_
_
_
_

“No es Columbine o Virginia Tech. Aquí ha pasado en una guardería”

Cientos de personas acuden a una vigilia en la iglesia católica de Santa Rosa de Lima en Newtown para rendir homenaje a las víctimas y sus familiares

Vigilia en la iglesia católica de Santa Rosa de Lima, en Newtown (Connecticut).
Vigilia en la iglesia católica de Santa Rosa de Lima, en Newtown (Connecticut).SHANNON STAPLETON (Reuters)

El cielo estaba completamente limpio en Newtown, una pequeña localidad silenciosa situada en pleno corazón de Connecticut, a escasos 120 kilómetros de la frenética ciudad de Nueva York. El silencio resultó roto por los disparos de Adam Lanza, cuando entró temprano en un centro de enseñanza primaria con niños de cinco a 10 años, que iniciaban las clases.

La jornada se tornó de golpe oscura, rota por el dolor, tanto de los familiares de las víctimas como de los que sobrevivieron a esta acción horrible, congregados en masa en la tarde del viernes para participar en una misa y una vigilia en la iglesia católica de Santa Rosa de Lima. Una madre, acompañada por su hijo de 12 años, comenta: “Todo el mundo conoce a alguien entre las víctimas”. “De alguna manera esta tragedia nos afecta a todos”, señala antes de levantarse.

La historia volvió a repetirse, esta vez en una pequeña comunidad de Nueva Inglaterra, tranquila, pacífica. Dicen que la libertad de la que goza EE UU debe ir acompañada por la responsabilidad de sus vecinos, si no ese equilibrio se rompe de manera incomprensible. Esta vez ese equilibrio acabó cuando el agresor, de 20 años, asesinó en casa a su madre, maestra en el colegio Sandy Hook, y después a los menores a los que daba clases, a los que ametralló con un arma de guerra.

Más información
Matanza en un colegio de Connecticut
El asesino fue confundido con su hermano
El poder de las armas en EE UU, por A. CAÑO
Así te lo contamos al minuto
Las imágenes de la tragedia
Las lágrimas del presidente Obama

Las ráfagas acabaron con la vida de veinte niños y de seis adultos, aparte del propio agresor. El colegio cuenta con 626 alumnos matriculados. Tiene una guardería. A las 9.30 cierra las puertas como medida de seguridad. A partir de esa hora solo se puede entrar llamando a un timbre y con permiso. El autor de la matanza entró antes. La iglesia de Santa Rosa no está muy lejos de allí. Permanecerá abierta las 24 horas para el que quiera acercarse a compartir su dolor. La gente se agolpaba en las ventanas para seguir el oficio.

La mañana fue larga para los vecinos, comenta una residente. Durante horas, los familiares recorrieron las inmediaciones del colegio sin saber dónde ir, intentando dar con alguien que les aclarara lo que estaban viendo por televisión. Justo al lado del centro de enseñanza hay una pequeña caserna de bomberos, que se convirtió en un lugar improvisado de consuelo para los padres. Allí se concentraron una treintena de adultos.

Si tenía un problema con su madre, que lo hubiera resuelto en casa, no en el colegio”

Los jóvenes se consolaban unos a otros y se abrazaban para darse fuerza mientras quienes esperaban ante la iglesia de Santa Rosa entonaban 'Amazing Grace'. Un miembro del cuerpo de bomberos de Newtowm se muestra incapaz de dar consejos a las víctimas, incluso siendo un experto en situaciones de crisis, porque “aun no me entra en la cabeza lo que ha pasado”. “Si tenía un problema con su madre, que lo hubiera resuelto en casa, no en el colegio”, dice. También comenta que otros conpañeros le han llamado desde distintos puntos del país para expresar sus condolencias y compartir su pena. "Les he dejado claro que esto no es un Columbine o un Virginia Tech. Aquí ha pasado en una guardería".

El bombero tiene una hija de cuatro años que va a un jardín de infancia muy cercano al lugar donde ha ocurrido la matanza. A su lado, Will Ruffles lleva en los brazos a un bebé de cinco meses. "Cuando llegué a casa y lo vi me eché a llorar”.

"Parece imposible que ocurra esto, en esta comunidad", comenta Catherine Urso tras la ceremonia de vigilia. Es profesora. Considera que lo sucedido es el reflejo de la educación y la cultura de violencia que se da a los niños. "Algo debe cambiar, porque cada vez sucede con más frecuencia". A su lado una mujer mayor enseña un cartel en el que pide que se haga algo para contener "este veneno" para salvar la vida de los jóvenes.

Janet tiene 19 años. Es de origen ecuatoriano. Emigró a EE UU junto a su familia. Un primo va al mismo colegio de la matanza. "Pasamos mucho miedo hasta que supimos que estaba bien". Esta joven admite que no puede saber por lo que deben de estar pasando las familias de las víctimas. "Sólo puedo rezar por ellos". La madre señala, al preguntarle si después de vivir esto no se plantea volver a su país, que "esta es la prueba de que en ningún lugar se puede estar seguro".

A la entrada de la iglesia de Santa Rosa hay tres pizarras blancas en la que los vecinos dejan mensajes. "Que Dios bendiga a esta comunidad por todo lo que ha perdido y que bendiga a sus 20 ángeles", escribe la familia Brackett. En otro al lado se pide "estar mas unidos y fuertes" frente a la tragedia. Un mensaje que repitió durante la misa el párroco Robert Weiss. "No vivimos en una zona de guerra. Esto no debería pasar".

Si la mañana fue dura, la noche convirtió Newtown en una ciudad fantasma. Las carreteras de acceso están cortadas y únicamente circulan los camiones de la prensa. El silencio que rodea los alrededores de la escuela se ha expandido a las viviendas de la zona residencial cercana. John Hubbard ha decidido apagar las luces de navidad que adornaban su jardín. "Las luces se suponen que traen alegría, pero hoy el día ha sido una tragedia". Su casa está enfrente de una de las paradas del autobús escolar que hace la ruta hasta el colegio Sandy. "No sé si algunos de los chavales que iban en el autobús estarán entre las víctimas", murmura.

En el restaurante Mona Lisa, alejado de la zona en la que ocurrió el tiroteo, la congoja atenaza a los pocos clientes que esta noche se han acercado al lugar. "Hoy iba a ser un día agitado, con muchas cenas de Navidad. Se han cancelado todas", indica su propietario, Tom Daoutis. "Claro que no tengo derecho a quejarme. Esto no es nada comparado con la tragedia que estamos viviendo", añade.

En la barra hay dos televisiones encendidas. En una hay un partido de baloncesto, en la otra se ven las imágenes de la vigilia por las.víctimas del tiroteo. Nadie presta atención al partido. "Esto va a volver a pasar. No puedes parar a un tipo que lleva armas y que tiene planeado matar a la gente", se lamenta uno de los clientes.

Como dijo Dannel Malloy, gobernador de Connecticut, esta tragedia dejará huella en esta ciudad y en todo un país que cierra un año dominado por la violencia. La ciudad de Newtown fue fundada hace tres siglos. Era un territorio que pertenecía a la tribu de los Pohtatuck. Ahora viven unas 27.000 personas. El ingreso medio de sus vecinos es de uno 90.000 dólares, por lo que se puede considerar una comunidad acomodada. El 3% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza. En la última década, en Newtown sólo ha habido un asesinato.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_