Vacunas: ¿qué se está haciendo mal?
Hasta los antivacunas admiten que la inmunización funciona. ¿Qué dudas se están transmitiendo a la población para que crezcan estos grupos?
Los Días de, instituidos por Naciones Unidas o por otras prestigiosas instituciones, son jornadas reivindicativas para recordar al mundo que quedan injusticias por resolver, enfermedades sin cura, poblaciones abandonadas y muchas otras deficiencias que nuestra sociedad acarrea. Veinticuatro horas dedicadas a hablar del asunto en cuestión y dar visibilidad a la campaña con ideas, lamentos y pocas soluciones de futuro. No conozco ningún día de estos que haya dejado de celebrarse debido al gran éxito del anterior o porque se haya solucionado el agravio.
Si en vez de un día se celebra una semana entera, es que el problema debe ser morrocotudo. Si además lo promociona la OMS entonces me pongo a temblar, después del poco crédito que tiene en cuestión de epidemias tras la gestión de la gripe A, pero bueno, dejemos ese tema para otro rato y nos centraremos en el asunto en cuestión: Semana Mundial de la inmunización 2017: Las vacunas funcionan
¡No te digo! a la OMS se le ocurre el genial lema de las vacunas funcionan e incluso un hashtag para redes sociales, #lasvacunasfuncionan, y le dedica toda una semana entera para explicarlo. ¿Alguien duda que las vacunas funcionen? No, claro que no, todo el mundo asume que las vacunas funcionan y tienen su efecto protector contra enfermedades. Incluso los antivacunas más recalcitrantes admiten su efecto protector, otra cosa es que, por ignorancia, bulos, pseudociencias y otras teorías conspirativas piensen o crean que producen daños o que no son tan necesarias, y prefieran no vacunar y asumir el riesgo en carne ajena dejando al descubierto a sus hijos.
Así que habría que proceder a cambiar un lema que no tiene discusión y centrarse en por qué cada vez más hay colectivos que opinan que es mejor no ponerlas, hasta el punto de que renacen enfermedades ya casi olvidadas como el sarampión.
Es muy angustioso para cualquiera, y doblemente para un pediatra o sanitario, leer en prensa que un niño murió por una enfermedad prevenible. Supongo que un ingeniero debe sentir lo mismo cuando un niño muere por no ponerse un cinturón de seguridad en el coche, aunque haya gente que opine que los cinturones son peligrosos y es una manía represora de los guardias. O para un sindicalista o delegado de seguridad laboral ver cómo cae un obrero en el tajo porque opinaba que el arnés era un estorbo y le impedía trabajar a gusto.
Opinar, creer, pensar son verbos que no casan bien con la ciencia, el adecuado es saber. ¿Qué sabemos de vacunas?
Que evitan enfermedades y que algunas han desaparecido del mundo como la viruela, o casi, como la polio si no fuera por las guerras; la rubeola en embarazadas, el sarampión si no fuera por algunos colectivos, la tosferina si la vacuna no fuera tan mala y de corta duración, la difteria o el tétanos cuando se hace bien.
Que otras como la hepatitis B y su consecuencia, la cirrosis hepática, están en franca decadencia.
Que otras temibles enfermedades con menos predicamento, pero muy graves en la infancia, casi no se ven o han disminuido, como la meningitis C o la producida por hemofilus.
¿Qué opinamos, qué creemos, qué suponemos de las vacunas?
Aquí se abre todo un campo yermo y estéril para la discusión, que no rehúyo, pero que podríamos hacer aquí o mejor en forocoches o foro en femenino con la misma calidad de criterio. Si estamos hablando de vacunas y medicamentos, tendremos que ir a los datos, que son machacones y avisan de que no estar vacunado implica asumir un riesgo importante que deciden los padres, que harán caminar por el alambre a los hijos.
Acepto discutir con datos si tal o cual vacuna es buena o mediocre, que las hay, si la política de la OMS o del Comité Asesor de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría es la adecuada o la óptima, si la salud pública tan denostada por este Gobierno es correcta o no. En fin, si la política de vacunas está siendo buena o es la causante de la aparición de los disidentes. Todo ello podemos debatirlo con ciencia, con datos y con evidencia. Pero decir que las vacunas funcionan me parece de tal obviedad que sobra.
Vacunas sí, sin dudarlo, pero dejemos que pase esta semana de lamentos y mensajes apasionados y después avancemos un poco más en el debate, revisemos con calma qué se está haciendo mal, qué dudas se están transmitiendo a la ciudadanía para que la población tenga que decidir si está a favor o en contra.
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