El ataque es un duro golpe a un turismo que ya se desplomaba
El atentado en el aeropuerto es un golpe demoledor para el sexto mercado turístico del mundo. En abril sufrió la mayor caída llegada de extranjeros en casi dos décadas
Si usted es de los que no se asusta y desea visitar monumentos como Santa Sofía o la Mezquita Azul sin el fárrago de las colas o el tedio de las esperas bajo el sol, quizás este sea el mejor año para hacerlo. Lugares emblemáticos como la plaza Sultanahmet de Estambul o incluso el habitualmente bullicioso Gran Bazar lucen un tanto desangelados a las puertas de un verano que se antoja desastroso para el sector turístico. Y no solo en Estambul: los extranjeros se echan en falta entre las caprichosas estructuras rocosas de la Capadocia, en las calas de la costa Turquesa y hasta en los mastodónticos hoteles del todo-incluido, pese a que han tirado los precios por los suelos para tratar de salvar la temporada.
El atentado del martes por la noche en el aeropuerto Ataturk de Estambul, donde tres suicidas mataron a 36 personas en las instalaciones de uno de los grandes nudos de comunicaciones en la región, es la puntilla para una industria muy golpeada ya por varios atentados más en los últimos meses.
“Es desesperanzador”, lamentaba antes del ataque al aeródromo el propietario de un hostal en Estambul que no quiere ser identificado por su nombre: “El año pasado, en abril y mayo tuvimos una ocupación de en torno al 80 % y este año se ha quedado por debajo del 20 %. Y de cara al verano el número de reservas es cercano a cero. Ya no vienen mochileros ni grupos de universitarios como los que llegaban antes”.
En abril visitaron Turquía 1,7 millones de extranjeros, un 28 % menos que en el mismo mes de 2015, según datos de la Asociación de Agencias de Viaje de Turquía (TURSAB). La mayor caída en 17 años. La guerra total desatada por el Gobierno de Ankara en la región kurda tras el fin del proceso de paz el pasado año y la infiltración del Estado Islámico (ISIS) para cometer atentados, así como las veleidades autoritarias del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, han reducido en muchos enteros el atractivo de un país con grandes riquezas culturales, sol y playa y antaño conocido por su hospitalidad.
Los atentados del ISIS, que durante 2015 se centraron en los nacionalistas kurdos y sus simpatizantes, este año han atacado directamente al turismo: en enero un suicida se hizo estallar en la céntrica plaza de Sultanahmet y mató a una decena de turistas alemanes y, dos meses después, otro se explotaba en la avenida Istiklal, también en Estambul, acabando con la vida de 4 turistas de Israel e Irán.
Las organizaciones armadas kurdas, después de asesinar a más de 60 personas en sendos atentados en febrero y marzo en el corazón de la capital, Ankara, atentaron el pasado 7 de junio en pleno centro turístico de Estambul: asesinaron a 4 civiles y a 7 policías. El grupo armado TAK, que reivindicó la bomba, advertía: “Los extranjeros no son nuestro objetivo, pero Turquía no es un país seguro para ellos. Hemos iniciado una nueva guerra”. Además, fuentes de seguridad consultadas por este periódico, reconocen que los yihadistas también tienen en mente atacar centros turísticos, lo que ha llevado a extremar las medidas de vigilancia en lugares como Capadocia, Antalya, Esmirna (Izmir en turco) y Estambul.
Ya la inestabilidad política durante el pasado año impidió a Turquía batir el récord de turistas registrado en 2014 (36,8 millones): en 2015, el número de visitantes cayó un 1,61 % y los ingresos un 8,2 %, cerrando el ejercicio con una recaudación de 27.500 millones de euros. Turquía, que en apenas una década ha logrado duplicar los números del sector hasta convertirse en el sexto destino preferido del mundo, no es un país excesivamente dependiente del turismo, pero éste sí que supone un nada desdeñable pellizco de su economía ya que directamente produce el 4,7 % de su PIB. Si se incluyen las industrias paralelas que genera y en las que influye, el sector aporta el 12 % del PIB, según cálculos del Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC), y emplea, directa o indirectamente, a unos dos millones de personas, en torno al 7 % de la fuerza laboral del país.
“Ni en los hoteles ni en los restaurantes ni en las tiendas se ve este año a la clientela habitual. Hay muy poca gente y muchos establecimientos están pensando en cerrar”, explicaba recientemente Kazim ‘Pepe’, propietario de la tienda de bolsos Caprichos, en Estambul. Él mismo ha visto como su negocio se ha reducido más de un 90 %: “Si antes vendíamos unos 3.000 euros al día, ahora hacemos 100 euros un día, 150 otro, otros ninguno”.
Por si fuera poco, el derribo por parte de las Fuerzas Armadas turcas de un caza ruso que supuestamente había violado su espacio aéreo el pasado noviembre, ha enemistado a dos países que se habían convertido en estrechos aliados por su cercanía y la sintonía entre sus dos presidentes, Putin y Erdogan. Para vengar la afrenta, Moscú aprobó importantes sanciones, incluida la revocación de las licencias a los turoperadores que enviaban turistas a Turquía. Los efectos han sido devastadores para la provincia de Antalya, el equivalente turco a la Costa del Sol, que era uno de los destinos preferidos para los 3,65 millones de rusos que en 2015 visitaron el país. Desde enero y hasta la segunda semana de junio, el número de visitantes procedentes de Rusia cayó por encima del 97 %. No solo eso, las llegadas de ciudadanos de otros países que habitualmente copaban las tumbonas de Antalya han caído igualmente: un 33 % holandeses y alemanes, un 20 % británicos. A esto se añaden los retrocesos de otros mercados europeos desde los que ya desde hace años llegan cada vez menos turistas a Turquía: Francia, Bélgica, Suecia, Italia…las autoridades turcas, no obstante, han sellado esta emana la reconciliación con Israel y han iniciado un acercamiento con Rusia.
“Muchos hoteles han decidido no abrir esta temporada. La ocupación es muy baja, no solo en Antalya sino en toda la costa, en torno al 20 o 30 %, pese a que hemos rebajado los precios a la mitad”, aseguró el presidente de la Federación de Hoteleros Turcos, Osman Ayik, en al diario Hürriyet. De ahí que se hayan lanzado campañas para atraer a los viajeros de otros países como Ucrania, Israel, Irán o las monarquías del golfo Pérsico (sus visitas aumentaron un 30 % el último año), aunque se trate de visitantes que, por su situación en casa, dejen menos dinero. “¿Con qué vas a suplir 3 o 4 millones de turistas rusos?”, se pregunta un hotelero de Antalya que, como otros, echa de menos a esos visitantes llegados del norte que gastan a manos llenas en comida, bebida y joyas. De ahí el enorme interés de las autoridades por reconciliarse con Rusia.
Pero, advierte el líder de la oposición, el socialdemócrata Kemal Kiliçdaroglu, no se trata solo de Rusia. “No nos hemos peleado con Francia, Alemania o Reino Unido y tampoco viene gente de esos países. La razón fundamental es la mala imagen internacional de Turquía. Ya no se toma como un país moderno, sino como un régimen dictatorial”. Así las cosas, los operadores turísticos han sacado la calculadora para evaluar los daños que les puede suponer esta nefasta temporada: las estimaciones más prudentes creen el sector dejará de ingresar 7.000 millones de euros, otros elevan la cifra casi al doble. Y eso era antes del atentado en el aeropuerto de Estambul.
Subvenciones y turismo nacional
Los puentes se han convertido en el último refugio del turismo. Para rescatar a un sector que se tambalea, el Gobierno ha decidido convertir por decreto los 3 días festivos que siguen al Ramadán en un macro-puente de 9. Por el momento ha funcionado y para ese periodo (2-10 julio) las reservas hoteleras han incrementado la ocupación hasta el 80 % gracias a la demanda nacional. Los bancos, además, han lanzado campañas publicitarias ofreciendo facilidades para contratar créditos al consume que permitan a los turcos darse una semana larga de retiro estival. Y salvar así una industria turística endeudada.
El Plan de Acción presentado por el Ejecutivo islamista para reflotar el sector turístico incluye una línea de subvenciones de 78 millones de euros y un programa de reestructuración de deudas de las empresas turísticas, así como un subsidio de 5.265 euros por cada avión que traiga turistas a determinados aeropuertos hasta septiembre.
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