Placebos
Me acordé de los placebos viendo a los asistentes del congreso socialista cantando La Plurinacional con el puñito en alto
En San Sebastián ha tenido lugar hace pocos días un simposio sobre Evidencias Científicas en Homeopatía. Los donostiarras somos muy dados a brujas buenas y bebedizos de hierbas curativas, por tanto hospitalarios con todos los alternativos que triscan por el mundo. Claro que cuando nos ponemos malitos de verdad vamos a Osakidetza, no vayan a creer. El figura de estas jornadas es Peter Fisher, director del Real Hospital de Londres de Medicina Integrativa, y, según él, médico de la reina Isabel. ¿Ven? Otra prueba de la salud de hierro de la soberana británica: ha llegado a los 91 años... ¡cuidada por un homeópata! El figura ha pedido que la homeopatía entre en el sistema público de salud, como en otros países. Eso ya me parece excesivo, España no es un país rico: aquí el dinero de la Seguridad Social va para atender necesidades, pero las aficiones se las costea cada cual de su bolsillo. No tengo nada contra los placebos, como no tengo nada contra las serpentinas, matasuegras y otros elementos de ilusión. Pero cuando el niño se pone enfermo hay que llevarle al médico de verdad, no al experto en folklore integrativo...
Me acordé de los placebos viendo a los asistentes del congreso socialista cantando La Plurinacional con el puñito en alto. ¡Enternecedor, como los niños que en casa juegan con el gatito a repetir lo que vieron al domador hacer con los leones en el circo (cuando los había)! Eso de la “nación de naciones” está bien como placebo, para matar el rato. A España la pueden llamar como quieran para ir tirando, pero resulta que está real y gravemente enferma. Ya le han dado todos los placebos aconsejables, incluso algunos más de lo prudente. Ahora necesita ir al médico de verdad. ¿Qué hacemos, doctor Sánchez?
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