Transición inacabada
Nuevas y viejas formaciones, aquí y en Europa, buscan su sitio en un entorno donde la oferta política cambia y está más repartida
Desde que comenzó el año, la actividad política parece haberse convertido en un complemento secundario de lo que pasa en los partidos. No es el signo fatídico de nuestro sistema, sino el resultado de que nuevas y viejas formaciones, aquí y en Europa, estén buscando su sitio en un entorno donde la oferta política cambia y está más repartida. En España esto es parte del proceso de reconversión del sistema de partidos que comenzó en diciembre de 2015. La pregunta es: ¿hasta cuándo esta transición?
Hay dos factores que pueden alargarla. El primero es que el sistema de cuatro partidos no resista y pasemos a uno de tres. Si bien durante los últimos meses la distribución de los apoyos electorales se ha mantenido bastante estable, las cosas pueden cambiar si en las circunscripciones más pequeñas los votantes acaban coordinándose alrededor de los partidos con mayores posibilidades de conseguir escaños.
El segundo factor es que la vida interna de los partidos siga siendo convulsa a causa de las divisiones internas. La adaptación al nuevo escenario de competición está poniendo a prueba la unidad de los partidos, que es precisamente una cualidad esencial en un contexto más fragmentado. Que un partido funcione como un bloque asegura una mayor capacidad de pacto con distintas formaciones y, para ello, sus dirigentes deben arrastrar a moderados y radicales en cada decisión. Si no hay unidad, el pacto es más difícil. Y sin este, en ausencia de mayorías, no hay leyes.
El problema es que la necesidad de pacto también conlleva una mayor exposición de los partidos a sus contradicciones internas. Delimitar las líneas rojas de la negociación o el tipo de concesiones aceptables son decisiones que pueden reabrir divisiones. En el actual escenario fragmentado, las cicatrices internas se cierran peor.
Si el sistema de partidos sigue en transición es debido al papel que pueden desempeñar las reglas electorales y a las exigencias de unidad que se imponen en un entorno más fragmentado. Aunque algunos prefieran interpretarlo como el sino fatal de nuestro sistema, condenado al faccionalismo y a la inestabilidad. @sandraleon_
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