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Columna
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Médicos capaces de hablar de vacunas a los padres

Holanda dedica 2 millones de euros a despejar dudas sobre la inmunización infantil

Isabel Ferrer
Manifestantes en La Haya contra la política europea de no vacunación
Manifestantes en La Haya contra la política europea de no vacunaciónASSOCIATED PRESS

Implantado en 1957, el calendario holandés de vacunación ha salvado desde entonces 9.000 vidas. La cifra es del Instituto Nacional para la Salud y el Entorno (RIVM), que ha destinado dos millones de euros a preparar mejor a los pediatras que reciben a padres preocupados por los posibles efectos adversos de la inmunización. Hoy, nueve de cada 10 pequeños está protegido, pero los expertos han observado un descenso del 0,5% en las vacunaciones de recién nacidos (que son voluntarias) en los dos últimos años. En otros países también hay progenitores llenos de dudas sobre la necesidad de introducir productos químicos en el cuerpo inmaduro de sus hijos. Muy activos en las redes sociales, el RIVM señala dos tipos de rechazo: quienes prefieren una buena higiene, alimentación y cuidados para superar los virus y los calvinistas ortodoxos, que aceptan las enfermedades como un designio divino.

El nuevo programa pretende entrenar al facultativo para que actúe sin paternalismo. Una de las teorías recurrentes es la supuesta relación entre el autismo y la triple vírica (sarampión, paperas y rubeola) indicada a los 18 meses, y se desea que el médico escuche y explique de forma asequible los informes contrastados que descartan la toxicidad neurológica de esa y otras vacunas.

La comunidad ortodoxa supone otro tipo de reto. Formada por unas 200.000 personas repartidas por el denominado cinturón bíblico (cruza Holanda desde el suroeste al centro-este) aplican el calvinismo radical a sus vidas: acuden a los mismos colegios e iglesias, solo leen prensa confesional y la Biblia rige su quehacer. En 1978 y en 1992 dos epidemias de polio causaron allí seis muertes en total. En 2013, una niña falleció durante un brote de sarampión. A pesar de sus profundas convicciones cristianas, rechazan la idea de la vacunación en nombre del bien común, y sus índices están por debajo del 90% o 95%, considerado seguro. Su postura, y la de otros padres laicos, ha llevado al Parlamento a plantearse si obliga a las guarderías a informar a sus clientes de los niños que lleguen sin vacunar.

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