Los hospitales cambian el ‘chip’, para que los niños ingresados estén como en casa
Murales decorativos, salas de colores, menús divertidos y actividades lúdicas se multiplican en las áreas pediátricas
Juan Pedro tiene tres años y otra vez está hospitalizado. Un trastorno biliar lo llevó al quirófano a los dos meses de nacido y lo mantiene por largos periodos bajo supervisión médica. Esta vez ha viajado de su natal Vitoria a Madrid y está internado en el Hospital 12 de Octubre, planta 7B, cuarto Conejo. Sí: cuarto Conejo. Aquí las habitaciones no tienen números, sino animales o duendes que están pintados en las paredes para que los niños se sientan en un entorno menos frío que el típico cuarto frío de hospital. En los últimos diez años, cada vez más unidades infantiles han adaptado su infraestructura con murales, espacios de juego o actividades recreativas, ya que se ha demostrado, asegura el jefe de pediatría del 12 de Octubre, Jesús Ruiz, que la humanización de los espacios médicos mejora la recuperación de los pacientes.
A la hora de la medicina, Irune Ropero, la madre de Juan Pedro, no necesita hacer avioncito o usar estratagemas. El niño solo coge una de las jeringas contenedoras y empuja el líquido dentro de su boca: “¡mmm!”. Con la segunda frunce el ceño y los labios. A la tercera, agita la cabeza y pide agua para pasar el trago amargo. Lo pasa y vuelve a sonreír. “¿Qué le das de comer al conejo?”, pregunta la madre. “¡Zanahorias!”, contesta sin rastro de malestar. El mural pintado dentro del cuarto no es solo decoración, “es una herramienta, le sirve de guion a las madres para inventarse un cuento”, asegura la subdirectora de enfermería, Clotilde Pose, y Ropero confirma su teoría. “Le cambias un poco el chip; no está como castigado en el hospital porque está malo”, comenta.
La decoración es solo una parte de las medidas que ahora toman las áreas pediátricas. Empiezan a abundar las terrazas de juegos, visitas de payasos y magos, cine, teatro o ciberaulas para los niños más grandes que ya usan cotidianamente la tecnología. El Complejo Hospitalario de Navarra ha creado un cuento para explicar a los niños los procesos de cirugía, y el de León tiene coloridos menús para hacer más atractiva la comida a los niños.
Uno de los hospitales pioneros en estas acciones es el Niño Jesús, de Madrid, fundado hace 140 años, que desde hace medio siglo tiene un colegio para que los menores internados no se atrasen en sus clases y lleva más de 35 años haciendo mejoras físicas y actividades lúdicas. Hace poco más de una década, asegura la responsable de atención al paciente, Carmen Sivit, otros centros hospitalarios empezaron a pedirles asesorías. Hoy presumen de contar con más de 6.000 actividades y 300 voluntarios al año. Aun así, siguen innovando, dice Sivit, y en los últimos dos años se han enfocado más en mejorar la calidad de vida de los niños que pasan largas temporadas en el hospital, para que no solo sea una tarde de payasos, sino, por ejemplo, un taller con un escritor que puede durar un mes.
Decorando la segunda casa
La remodelación del 12 de Octubre empezó a partir de una dura experiencia familiar. El quinto hijo de Patricia Abruña nació con un problema en el hígado que los obligó a prácticamente vivir en hospitales durante tres años. Cuando Pablo iba en el tercer trasplante y le encontraron un tumor, la familia decidió que en lugar de rendirse, no iban a llorar una lágrima más dentro del cuarto del niño. Pidieron permiso para llenar de luces de colores y pintar con acuarelas. “Vimos que por un lado estaba lo que le hacían los médicos, pero influía nuestro estado de ánimo. Pablo no habló hasta los cinco años, pero veíamos que si tú estabas alegre, él estaba alegre”, recuerda.
Pero mientras Pablo salió adelante, a otro de sus hijos, Jaime, lo atacó una leucemia que mutó y en menos de un año le causó la muerte. Su madre se consuela con la certeza de que mientras estuvo hospitalizado, no fue un niño infeliz, ya que repitieron la estrategia de rodearlo de color y alegría. Cuando murió, sus padres crearon la fundación que lleva su nombre, Jaime Alonso Abruña, y que desde 2013 ha reformado cuatro plantas del hospital. Patricia se comprometió con la idea de hacer el 12 de Octubre lo más acogedor posible para todos los que tienen que ver pasar las horas sin poder salir de ahí. “Yo he tenido el respaldo de mi familia, pero hay madres muy solas, con lo cual, cuando tienen a un hijo enfermo, es que esta es su casa”, afirma.
El doctor Ruiz, jefe de pediatría confirma que han adoptado como uno de sus objetivos prioritarios lograr que los niños internados se sientan lo más parecido que sea posible a si estuvieran en su casa. “Hay estudios que demuestran claramente que un ambiente agradable, con dibujos alegres, favorece muchísimo el estado de ánimo del niño, y el estado de ánimo favorece el curso de la enfermedad, tienen muchos menos problemas médicos, incluso con enfermedades graves”, afirma. Las medidas de humanización incluyen dejar que los padres pasen el mayor tiempo posible junto a sus hijos, y no como hace décadas, que el menor llegaba al hospital y quedaba en manos de los doctores en un plano totalmente profesional.
Un recuerdo sin trauma
A los siete años, Cristina había pasado por la operación de un tumor, quimioterapias y autotrasplantes de médula ósea. Cuando dos años después tuvo una recaída, a su madre, Marisa Gayarre, le preocupaba horrores decirle que tendría que volver a pasar largas temporadas en el hospital. Pero la niña no se lo tomó tan mal. En su estantería guardaba todavía el cerdito morado con la cola rosa que hizo después de su segundo autotrasplante de médula, cuando sus defensas estaban tan bajas y su cuerpo tan débil que no había querido salir de su cuarto. “Vinieron unos voluntarios, hincharon globos y los envolvían con escayolas que trajeron las enfermeras. Pues se pegó toda la tarde emocionada; parece una tontería, pero estaba encantada y después se fue animando un poquito más”, rememora.
Como ese cerdito, gracias a las actividades del madrileño Hospital de La Paz, Cristina tiene muchos recuerdos que, según su madre, no son un trauma. “Se acuerda de fulanito del hospital, o cuando hicimos pulseras, su primera Nintendo, porque en casa nunca había habido una”. Una de las iniciativas que mejor ha funcionado con pacientes de oncología son los videojuegos. La asociación Juegaterapia reparte consolas bajo el lema “la quimio jugando se pasa volando”. El jefe de pediatría del Hospital 12 de Octubre está convencido de la eficacia de esta estrategia. “Un niño que juega no está enfermo… por lo menos en ese momento. No se percibe como enfermo”, explica.
La historia de Cristina motivó a una amiga de su madre, Suzana Curic, a correr un triatlón y recaudar fondos para remodelar la planta de oncología por la que ha tenido que pasar la niña. En un mes y medio ha logrado juntar casi 5.500 euros que irán destinados a la fundación CurArte, una asociación que también fue pionera en el mejoramiento de espacios médicos y que ahora ya ha intervenido en 22 hospitales de todo el país. Su directora, Pilar García-Valdés, ve con entusiasmo que el personal médico y la sociedad se han ido dando cuenta de la importancia del entorno que rodea a los niños. El siguiente paso, en su opinión, es que la humanización de espacios se haga desde que se proyecta un nuevo centro médico. “A nosotros nos llaman mucho cuando acaban de construir un hospital, todo impecable pero todo blanco, ¡y ahora es dinero de más que hay que poner! Mientras que si lo hacen desde el principio queda precioso y ya lo haces integral, como lo hacen en América y en el norte de Europa”, dice.
Un menú irresistible
El Hospital Universitario de León cumple seis años con una exitosa medida entre los niños: un menú en el que una tortilla de patatas puede ser una luna y un plato de guisantes y jamón, un árbol. La idea surgió cuando en una encuesta entre los menores hospitalizados sobre qué era lo que menos les gustaba, la respuesta más repetida fue la comida. Eso fue un golpe, porque se invierte mucho en alimentación, explica la subdirectora de gestión y servicios generales, Soledad Parrado.
Así que decidieron innovar con los platos, y con el mismo presupuesto e ingredientes, entre pediatras y dietistas crearon una colorida carta y unas bandejas que los niños están ansiosos por destapar. La satisfacción con los alimentos aumentó un 33% y aumentó también la ingesta. "La buena alimentación está muy relacionada con la reducción de la estancia hospitalaria y con la mejora de la salud", detalla.
La iniciativa fue premiada en el 4º Congreso de Humanización de Hospitales, en 2011, y ha sido imitada en el Hospital Sant Joan de Déu, de Cataluña, y el Hospital Virgen del Puerto de Plascencia, en Extremadura.
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