El fracaso de la legislatura compromete hasta 2017 la agenda internacional del Rey
El proceso que sigue al 26-J supedita las actividades de La Zarzuela y los viajes de Estado
El naufragio de la XI legislatura y la convocatoria de nuevas elecciones para el 26 de junio prorroga la dependencia de la actividad de la Casa del Rey a la situación política. La interinidad institucional, iniciada con las elecciones generales del pasado 20 de diciembre, no solo va a determinar la agenda de Felipe VI en los próximos meses, en los que se celebrarán nuevas rondas de consultas, sino que hipoteca hasta el próximo año el programa internacional pendiente, que se aplazó a la espera de un acuerdo que facilitara un nuevo Gobierno.
Entre finales de diciembre del año pasado y abril, el desarrollo del proceso previsto en el artículo 99 de la Constitución para la investidura de un nuevo presidente del Gobierno ha absorbido y condicionado buena parte de la tarea de La Zarzuela. La fragmentación parlamentaria surgida de las urnas, y la complicación de su gestión han alterado las prioridades y urgencias de la Casa del Rey.
En una situación insólita en la reciente democracia española, el jefe del Estado ha tenido que realizar tres rondas de contactos sucesivas con los representantes de los partidos con presencia en el Congreso de los Diputados para cumplir con el precepto constitucional de señalar un candidato a presidir el Gobierno, un ciclo infructuoso que ha expirado este lunes y cuya única salida es una nueva convocatoria de elecciones.
En ese período, las actividades habituales de la Casa del Rey experimentaron un descenso del 50%, mientras que las audiencias, básicamente con los líderes políticos y el presidente del Congreso, se han triplicado. En esta disminución de la agenda normal ha sido determinante el imperativo de que el jefe del Estado mantuviera la disponibilidad ante cualquier virtual incidencia que requiriera llevar el proceso a una siguiente fase. Ello ha inducido a La Zarzuela a no comprometer actos que pudieran ser cancelados por las necesidades de la investidura.
El de los viajes de Estado ha sido el capítulo más afectado por la falta de Gobierno. La Casa del Rey ha tenido que aplazar cuatro visitas institucionales previstas, tanto por la interinidad del Ejecutivo como por la distancia y el tiempo requerido en el desplazamiento. La primera en caer fue la de Arabia Saudí, luego la del Reino Unido y, con posterioridad, las de Japón y Corea del Sur.
Otoño en el horizonte
Sobre ese patrón, el proceso que se derive de los resultados de los comicios del próximo 26-J puede alargarse hasta octubre. Siempre que, en el supuesto de una hipotética repetición de la distribución de fuerzas parlamentarias, no se produzcan los enrocamientos de la legislatura fracasada y se alcance un acuerdo en el límite.
De cualquier modo, las actividades de la jefatura del Estado parecen discurrir hacia la marca del mínimo histórico y esa presión está obligando a pensar en agendas más imaginativas que intensifiquen la presencia social de Felipe VI ante el vacío institucional, aunque fuentes de la Casa del Rey admiten que “en esta situación todo es muy complicado”.
Pero para retomar los viajes de Estado suspendidos apenas queda ya tiempo. “En el caso de que la situación se normalizara en octubre, ¿cuál sería el orden de los viajes de Estado? Primero correspondería a Arabia Saudí, que es el que se suspendió inicialmente, con lo cual los de Reino Unido, Japón y Corea no podrían realizarse hasta el año siguiente en el mejor de los casos”, explican desde una de las Embajadas de los países afectados por los aplazamientos.
A las dificultades que impone la propia dinámica de la política nacional se añaden las limitaciones de los países anfitriones, que no organizan más de dos visitas anuales y realizan la programación con años de antelación. La anomalía que afronta la jefatura del Estado español, explican, repercute no solo sobre el trabajo de los países organizadores, sino también sobre los planes en marcha en otros.
Durante este paréntesis, el Rey solo ha hecho desplazamientos ineludibles. Un viaje de seis horas a la toma de posesión del presidente de Portugal y otro, de unas 30 horas, a San Juan de Puerto Rico a la inauguración del Congreso Internacional de la Lengua Española.
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