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El futuro político de Reino Unido
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Sobrevivir a la matanza

May se pasea sobre los cadáveres ‘tories’ con una calma que hace pensar que lo controlaba todo

La ministra del Interior británica, Theresa May, y su esposo, Philip John May, este lunes en londres.
La ministra del Interior británica, Theresa May, y su esposo, Philip John May, este lunes en londres.Christopher Furlong (Getty)

No es casualidad que el creador de la serie House of Cards, Michael Dobbs, fuera también secretario general segundo del Partido Conservador británico en tiempos de Margaret Thatcher. En los días posteriores al referéndum sobre el Brexit, su partido se enzarzó en una guerra fratricida de deslealtades, asesinatos políticos y maniobras maquiavélicas de tal magnitud que el propio Dobbs lamentaba que la realidad estuviera superando a la ficción. Entre tanto derramamiento de sangre política Theresa May se mantuvo tranquila. Hoy, cuando los demás yacen muertos, May se ha paseado sobre sus cadáveres con una calma que —con los guiones de Dobbs en la mano— invita a sospechar que lo controlaba todo desde el primer momento.

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Todo lo anterior será una exageración, pero Theresa May sigue siendo un misterio. Es, a la vez, la ministra que llenó las calles de Londres con carteles diciéndoles “Go home!” a los inmigrantes irregulares y la que predica la compasión con los pobres y más débiles. Es la hija buena del típico cura anglicano de pueblo que, con sus zapatos de piel de leopardo, escandalizó y excitó a la sexualmente reprimida y casposa militancia tory.

La próxima primera ministra es una mujer de contrastes y de carácter. En medio del periodo más deprimente de la historia de su partido, avisó a sus correligionarios de que se había convertido en el “nasty party” (“el partido antipático”). Tanto quejarse del dinero que los más pobres recibían del Estado, de los inmigrantes, de la Unión Europea, de los empleados públicos, de los gais y de los jóvenes les había dejado como un partido resentido, alejado de la realidad social de un país multicultural y moderno.

Acertó en su análisis y su partido pasó más de una década en la oposición mientras la sonrisa y el cool Britannia de Tony Blair triunfaban. Aquel discurso en el año 2002 marcó el inicio de un lento cambio de estilo en su partido que trajo, finalmente, David Cameron, un primer ministro que se marcha diciendo que su mayor logro fue la ley de matrimonio homosexual.

Este lunes, en su discurso de presentación, parecía todavía más insistente en posicionar a su partido como el protector de los más necesitados y el azote de los más privilegiados. Todo esto, claro, lo hará para los británicos. De los dos millones de ciudadanos de la UE que viven en Reino Unido, tiene poco que decir. Se niega a prometer que los que están se podrán quedar. Y ha dejado claro que los que quieran ir a trabajar a Reino Unido después del Brexit lo tendrán más difícil. Son dos jugadas muy astutas. El radicalismo del Partido Laborista de Jeremy Corbyn ha dejado el centro político yermo. Y el Brexit ha demostrado que, fuera del sofisticado y siempre vibrante Londres, los británicos tenemos miedo a casi todo.

Este miércoles será primera ministra de la quinta mayor economía del mundo. Nadie, ni siquiera los militantes de su partido, le han votado para semejante tarea.

Giles Tremlett es contributing editor de The Guardian y fellow de la Cañada Blanch Centre, London School of Economics.

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