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“La gente, estadísticamente, está mejor, pero hay una tremenda cantidad de sufrimiento individual”

El profesor de la Universidad del Sur de California defiende en su último libro que el origen de la cultura humana se encuentra en los sentimientos que orientan la inteligencia

El neurólogo Antonio Damasio en La Pedrera, el edificio construido por Antoni Gaudí en Barcelona
El neurólogo Antonio Damasio en La Pedrera, el edificio construido por Antoni Gaudí en BarcelonaJoan Sánchez

La vida en sociedad, la capacidad de compartir pensamientos y de cooperar son rasgos que asociamos a la humanidad, pero su germen ya latía en la vida primitiva hace cientos de millones de años. En su último libro, El extraño orden de las cosas (Destino), el neurólogo Antonio Damasio (Lisboa, 1944) cuenta cómo las bacterias, similares a las primeras formas de vida, ya crean una dinámica social compleja. Estos microbios cooperan entre ellos para obtener recursos o imponerse en un territorio y condenan al ostracismo a individuos egoístas que no contribuyen a la causa común.

Aquellos mecanismos fundamentales ganaron complejidad con la aparición de los sistemas nerviosos y permitieron la aparición de la razón, que nos definen como humanos, y los sentimientos, que también lo hacen, aunque a veces se nos olvide. “Quiero que los lectores sean conscientes del vínculo entre lo que es nuestra vida cultural ahora y lo que es la vida de los primeros organismos. No es que los primeros organismos fuesen nada y nosotros todo, es una continuidad”, asegura durante una entrevista en Barcelona el profesor de la Universidad del Sur de California.

Después de realizar una descripción detallada de cómo cree que aparecieron los sentimientos, Damasio defiende su papel fundamental como guía para la acción, como impulsores de las artes o la medicina al hacernos buscar un equilibrio (un estado de homeostasis) que nos produzca bienestar. Como lleva haciendo durante gran parte de su vida, recuerda que la racionalidad no se puede separar de la emoción, igual que el cuerpo es inseparable de la mente.

Pregunta. ¿Por qué dice que no se da a los sentimientos la relevancia que tienen?

La visión de la humanidad se está convirtiendo cada vez más en una visión algorítmica. Todo opera de acuerdo a códigos, ya sea genético o los códigos de sistemas de computación

Respuesta. Si vienes de las humanidades o trabajas en las artes, o eres un ser humano normal, sabes que los sentimientos son importantes. Pero si observas el mundo de la tecnología y la ciencia, te das cuenta de que los sentimientos tienen cada vez menos peso en el discurso. Si vas a lugares donde la ciencia y la tecnología están más cultivadas, como Silicon Valley, verás que los sentimientos allí no son importantes, que lo importante es la inteligencia y que la inteligencia no involucra los sentimientos.

La visión de la humanidad se está convirtiendo cada vez más en una visión algorítmica. Todo opera de acuerdo a códigos, ya sea genético o los códigos de sistemas de computación. La noción de la computación es muy dominante en la cultura y es la razón por la que he insistido en el hecho de que no se da suficiente valor a los sentimientos. El motivo por el que no se les da importancia es porque no se les considera fuente de cultura. Hace unos años, durante un mes estuve preguntando a amigos y colegas sobre el origen de la cultura. ¿Por qué desarrollamos las artes, la ciencia, la tecnología, los gobiernos? Las respuestas eran que, obviamente, porque somos muy inteligentes, porque tenemos una gran capacidad intelectual, porque tenemos habilidad para comunicarnos con lenguaje. Ni una sola persona dijo que era por la motivación que recibimos a partir de nuestro sistema de creencias. Creo que ha pasado desapercibida la idea de que los sentimientos de dolor o sufrimiento o de intentar estar bien motivan todo la creación de esas prácticas e instrumentos de la cultura.

Y luego es verdad que el intelecto es extremadamente importante, porque si vas a inventar un refugio o ropa, o medicina para tratar el sufrimiento, tienes que saber aplicar tu intelecto. Pero estás haciendo todo eso porque tu sistema te pide que lo hagas a través de los sentimientos. La medicina se inventa porque hay dolor y el doctor te da una medicina. ¿Cómo sabéis tú y el doctor que la medicina está funcionando? Lo sabemos porque el dolor desaparece y el sentimiento de dolor desaparece y aparece otro que es el de bienestar. Así que son los sentimientos los que nos ayudan a interpretar el efecto del agente cultural.

La cultura funciona por un sistema de selección parecido al de selección genética excepto que lo que está siendo seleccionado es un instrumento que ponemos en práctica. Los sentimientos son un agente en la selección cultural. Creo que la belleza de la idea está en ver los sentimientos como motivadores, como un sistema de vigilancia, y como negociadores.

P. En el libro habla también de la crisis de los sistemas políticos en regiones que se podían considerar exitosas, como EE UU o Europa. Es curioso que tras la caída del comunismo y cuando había quien hablaba del fin de la historia se reavivan nuevos conflictos como vemos en España con Cataluña o el Brexit en Reino Unido. ¿Necesitamos el conflicto?

R. Podría ser. He pensado a veces sobre ello, pero creo que no es así. El gran desencadenante del conflicto actual es el capitalismo desatado que hemos tenido en los últimos 20 o 30 años. Tras la Segunda Guerra Mundial hubo una época de una homeostasis inmensa, una época de reducción de conflictos, a pesar de Vietnam o la guerra de Corea. Hubo alguna guerra casi en todo momento, pero no una guerra generalizada. Se crearon las Naciones Unidas, una carta por los derechos humanos, hubo un periodo considerable de justicia y cierto grado de igualdad. Pero después, hacia el final del siglo XX, las desigualdades comenzaron a crecer de forma intensa. La gente, estadísticamente, está mejor si se consideran los grupos, pero si miras a los individuos hay una tremenda cantidad de sufrimiento individual y miseria.

El gran desencadenante del conflicto actual es el capitalismo desatado que hemos tenido en los últimos 20 o 30 años

P. Pese a que ahora tenemos otra forma de entender el mundo distinta de la religión como es la ciencia, el atractivo de las creencias religiosas sigue siendo muy elevado. Usted menciona que hay una selección natural favorable intensa para esas creencias. ¿Es posible que a veces nos veamos atrapados por determinados sentimientos que fueron útiles en el pasado y ya no lo son?

R. Creo que la idea de estar atrapado en algo que es muy viejo y no es útil es correcta, pero determinar si algo es útil o no depende de las condiciones en las que uno vive. Si estás en una cultura que es muy pobre donde no tienes medicina o poca comida, si alguien viene y te dice que rezar a un dios va a mejorar tu vida y eso te ofrece consuelo y algo de tranquilidad y dignidad, ¿por qué no hacerlo?

Eso es muy interesante sobre el valor homeostático de la religión y de muchas soluciones culturales que tienen que ver con la política. Cuando miras al marxismo, Marx proponía algo que la gente veía que podía hacer su vida mejor. ¿Funcionó? Eso depende de cómo se llevó a cabo. Fue mala suerte que se aplicase por primera vez en Rusia, que no era el lugar más adecuado. Pero hay lugares en los que algunos aspectos de aquellas soluciones han funcionado y han creado una sociedad mejor.

P. ¿Es posible crear una sociedad gobernada solo por la razón?

R. Siempre tenemos unos sentimientos con los que negocia nuestra razón. Esta idea de que los sentimientos fueron una parte de la historia y entonces a partir de cierto punto te vuelves racional y vas a dirigir el mundo con la razón no tiene sentido. Si te digo que he decidido que este mundo va a ser mucho mejor si haces esto y lo otro para que lo aceptes y lo hagas, vas a preguntar: ¿Por qué tengo que hacerlo? La resistencia a las imposiciones es parte de nuestra naturaleza, rechazamos los dogmas. Así que la negociación de la razón a través del afecto es necesaria. Somos criaturas afectivas y eso no va a desaparecer.

P. La inteligencia artificial se va a convertir en un aspecto fundamental de nuestras vidas y hay quien ya habla de la posibilidad de volcar nuestra mente en un ordenador, pero usted afirma que no solo somos un algoritmo, que nuestro cuerpo es una parte fundamental.

R. Los ingenieros están convencidos de que el sustrato no cuenta. Y eso es un gran error, porque no prestan atención a los sentimientos. La inteligencia artificial opera en el mundo del intelecto. Es un mundo muy preciso, pero nosotros somos mucho más blandos, operamos en un mundo de vida vulnerable. Si vas a Silicon Valley y hablas con esa gente, no se ven a sí mismos y no ven a otros, son muy buenos con las matemáticas y con la computación y piensan que todo el mundo es código. Pero no lo es. Un ordenador no tiene enfermedades, no se va a resfriar, no va a tener cáncer. Nosotros estamos hechos de un material muy vulnerable. Si sales a la calle y cruzas con un semáforo en rojo y un coche te golpea te rompes los huesos y puedes morir. El sentido de si la vida está siendo buena o mala se expresa a través de los sentimientos. Los sentimientos expresan mentalmente si la homeostasis está funcionando o no y eso no lo puedes tener en un ordenador a menos que crees un cuerpo para el ordenador. Por eso, cuando alguien plantea que va a cargar su conciencia en un ordenador, pregunto si va a cargar también un cuerpo. Porque si no cargas también tu cuerpo, no vas a ser tú. Será un ordenador con tus ideas, pero no tendrá tus sentimientos.

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