Un pilar de fortaleza y esperanza
Esta es la historia de la lucha tenaz de una madre hondureña por reencontrarse con su hija desaparecida en la ruta migratoria luego de ocho años de búsqueda
Dilma Pilar Escobar tiene 61 años. La conocí en junio de 2017 mientras trabajamos en el proyecto Desaparecer en el camino, una serie de historias del Comité Internacional de la Cruz Roja sobre personas desaparecidas de Centroamérica en la ruta migratoria hacia Estados Unidos. El día que nos encontramos, Pilar portaba una foto de su hija Olga Edelmira, que abandonó Honduras en 2009 escapando de la violencia en su comunidad. En la foto, Olga Edelmira tenía 19 años. Pilar usó esta imagen durante varios años, concretamente en las primeras caravanas de madres centroamericanas que buscan cada diciembre a sus hijos e hijas en el trayecto migratorio por México.
Cada día, numerosas personas y familias enteras migran de Honduras por varias razones: en primer lugar, buscando mejores oportunidades de vida; y segundo, huyendo de la violencia de los grupos delictivos organizados. Este segundo motivo es el que ha orillado a más hondureños a abandonar su país en los últimos años. Muchas personas nunca llegan a su destino. No existen datos oficiales sobre migrantes desaparecidos, solo estimaciones de organizaciones no gubernamentales, y estas cifras se cuentan por miles.
Volví a reencontrarme con Pilar hace unas cuantas semanas, casi a un año de la primera vez que conversamos. Recuerdo que en aquella ocasión mantuvo en todo momento la confianza de que su hija estaba con vida. “Yo sé que está viva”, me repitió reiteradamente. “Antes de morir, lo que más deseo en este mundo es poder volver a abrazarla”.
Antes de morir, lo que más deseo en este mundo es poder volver a abrazarla
Pilar, madre de Olga
Por eso tenía que volver a verla, para que me contara de primera mano su reencuentro y luego poder compartir su historia con otras madres y familiares que buscan a sus hijos e hijas desparecidos no solo en Honduras, sino en cualquier parte del mundo, y que en su testimonio otras madres y familiares inspiren su fuerza y mantengan la esperanza de retomar ese ansiado abrazo con su ser querido.
La angustiosa incertidumbre de una madre
Fue un 10 de octubre de 2009 cuando su hija se marchó de Honduras repentinamente. Ese día, Olga Edelmira salió de su casa como de costumbre rumbo a la maquila donde laboraba en San Pedro Sula, a unos 40 minutos de El Progreso, ciudad en la que han vivido casi toda su vida. Sin embargo, no regresó esa noche.
Dilma Pilar pasó la noche esperando y le fue imposible dormir. Olga tenía unas mellizas de pocos meses de vida que lloraron toda la noche esperando ser alimentadas por su madre. Pilar me cuenta que aparte de la angustia de esa noche, solo pudo dormir hasta calmar a las pequeñas con un biberón. “A las cuatro de la mañana, fui a la casa de mi otra hija, Nilvia, que vive muy cerca, y le dije que Olga no había vuelto”, recuerda mientras conversa conmigo.
“Nilvia y yo pasamos todo el día llamando a vecinos, parientes y amigos para preguntar si tenían alguna noticia de Olga. Cuando nos pareció que había pasado tiempo suficiente acudimos a la policía, pero no hicieron nada y dijeron que teníamos que esperar 48 horas para presentar la denuncia de persona desaparecida.
Primero fui al hospital de El Progreso, luego al Catarino Rivas de San Pedro Sula, pero no estaba en ninguno. Preparándome para lo peor, decidí ir a buscarla a la morgue. Allí me dijeron que no habían llevado ninguna mujer”, me detalla recordando la angustiosa noche.
Cuando Dilma Pilar y Nilvia salieron del tanatorio, tomaron un taxi. El taxista estaba leyendo un periódico y Dilma Pilar vio una noticia sobre dos mujeres encontradas asesinadas en un municipio cerca de la maquila donde su hija Olga trabajaba. Era en San Manuel, Cortés. Le preguntó al taxista si el periódico era de ese día y él respondió que sí. Dilma Pilar pensó que una de las mujeres que aparecían en la fotografía del periódico era su hija.
“¡Mira es ella!” le dijo a Nilvia, consternada.
“¡No!” le respondió Nilvia, “No son sus zapatos, ella usa sandalias”.
Decidieron volver a la morgue para comprobar si Olga estaba allí. Cuando entraron de nuevo, Dilma Pilar le expresó al personal: “Espero poder llevar a mi hija conmigo”.
“Quédese tranquila”, le dijo uno de los guardias. “No han traído a su hija aquí. Debe de estar viva...”
Uno de los psicólogos de la morgue le dijo a Dilma Pilar que echara un vistazo a los cuerpos. Lo hizo y comprobó que Olga no estaba. “No se preocupe, le daré mi número de teléfono y puede llamarme para ver si tenemos alguna noticia”, la tranquilizó el psicólogo. Después de una intensa búsqueda de tres días, Dilma Pilar regresó a su casa angustiada y llorando al ver a sus nietos, sin saber qué otra cosa podía hacer.
Sin embargo, unas semanas más tarde, Dilma recibió una llamada telefónica. Era Olga diciéndole que lo sentía mucho. Que estaba bien, pero había tenido que abandonar Honduras rápidamente después de recibir una amenaza. No dio más detalles. En la llamada también le aseguró que enviaría dinero para los niños. Pero después de algunas conversaciones durante un par de semanas, ya no hubo más llamadas.
¿Cómo se sintió? le pregunto. “Fueron tiempos difíciles. No quería que llegara la noche, no podía dormir pensando en dónde estaría mi hija, que pasó con ella, por qué no volvió a llamar”, me comparte recordando esos traumáticos momentos. “Tampoco comía. Mis nietos me veían y me preguntaban “Yaya, yaya, ¿Por qué lloras?”.
El importante apoyo de los comités de búsqueda
Llueve mientras nos trasladamos con Pilar a su humilde vivienda ubicada en un barrio de El Progreso. Es un típico aguacero manso de mayo. Su otra hija Nilvia, Nilvia, que es cinco años mayor que Olga, también nos acompaña. Nos sentamos en el sofá de la pequeña sala y aprovecho para preguntarle a Nilvia cómo les ha afectado esta angustia e incertidumbre.
“Mi mamá pasó muy mal durante casi un año. Llena de tristeza, no comía, solo pasaba llorando. Estaba preocupada por ella y tenía que ver de qué manera la apoyaba. Un día escuché por Radio Progreso —una radio local— un anuncio sobre Cofamipro y el apoyo que prestaban a familiares que buscaban a sus hijos desaparecidos. Entonces decidí que teníamos que ir juntas”, me comparte.
Cofamipro es el Comité de Familiares de Migrantes Desaparecidos de El Progreso, fundado hace 20 años. El comité aparte de recibir denuncias de migrantes desaparecidos, brinda apoyo emocional a las madres y asesoramiento en sus búsquedas. El Comité Internacional de la Cruz Roja les apoya en este fortalecimiento y acompañamiento.
“Mi mamá llegó llorando y no podía ni hablar“, recuerda Nilvia. “Si comparamos como estaba desde la primera vez, ahora sonríe, abraza y apoya a otras familias”, resalta Nilvia mientras toma de la mano de su madre. Desde que se fundó Cofamipro en 1998, unas 200 personas han sido encontradas, según cifras del comité. Hoy día Dilma Pilar es fundamental dentro de Cofamipro.
Continuará…
Francisco Javier Pavón Molina es oficial de comunicación del Comité Internacional de la Cruz Roja.
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