Más de 40 muertos en un ataque de EE UU contra el ISIS en Libia
La ofensiva perseguía a yihadistas tunecinos vinculados a los ataques del Bardo y Susa
La aviación de Estados Unidos bombardeó en la madrugada de este viernes un campo de entrenamiento del Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) y mató a 41 personas, según confirmó en su página de Internet el consejo municipal de la localidad de Sabrata, próxima al terreno donde se produjo el ataque. Entre las víctimas hay yihadistas extranjeros, aunque varias fuentes señalan que también podrían haber muerto mujeres y niños. Uno de los principales objetivos era abatir al yihadista tunecino Nuredin Chuchane, a quien se le vincula con los atentados del museo del Bardo, que causaron 22 muertes en Túnez capital en marzo de 2015, y con los 38 muertos que provocó en junio el atentado de Susa, en el corazón turístico del país magrebí.
El Pentágono no pudo precisar en un primer momento si fue alcanzado Nuredin Chuchane. El ataque se produce justo cuando la comunidad internacional, con Estados Unidos a la cabeza, se plantea poner freno a la expansión del Estado Islámico en Libia mediante el despliegue de soldados en el terreno. Esta misma semana el presidente Barack Obama declaró: “Combatiremos al Estado Islámico allá donde esté, de la misma manera que lo hicimos con Al Qaeda”.
El campo de entrenamiento de Sabrata era bastante conocido en Túnez. El ministerio del Interior tunecino informó de que los autores de los atentados del Bardo y de Susa se habían entrenado en ese terreno que se encuentra a 80 kilómetros de Trípoli y a unos 110 de la frontera con Túnez. A pesar de que el feudo libio del Estado Islámico se encuentra a 427 kilómetros al este, en la ciudad de Sirte, y a pesar de que entre Sabrata y Sirte hay cientos de miles de milicianos que responden al Gobierno de Trípoli, enemigos de los yihadista, el Estado Islámico ha conseguido implantar su campo de entrenamiento en esa zona clave por su cercanía a Túnez.
Sabrata tiene apenas 9.000 habitantes, pero posee un anfiteatro romano que en tiempos de paz visitaban decenas de miles de turistas cada año. El Estado Islámico hizo una demostración de fuerza el pasado diciembre cuando se adentró con 30 vehículos en este enclave, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Parecía que otra catástrofe arqueológica estaba a punto de suceder a manos de los terroristas, como ya sucedió en Siria. Pero, en esta ocasión, los yihadistas se limitaron a rescatar a tres de sus miembros que se encontraban retenidos por las autoridades, y se marcharon sin llegar a utilizar las armas.
Estados Unidos y las principales potencias de la Unión Europea llevan varias semanas estudiando la forma de combatir al Estado Islámico en Libia, un grupo que ya controla 200 de los 1.770 kilómetros de la costa mediterránea del país y que en las últimas semanas ha atacado puntos claves de producción y exportación de petróleo. Pero la condición sine qua nom que ha primado hasta ahora es que cualquier intervención sobre el terreno debería hacerse con el permiso del Gobierno de unidad. Y ese Gobierno de unidad, hoy por hoy, está en el aire.
La ONU presentó en diciembre en la ciudad marroquí de Sjirat su propuesta de Consejo Presidencial. Era un Consejo que nació debilitado, con el rechazo de los Parlamentos de Tobruk y de Trípoli, las dos partes enfrentadas en el país. El Consejo Presidencial propuso el 25 de enero su propuesta de un Gobierno con 32 miembros. Pero esa propuesta fue rechazada por el Parlamento de Tobruk con el pretexto de que había demasiados miembros.
En realidad, la cuestión de fondo es quién va a llevar las riendas del Ministerio de Defensa, quién va a controlar las armas en el país. El general Jalifa Hafter está al mando de lo que él proclamó en 2014 como Ejército Nacional Libio, enemigo feroz de lo que él considera “terroristas islamistas” de Trípoli. Hafter no quiere renunciar a su poder. Y en Trípoli no lo quieren ni ver. Entre tanto, la comunidad internacional espera que, al menos el parlamento internacionalmente reconocido de Tobruk apruebe de una vez el Gobierno de Unidad para así tener un interlocutor con el que coordinar posibles acciones contra el Estado Islámico.
La fecha límite para aprobar o rechazar ese Gobierno de Unidad, dentro de las innumerables fechas límites que se han venido fijando en los últimos meses en Libia, será el próximo martes 23 de febrero. Si Tobruk aprobase el nuevo Gobierno de Unidad este Gobierno en realidad solo sería de “Unidad” sobre el papel, ya que el Parlamento de Trípoli, no reconocido por la comunidad internacional, se niega a reconocerlo.
Debido a estas fracturas diversos analistas y centros de análisis, como el International Crisis Group, criticaron la gestión del antiguo enviado de la ONU en Libia, Bernardino León, al impulsar en noviembre un Gobierno de Unidad sin respaldo suficiente de las partes en conflicto.
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