutralizado el sabotaje de las baronías. De hecho, la victoria del PP en Andalucía contradice que Susana Díaz pretenda ahora cruzar el Manzanares.

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Sánchez ha sobrepasado una crisis existencial del socialismo. No porque haya resistido el empuje del PP, sino porque ha descarrilado el antagonismo de Iglesias. El líder de Podemos ha ganado la campaña electoral y ha perdido las elecciones.

¿Hasta dónde llegará ahora la autocrítica de Iglesias? ¿Será tan exigente consigo mismo como acostumbra a serlo con los demás? No le ha funcionado a Iglesias la absorción de IU. Le han funcionado todavía menos su papel transformista, sus incongruencias ideológicas, su dimensión providencial de socialdemócrata.

Queda constreñido ahora a convertirse en el costalero de Pedro Sánchez. Llevarlo a hombros a la Moncloa, aunque la hipótesis de un acuerdo parece escasamente verosímil. Por la aritmética. Por el chantaje soberanista. Por la cal viva. Y porque Mariano Rajoy ha obtenido un resultado incontestable.

No cabe mayor escarmiento a las elecciones del cambio. La noche que iba a acabar con Rajoy y con Sánchez, ha sido la del crepúsculo de Iglesias y de Rivera.

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