La xenófoba AfD logra un hito al vencer al partido de Merkel en un Estado oriental
Los populistas obtienen votos de todo el arco parlamentario, de poscomunistas a neonazis
La ola es ya imparable. Alternativa para Alemania (AfD), el partido que nació en 2013 como reacción a los rescates de la eurozona y que cobró nuevos bríos con la crisis de refugiados del año pasado, ha propinado una humillación histórica a la Unión Cristianodemócrata (CDU). Por primera vez, el partido que encabeza Angela Merkel pierde la hegemonía del espectro conservador en un Parlamento regional. Es cierto que el Estado Mecklemburgo-Pomerania Occidental es poco relevante en la política nacional. Pero sus votantes acaban de enviar un mensaje de indignación con la política migratoria de Merkel que trasciende sus fronteras. La líder ultraderechista francesa, Marine Le Pen, felicitó a "los patriotas de AfD" por hacer lo que parecía imposible: barrer al partido de Merkel.
Los democristianos no llegan al 20% de los votos, mientras que AfD entra por primera vez en el Parlamento de este Estado nororiental con un impresionante 21%. Los socialdemócratas pueden respirar tranquilos con su 30%: pese a haber sufrido un importante retroceso, quedan en primer lugar y podrán seguir gobernando el land en coalición con la CDU. Los populistas se benefician de votos procedentes de todo el arco parlamentario, desde los poscomunistas hasta los neonazis. Su resultado se explica también por un importante aumento de la participación.
El resultado es “amargo”, según reconoció el secretario general de la CDU, Peter Tauber. “Sobre todo para nuestros compañeros de allí”, añadió. Pero el golpe retumba también en Berlín; y es quizás más duro para Merkel porque proviene del Estado en el que tiene su circunscripción, donde hace tan solo tres años se hizo con el 56% de los votos.
A solo un año de las elecciones federales, los democristianos se esforzaban el domingo por buscar razones que expliquen este voto de protesta. Mientras, los populistas de derechas mostraban su entusiasmo. “Somos los únicos que hemos hablado abiertamente de la crisis migratoria. El resto de partido se han negado”, aseguraba el candidato de AfD, Leif-Erik Holm. Su partido, que reclama no acoger ni a un solo refugiado más en Alemania, está ya presente en nueve de los 16 Parlamentos regionales, a espera que dentro de dos semanas lo hagan también en Berlín. Todo parece despejado para que en el otoño de 2017 entre con fuerza en el Bundestag. Las encuestas le otorgan en torno al 11% de votos en todo el país, lo que les situaría como tercera o cuarta fuerza.
El éxito de AfD, una formación que hace un año parecía condenada a pasar a la irrelevancia fruto de sus guerras fratricidas, está ligado directamente a la gestión de la crisis migratoria de Merkel, que permitió el año pasado la entrada en Alemania de más de un millón de solicitantes de asilo. Las autoridades pronostican que este año llegarán otros 300.000.
Además de rechazar a los refugiados, el partido que lidera Frauke Petry está formado por una mezcolanza de corrientes conservadoras que denuncian lo que consideran imposiciones de la ideología de género y de lo políticamente correcto, propugnan un acercamiento a la Rusia de Vladímir Putin y, sobre todo, se elevan como movimiento de protesta contra las élites y contra la figura de Merkel. AfD mantiene un doble discurso: por una parte se presentan como conservadores ortodoxos con una visión liberal de la economía; al mismo tiempo, otros calientan a su sector más extremista. Así, destacados líderes han arremetido contra la selección alemana de fútbol por considerarla no suficientemente nacional –se supone que por tener demasiados jugadores de familias inmigrantes- o han lanzado proclamas racistas impensables en un partido democrático alemán, como apelar al diferente comportamiento sexual de africanos y europeos.
AfD ya obtuvo un éxito arrollador en las triples elecciones regionales del pasado mes de marzo. Entonces ya logró el hito de convertirse en la segunda fuerza en el Estado oriental de Sajonia-Anhalt. Pero en ese caso fue la CDU la que quedó por delante, dejando a los socialdemócratas en un humillante. No es casualidad que sus dos mejores resultados procedan del este de Alemania. Es en esta parte del país donde los extremistas cuentan con más apoyos. Es el caso de los neonazis del NPD, un partido en proceso de ser ilegalizado por suponer un peligro para el orden democrático y que hasta ahora solo estaba representado en Mecklemburgo-Pomerania. Pero el auge de AfD ha podido también con el NPD, que en las elecciones del domingo no alcanzó el 5% necesario para entrar en el Parlamento regional.
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