El Papa considera “un pecado grave” la venta de armas a Siria
Benedicto XVI inicia una vista de tres días a Líbano para pedir la paz en Oriente Próximo. Varios cientos de personas protagonizan disturbios en el norte del país
Benedicto XVI inició ayer en Beirut una visita de tres días a Líbano. El viaje estará marcado por el conflicto armado fruto de la represión que ha seguido a la llamada primavera árabe. Las primeras palabras del Papa, nada más poner pie en suelo libanés, han dejado claro que frenar el baño de sangre en Siria es uno de los objetivos principales de la visita. “La venta de armas a Siria es un pecado”, ha dicho Ratzinger, según la agencia Reuters.
El papa aterriza en una región muy necesitada del mensaje pacificador con el que viaja. Siria se desangra, Líbano se tambalea, la transición egipcia avanza a trompicones y en el conflicto israelo-palestino no cabe a estas alturas la esperanza. Esa era la situación hasta antes de ayer; cuando una película estadounidense, que algunos musulmanes consideran ofensiva propagó la ira por la región. En las últimas horas, las protestas en contra de objetivos de EE UU –algunas muy violentas- se han multiplicado, sin que esté muy claro cómo y cuándo va a parar la bola de nieve. Poco después de la llegada del Papa, varios cientos de personas quemaron un restaurante de comida rápida en Trípoli, una conflictiva ciudad del norte de Líbano, donde se han producido violentos enfrentamientos las últimas semanas entre partidarios y detractores del presidente sirio Bachar el Asad.
La convulsión regional no ha desanimado sin embargo a Joseph Razintger, que a sus 85 años desembarcó este viernes con su séquito en Beirut. “Las tensiones han hecho que sea más intenso aún el deseo del Papa de ir a Líbano”. Las palabras del secretario de Estado vaticano, cardenal Tarcisio Bertone, reflejan hasta qué punto Joseph Ratzinger quiere aprovechar la situación en la zona para reforzar el mensaje con el que el jueves titulaba a toda página L’Osservatore Romano: “Paz en el respeto de las diferencias”.
No obstante, Benedicto XVI pondrá especial cuidado en que ninguna de las partes en conflicto pueda utilizar sus discursos —pronunciará ocho en dos días— en beneficio propio. “El Papa no es un comentarista político”, advirtió monseñor Bertone en una entrevista con Le Figaro, “esperar que su exhortación apostólica sea una especie de interpretación socio-política de la primavera árabe —o un programa político específico para los cristianos— significaría malinterpretar las enseñanzas del Santo Padre”.
Benedicto XVI pasará tres días en Líbano, en los que piensa pedir la paz para Oriente Próximo e inyectar moral a los cristianos de la región; para los que soplan vientos poco favorables. La cristiana es una comunidad menguante, que apenas suma el 5% de la población en la zona. Se enfrentan además los cristianos al auge de los movimientos islamistas, a los que los dictadores de las primaveras árabes reprimieron históricamente e indirectamente fortalecieron. Se estrecha pues en estos países la distancia que separa religión y Estado; algo que preocupa a buena parte de los cristianos, como por ejemplo los egipcios.
Por eso, además de los lógicos llamamientos a la paz en la región, el Papa también lleva un mensaje más concreto dirigido a los cristianos. Durante la audiencia general del miércoles, ante 8.000 personas y hablando en francés, Joseph Ratzinger pidió a los cristianos que viven en esa zona de mayoría musulmana que no abandonen la tierra donde “nació, vivió, murió y resucitó Jesucristo”. Que no solo resistan, sino que además se conviertan en “constructores de paz y agentes de reconciliación”.
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