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La violencia del fútbol portugués está en el palco

Los presidentes del Benfica y el Sporting abochornan con su comportamiento

Bruno de Carvalho, presidente del Sporting de Lisboa.
Bruno de Carvalho, presidente del Sporting de Lisboa.

Escupitajos, insultos, amenazas, instrucciones a los periodistas, denuncias en los tribunales, visitas a los árbitros... no hay límite a la agresividad física y verbal del fútbol. En el caso del fútbol portugués, la singularidad es que no son los futbolistas los generadores, sino los que presiden los principales clubes de Lisboa, el Benfica y el Sporting. En una competencia deportiva que en el campo es de lo más sana, resulta que se encona y se lleva a los máximos extremos en el lugar menos esperado, en el palco de los señores. El palco es una metáfora, porque para empezar, en esta situación tan extraña del fútbol portugués, resulta que el presidente del Sporting ni siquiera se sienta en él. El original mandamás prefiere sentarse en el banquillo, junto al entrenador y sus jugadores. Antes, entre y después de los partidos entra en los vestuarios y allí, en más de una ocasión, ha protagonizado incidentes violentos.

La excentricidad del presidente del Sporting —que se extiende con sus tuits incendiarios y agresivos— compite con la del presidente del Benfica que, aunque ocupa su lugar en el palco, cuando le place también se sienta, después del partido, en primera fila de la sala de prensa y advierte a los periodistas de que va a estar atento a lo que preguntan a su entrenador y al del equipo contrario. Además, reparten a sus periodistas-peleles argumentarios para atacar al periodista contrario o rebatir críticas en las tertulias. Un empate o una derrota casi siempre es culpa del árbitro y/o de una conspiración.

El matonismo de uno y de otro, sus formas más propias de una república bananera, llegan con harta frecuencia a los tribunales ordinarios y a los comités de la competición. Reciben sanciones, advertencias y unos euros de multa, pero como ellos no van a meter goles, y hablar, aunque sea en su tono agresivo, es un derecho constitucional, continúan fomentando odio entre unos y otros, un odio que recientemente causó una víctima mortal, pero que no ha dado pie a reflexionar de que quizás los responsables de la generación de la violencia no son los forofos de las gradas, sino los señores del palco.

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