Cañones de agua contra manifestantes
La policía comprará un ‘camión-botijo’ para afrontar altercados con barricadas "Esto supone volver a otros tiempos de infausto recuerdo”, denuncia el PSOE
Más de 20 años han dormido en el garaje los cinco camiones con cañones de agua a presión del Cuerpo Nacional de Policía. Más de 20 años en los que han criado óxido, sin que nadie los sacara a pasear. Más de 20 años, durante los que España ha visto miles de manifestaciones callejeras, sin que nadie viese conveniente utilizarlos. Sin embargo, la policía ha cambiado ahora de criterio: dado que esos cinco vehículos están inservibles, ha convocado un concurso para adquirir uno nuevo por casi 500.000 euros. Vuelve el camión-botijo. Un artefacto que en el imaginario colectivo se asocia con las más duras y contundentes cargas policiales.
“Los camiones lanzachorros de agua a presión constituyen un elemento disuasorio menos lesivo que otros para actuar en grandes alteraciones de orden público”, señala un informe de la Dirección General de Policía. Esta sostiene que en los últimos meses han menudeado los altercados, con barricadas e incendio de contenedores. A lo que el diputado socialista Antonio Trevín replica en un escrito dirigido al Congreso: “Solo en el 0,9% de las manifestaciones hay incidentes. El camión-botijo y otras medidas de Interior suponen volver a otros tiempos de infausto recuerdo”.
“Un vehículo de este tipo es necesario. No es un capricho nuestro”, afirma Florentino Villabona, comisario general de Seguridad Ciudadana, del que dependen las unidades antidisturbios de toda España. Villabona admite que no hay una violencia generalizada, pero que sí se han registrado actuaciones protagonizadas por mineros de León o empleados de los astilleros de Cádiz en los que ha habido graves disturbios, con barricadas incluidas.
“El nuevo camión se usará fundamentalmente contra las barricadas. Sobre todo, contra las barricadas incendiadas, a las que es arriesgado que lleguen los bomberos. De esta forma, podremos desmontarlas en poco tiempo”, explica Villabona.
Un agente antidisturbios —bregado en mil batallas— replica diciendo que ya disponen de una especie de pala excavadora que se puede acoplar a los actuales furgones y retirar así los obstáculos que taponan una vía pública. “Ese sistema no nos permite la misma movilidad, eficacia y rapidez que el camión lanzachorros”, replica Villabona.
El acorazado de agua se moverá por toda España, con su dotación de un conductor y dos ayudantes. Llevará 7.000 litros de agua y lanzará un chorro con una presión mínima de 10 bares y una máxima de 16 bares. Un sistema electrónico permitirá regular su intensidad en cada momento.
Comisario Villabona: “No consta que haya muerto nadie por el impacto del agua”
Los viejos cañones de agua, que iban alimentados con un depósito de 4.000 litros, proyectaban un chorro a solo cuatro bares de presión, que debía graduarse y manejarse manualmente, según diversas fuentes de la Unidad de Intervención Policial (UIP).
Precisamente la potencia con que el nuevo camión disparará el líquido contra los manifestantes es uno de los aspectos más controvertidos. “Si te da a corta distancia, te pega un leñazo que te tumba de espaldas y te puede causar daños”, afirma un policía antidisturbios, que duda de que este sistema sea menos lesivo que las pelotas de goma.
“Si te da el chorro, no te pasa absolutamente nada. Es menos lesivo que otras cosas. No me consta que haya muerto nadie por el impacto del agua. Lo utilizan las policías de Francia, Polonia, Alemania...”, dice el comisario Villabona. Los únicos países europeos que no emplean este tipo de vehículos son Inglaterra, Irlanda, Finlandia, Malta y Andorra. El superjefe de Seguridad Ciudadana insiste en que “es un elemento más disuasorio que represivo” y que se usará más contra barricadas que contra los manifestantes.
Estos artefactos “permiten pocas ráfagas de agua, por lo que es necesario recargar el depósito con asiduidad”, recalca otro agente antidisturbios. Otro inconveniente, según varios expertos, es la “dificultad de movilidad” de estas plataformas, que solo pueden maniobrar en espacios amplios.
Este peculiar camión, según fuentes policiales, es vulnerable, sobre todo si los alborotadores consiguen inmovilizarlo pinchándole una rueda. Por eso, un agente antidisturbios considera que requerirá llevar al lado un grupo de infantería de protección compuesto por entre 15 y 20 agentes. El comisario Villabona lo niega: “Necesitará una escolta mínima”.
“Tenemos 200 furgonetas con 300.000 kilómetros recorridos (lo que supone el 60% del parque de la UIP) y ocho años de antigüedad. Con lo que cuesta el botijo, se podrían comprar 20 furgonetas, que nos son más útiles”, se queja un dirigente del Sindicato Unificado de Policía (SUP). Y agrega: “Este año ha habido en Madrid 3.800 manifestaciones y solo en dos hubo altercados graves”.
El día del Cojo Manteca
La portavoz socialista en el Congreso, Soraya Rodríguez, arremetió el pasado martes contra el Gobierno por querer comprar el camión antidisturbios, y le acusó de usar los mismos métodos represivos del franquismo y la dictadura de Pinochet. “Es algo absolutamente impresentable”, clamó.
Pero no hay que remontarse al franquismo ni al Chile de Pinochet. Un camión lanza-chorros actuó en Madrid el 23 de enero de 1987. Hace 26 años. Ese día hubo una gran manifestación contra la política educativa del Gobierno de Felipe González. Aquella protesta pasó a la historia porque la estudiante María Luisa Prada, de 14 años, recibió un balazo de un policía y, además, por una imagen que se convirtió en icono: un joven minusválido, El Cojo Manteca, aporreando un cartel con su muleta.
La vuelta del ‘botijo’ se titulaba el editorial de EL PAÍS, en el que resaltaba “la brutalidad de los provocadores y la brutalidad de la policía”. Entonces, la policía estaba al mando de un ministro socialista: José Barrionuevo. Fue una de las últimas actuaciones del botijo.
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