Pavarësia

No es un ejemplo. Más bien un mal ejemplo. Quien quiera utilizarlo como modelo a imitar lo tiene bastante crudo. Es difícil creer que alguien en Cataluña o el País Vasco quiera seguir el ejemplo de Kosovo. Tomar a Québec, Flandes o Escocia como ejemplo puede ser lógico. Pero el camino kosovar a una independencia tutelada y sin una economía ni una sociedad que funcionen, después de pagar un altísimo precio en sufrimientos, guerras, crímenes y miserias, es más bien ridículo si se piensa en sociedades tan sólidas como la vasca o la catalana.

No es un antecedente, al menos para futuras secesiones. La UE ha dejado bien claro que hay que tratar esta cuestión como un caso único. Pero debe ser un antecedente, en forma de advertencia y escarmiento, como han escrito atinadamente algunos comentaristas, para quienes quieran practicar la limpieza étnica en Europa. No me extraña, en cambio, que Putin quiera considerarlo antecedente. Tiene suficientes cuentas pendientes con ex repúblicas y regiones autónomas soviéticas como para interesarse en el caso kosovar de cara a ensanchar su influencia.

No es una violación del derecho internacional. Quienes violaron el derecho internacional, gravemente, y con resultados catastróficos, fueron los gobernantes y militares serbios que idearon una Gran Serbia, planearon la limpieza étnica y la llevaron a cabo allí donde pudieron. Ahora, como en la guerra contra Serbia, falta la cobertura del Consejo de Seguridad, por el previsible veto ruso. Pero esto no significa que sea ilegal, alegal como máximo.

No es una irresponsabilidad política permitir que Kosovo declare unilateralmente su independencia. La irresponsabilidad es mantener a este país en el limbo, después de lo que Serbia ha hecho y tras la negativa de Belgrado a aceptar el plan Ahtisaari. No hay que olvidar que el Gobierno serbio todavía no ha hecho los deberes en relación a los criminales de guerra que se esconden en su territorio: Ratko Mladic y Radovan Karadjic se hallan todavía en libertad.

No es un fracaso de Europa. El fracaso de Europa fueron aquellas guerras. El fracaso de Europa sería que volviera la limpieza étnica en la zona. El fracaso es que Rusia imponga su derecho de veto a la reorganización de espacio balcánico. El fracaso sería que no funcionara ahora la operación de apoyo militar, policial y judicial para convertir la nueva república en un país estable donde reine el orden y la ley.

No es un fracaso del Gobierno español y de la política exterior española, como se empeñan con ligereza algunos comentaristas, que pretenden atribuir a Zapatero y Moratinos la responsabilidad por la secesión kosovar. Más bien sucede exactamente lo contrario: el fracaso de la política exterior española y la demostración de su debilidad es que el Gobierno no reconozca a Kosovo inmediatamente como lo están haciendo los países con peso y autoridad en Europa. Y en este fracaso PP y PSOE se hallan en igualdad de condiciones y responsabilidades.

No es tampoco motivo de frívola celebración y regocijo. El nuevo Kosovo tiene por delante una vida difícil. Hay que proteger a la minoría serbia de Kosovo. Hay que convencer a Belgrado para que mire hacia delante, hacia Europa, y consiga digerir el trauma enorme de la pérdida de su posición hegemónica en los Balcanes. Hay que evitar que Rusia aproveche este movimiento para seguir avanzando sus piezas en un movimiento de polarización con la UE y la OTAN. Hay que volcarse en la estabilización del nuevo Estado.

España debe estar con los otros grandes países europeos en esta tarea y no ensimismada en sus problemas internos. Cuanto más pronto se reconozca desde Madrid la independencia (Pavarësia) de Kosovo, mejor para todos.