Fuera maniqueísmos
Los candidatos al PSOE deben alejarse de los enfrentamientos del pasado
El futuro de los socialistas se va a jugar en los próximos meses a través de unas elecciones primarias y de un congreso en los que deben responder a varias cuestiones clave. La primera es si disponen de la fuerza y de las ideas innovadoras como para reinventar el futuro y trazar una hoja de ruta creíble. Y la segunda se refiere a si serán capaces de llevar a cabo una campaña de primarias a la secretaría general del partido alejada de los conflictos maniqueos que presidieron la vida orgánica durante el año pasado, llena de intentos de reducir la realidad a un enfrentamiento entre buenos y malos, entre puros y traidores.
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Es importante que no se repita el error de volver a los tremendismos. El incidente de la diputada Soraya Rodríguez, increpada en una reunión de militantes de Valladolid por pedir que no se insultara a Patxi López, evidencia que la tentación del enfrentamiento sigue ahí.
Los candidatos a las primarias tienen que comprometerse a no alentar tales divisiones internas entre la militancia. Lo que esta espera que le digan es si tienen algo coherente que proponer en materia presupuestaria, contra la precariedad y la desigualdad, y en la forma de hacer sostenible el Estado de bienestar. Lo que espera es que le hablen de la solución al problema territorial de España y de que el Partido Socialista se siente capaz de resolver la compleja relación entre los militantes catalanes y los del resto de España, que urge clarificar y mejorar. No menos importante es la relación con el conjunto de Europa, y más en un escenario de acelerada incertidumbre internacional. De todo eso, y de la protección de los derechos y libertades de los ciudadanos, es de lo que los socialistas deberían debatir, sin dejarse llevar por apasionamientos que a nada conducen, salvo al descrédito de su propia marca electoral.
No puede olvidarse que el clima de crisis interna viene del naufragio político de Pedro Sánchez, encerrado en la postura simplista del no es no que constituye la negación de la capacidad de acción política. Bien es verdad que el fracaso no fue solo suyo. Como ha señalado el presidente de la gestora, Javier Fernández, los dirigentes socialistas se dieron perfecta cuenta del estrecho margen que les habían dejado las elecciones generales de junio de 2016 y sabían muy bien que eso solo permitía abstenerse en la votación del jefe del Gobierno y tratar de condicionarlo después, como efectivamente están haciendo en el Congreso. Pero la dirigencia no se atrevió a sacar a tiempo las consecuencias de la situación creada por la decisión de las urnas ni encontró la manera de explicárselo a la militancia, lo que desembocó en una dramática crisis interna.
Por eso es importante que el conjunto del PSOE sea capaz de unirse, de manera franca y leal, detrás de quien resulte ganador del debate por la secretaría general. Y que esa discusión sea un debate de altura en el que predominen las ideas. Sus militantes deben impedir que las primarias para el liderazgo se vuelvan contra sí mismos y tener muy en cuenta que, si no hacen las cosas bien, un partido que ha sido clave en la gobernación de España se arriesga a un mayor declive.
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