Argentina, en el mundo

La visita de Mauricio Macri a España ha confirmado un profundo cambio de mentalidad en la presidencia de Argentina sobre cuál debe ser el papel en el mundo del país sudamericano y su manera de entender las relaciones bilaterales e internacionales en general. El que además su llegada a Madrid haya coincidido con un drástico realce del protocolo elaborado para el recibimiento de jefes de Estado extranjeros ha contribuido, sin duda, a resaltar el nuevo clima de entendimiento entre ambos países. Se puede afirmar que las relaciones han entrado en una vía de normalidad, cooperación y defensa de los intereses comunes que nunca debió de abandonarse.

Macri tiene el gran mérito de haber tomado las riendas de su país con una incuestionable dosis de realismo. En vez de recurrir a una retórica política tan vacía como ineficaz y de utilizar a su favor las estructuras montadas por Administraciones anteriores para falsear los datos económicos, el presidente ha puesto a su Administración y a la sociedad frente a la dura realidad de los esfuerzos necesarios para que Argentina vuelva a gozar de un bienestar y una situación económica que respondan a su indudable capacidad. El mandatario argentino —lo ha mostrado en sus intervenciones en España— no oculta que todavía deben hacerse importantes sacrificios para entrar en una dinámica positiva. Macri considera, acertadamente, que su elección constituye una ruptura con el discurso victimista que culpaba sistemáticamente a los demás de cualquier dificultad que pudiera sufrir Argentina y no aceptaba la más mínima autocrítica. Como el mandatario argentino destacó en el encuentro organizado ayer por EL PAÍS: “No es que las dificultades acabaron, pero ahora dejamos de lado la intolerancia y ponemos la verdad sobre la mesa”.

En este aspecto, es imposible no resaltar el compromiso del presidente argentino con la seguridad jurídica —fórmula cuya simple mención irritaba profundamente a las dos anteriores Administraciones argentinas— y con la necesidad de que Argentina se abra al mundo tanto en términos económicos como geoestratégicos. La inversión extranjera es algo necesario en todas las economías del mundo, incluyendo las más desarrolladas. Demonizarla solo lleva a un autoestrangulamiento económico que genera pobreza. No se trata de “vender el país”, como demagógicamente se repetía desde el Gobierno anterior a Macri, sino de aprovechar las oportunidades que genera la apertura —y más en una época de globalización— para generar una riqueza que beneficie en primer lugar a la sociedad argentina.

Del mismo modo, es destacable la seriedad con la que Argentina ha asumido su posición en el mundo y ha regresado a su lugar natural: el del grupo de naciones que respeta la democracia, defiende los derechos humanos y considera que las libertades ciudadanas no son negociables en el nombre de ninguna ideología. El pueblo venezolano tiene sin ninguna duda un gran aliado en el Gobierno de Macri, quien se ha expresado sin matices a favor de la democracia en toda Sudamérica.

El regreso de Argentina al mundo es una buena noticia para todos, dentro y fuera de su país, y especialmente para España.