‘Droite divine’
Apostar por una supuesta revolución es más accesible para quien puede esquivar sus consecuencias
“Si viviésemos en la Alemania de 1930, más de la mitad de vosotros seríais de las juventudes hitlerianas”. Con esa frase, el profesor de Historia provocó el efecto deseado: sus alumnos, nosotros, sociólogos en ciernes en la España de la mayoría absoluta de Aznar, nos sentimos entre escandalizados e impactados. Continuó: el fascismo, el nazismo, constituían la vanguardia cultural en aquella Europa. Estar de su lado era posicionarse contra la élite liberal dominante. Era, en una palabra, rebelarse.
No estamos en la Alemania de entreguerras, es cierto. Pero en Francia, hoy, uno de cada tres menores de 24 años está con Marine Le Pen. En Estados Unidos, pese a que los jóvenes votan mayoritariamente demócrata, existe un efervescente movimiento de derecha nacionalista pretendidamente alternativa, con implantación en campus universitarios, que emplea el ataque a lo políticamente correcto como vía de entrada para ideas supremacistas. Y aquí van surgiendo entre la juventud conectada ciertos grupos, aún vagamente definidos, aprendices de contracultura reaccionaria adaptada a las distintas banderas: rojigualda o cuatribarrada.
Para algunos la extrema derecha se ha convertido en algo cool. Pese a que su base amplia se encuentra más bien en zonas menos densamente pobladas, entre personas de edades más avanzadas o de menor formación, está claro que dispone de capacidad para reclutar cuadros, fuerzas de choque cultural o incluso líderes de opinión entre la juventud urbana.
Sucedió ya con muchos hijos de la élite, o de hogares acomodados, que se acercaron a todo tipo de ideologías extremas en el siglo XX: apostar por una supuesta revolución es más accesible para quien puede esquivar sus consecuencias. Si uno pertenece a la clase dominante, internacionalizada, bien posicionada, ¿qué pierde exactamente probando de las mieles del radicalismo?
Tanto si triunfa como si se disuelve, se podrá mantener en la misma situación de privilegio que ocupa hoy mismo. En este caso, como en tantos otros, a algunos rebelarse les sale gratis. Ellos, que juegan con el futuro de otros, son la droite divine. @jorgegalindo
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