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Primera lapidación en el norte de Malí

Los islamistas matan a pedradas a una pareja que convivía sin casarse Milicias ciudadanas inician la ‘liberación’ del área ocupada por los tuaregs

José Naranjo
Milicianos del Frente de Liberación del Norte se entrenan en Sevare, a 600 kilómetros al noreste de Bamako.
Milicianos del Frente de Liberación del Norte se entrenan en Sevare, a 600 kilómetros al noreste de Bamako. STAFF (REUTERS)

A los primeros golpes, la mujer se desvaneció; el hombre gritó una vez antes de callarse para siempre. Así describe un testigo la muerte por lapidación de una pareja con dos hijos —el más pequeño, de seis meses— cuyo único pecado fue vivir juntos sin casarse. Se trata del primer caso de condena a muerte a pedradas desde que grupos armados radicales —tuaregs e islamistas— tomaron el norte de Malí hace cuatro meses.

El suceso ocurrió el domingo en Aguelhok, ante una turba de 200 personas cuidadosamente escogidas por los organizadores de la lapidación. “Yo estaba presente en el lugar. Los islamistas llevaron hasta el centro de Aguelhok a la pareja no casada (...), los metieron en dos agujeros [excavados en la tierra] y los verdugos los lapidaron hasta la muerte”, declaró a la agencia France Presse uno de los testigos bajo la condición de anonimato. Otro informó de que la pareja deja dos hijos y que vivían todos juntos a las afueras de Aguelhok, “en la sabana”.

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La ciudad de Aguelhok está bajo control del grupo armado islamista Ansar Din (Defensores del islam), aliado de Al Qaeda en el Magreb Islámico y uno de los objetivos de la milicia ciudadana Ganda Izo. Integran esta unos 2.000 voluntarios, parte de los cuales han comenzado a avanzar hacia el norte de Malí y establecido una base en Bambara Moude, a 95 kilómetros de Tombuctú, y otra en Douentza, a 300 de Gao, en zonas controladas por Ansar Din y por el Movimiento por la Unicidad de la Yihad en África del Oeste (Muyao), otro de los grupos radicales que operan en la zona.

Se trata del primer paso de lo que los milicianos denominan la “liberación del norte”, cuyo objetivo es eliminar todo rastro de los tuaregs del Movimiento Nacional de Liberación del Azawad (MNLA), que el 17 de enero iniciaron una rebelión con el apoyo de islamistas radicales que expulsó al Ejército maliense de las tres provincias del norte: Gao, Kidal y Tombuctú.

Los Ganda Izo se hacen llamar grupos de autodefensa y son herederos de la milicia Ganda Koye, surgida en los años noventa en el norte del país para hacer frente a los independentistas tuaregs. Integradas por combatientes de todas las etnias de Malí, pero sobre todo songhais, peules y ciudadanos de origen árabe, las milicias Ganda Izo, Ganda Koye, el Frente de Liberación del Norte (FLN) y Bou Yan Ba Hawi no parecen dispuestas a confiar en una reacción del Ejército regular y no quieren ni oír hablar de la presencia de una fuerza internacional en suelo maliense.

Las víctimas tenían dos hijos, el más pequeño de ellos de seis meses

En el campamento juvenil de Soufouroulaye, a pocos kilómetros de Mopti, hay no menos de mil jóvenes. Y cada día llegan más. Es el corazón de Ganda Izo —“hijos de la tierra”, en lengua shongay—, la milicia que ha dado el primer paso enviando unos 200 efectivos al norte del país. El calor es horroroso, pero la moral está por las nubes. “Ya estamos allí y vamos a dar la sangre por nuestra tierra, hasta la última gota, hasta el último cartucho”, asegura el capitán Dadis Meiga. Las armas y la comida para la tropa escasean, pero cada día dedican horas a la instrucción militar, gracias a la presencia de exsoldados entre ellos.

Los miembros de Ganda Izo que se encuentran en Douentza ya han tenido que batirse en una primera escaramuza con el MNLA. El comandante Hamidou Diallo asegura: los tuaregs “nos atacaron desde dos pick ups [camionetas] y respondimos abriendo fuego”.

El avance de este grupo de autodefensa se ha hecho con el “visto bueno” de los islamistas. “No hemos firmado ningún acuerdo con Muyao o Ansar Din, pero en este momento compartimos un mismo enemigo, el MNLA”, asegura Diallo. Los milicianos están convencidos de que los salafistas no son, en este momento, el verdadero rival a batir, y sí los tuaregs.

Los milicianos no confían en el Ejército para echar a los rebeldes tuareg

El comandante de Ganda Izo Mahamadou Ousseyne Diallo, ataviado con ropa militar y un turbante azul, hace formar a los milicianos bajo el sol. Y les dirige unas palabras: “Estamos aquí, venidos de todos los rincones de Malí, para liberar nuestra tierra”, les grita. Desean continuar avanzando en el norte para “vengar la afrenta”. Se refieren a la expulsión del Ejército a finales de marzo pasado. “¿Cómo pudieron irse así, sin enfrentarse a los rebeldes, dejando a nuestras familias expuestas a robos, pillajes, saqueos y violaciones? Esto ha sido una traición”, asegura.

Otros grupos de autodefensa que se entrenan en Mopti son Ganda Koye y el Frente para la Liberación del Norte (FLN), mientras que en Bamako destaca la presencia de Bou Yan Ba Hawi (BYBH), que en lengua songhay significa “es mejor morir con dignidad que vivir con vergüenza”. Según Mohamed Dioudara, responsable de BYBH, “las armas que necesitamos están a punto de llegar. Pronto iremos al norte, con o sin el Ejército de Malí. Lo que no podemos permitir como malienses es que vengan soldados de otros países a resolver nuestros problemas, esto tenemos que arreglarlo nosotros”.

Mientras tanto, la clase política continúa negociando la formación de un Gobierno de unidad nacional a instancias de la Comunidad Económica de Estados de África del Oeste (Cedeao). El país se halla en punto muerto después de que el avance de la rebelión tuareg desencadenara un golpe de Estado militar y la caída del presidente Amadou Toumani Touré y de que su sustituto, el presidente interino Dioncounda Traoré, abandonara el país a finales de mayo tras ser brutalmente agredido en el palacio presidencial por una masa de manifestantes.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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