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CLAVES
Columna
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Rebelde con causa

En lugar de intentar comprender a los militantes, los acusamos de miopía o los compadecemos como víctimas de encantadores de serpientes

Víctor Lapuente
Pedro Sánchez en la sede de Ferraz tras ganar las primarias.
Pedro Sánchez en la sede de Ferraz tras ganar las primarias. Claudio Álvarez

La victoria de Pedro Sánchez es como el Brexit y la elección de Trump. Pero no porque la pasión y la mentira hayan derrotado a la razón y a la verdad, sino porque en todos estos casos parece que son los expertos quienes se han hartado de los votantes y no a la inversa. En lugar de intentar comprender a los militantes, los acusamos de miopía o los compadecemos como víctimas de encantadores de serpientes.

Es fácil tildar a Sánchez de populista. Sus soflamas contra los poderes económicos o su imagen cantando La Internacional con el puño alzado destilan un olor rancio: el líder que une a los suyos a costa de dividir a la sociedad.

Pero es difícil entender por qué Sánchez es tan popular. Ideológicamente ha sido inconsistente, una veleta que ha transitado del mestizaje ideológico —y de un pacto moderado con Ciudadanos— al indigenismo izquierdista.

Pero, precisamente por esa capacidad camaleónica, las comparaciones con el radicalismo de Benoît Hamon y Jeremy Corbyn son precipitadas. Y es que, a diferencia de los líderes socialistas francés y británico, que tienen problemas para proyectarse más allá de la militancia, Sánchez era el candidato a la secretaría general más atractivo para los potenciales votantes socialistas. Aventajaba claramente a Susana Díaz entre aquellos que desertaron a Podemos y sus confluencias. Pero también vencía a Díaz entre los potenciales votantes centristas.

Militantes y simpatizantes del PSOE ven algo en Sánchez que se les ha escapado al aparato socialista y a la intelligentsia progresista: el nuevo secretario general no atrae por tener la claridad mesiánica del Che, sino la confusión rebelde de James Dean. Trata con desprecio a sus progenitores y no sabe a dónde va. Pero sí de dónde quiere huir. Y ese espíritu de rebeldía genera simpatía.

Al PSOE le espera un camino ignoto hasta recuperar las ciudades, comunidades autónomas y votantes jóvenes que ha perdido. Para conducirlo bien, Sánchez tiene que reconocer errores y moderar su discurso. Pero ningún otro candidato tenía su fuerza contagiosa. Ahora solo hace falta que la temple. Y se pueda convertir así en un rebelde con causa. @VictorLapuente

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