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La verdad sobre la dieta que alarga la vida

Dos estudios confirman que comer menos da longevidad y salud a los primates, y probablemente también a los humanos

Un mono de 27 años que siguió la restricción calórica (izquierda) junto a otro de 29 que comió cuanto quiso.
Un mono de 27 años que siguió la restricción calórica (izquierda) junto a otro de 29 que comió cuanto quiso. Jeff Miller

En 1935, Clive McCay y otros dos científicos en EE UU publicaron un estudio que cambió la historia de la investigación sobre el envejecimiento. Si les reducían las raciones de comida a sus ratones de laboratorio, la vida se les alargaba casi un 50%. Desde entonces, esa dieta, bautizada como restricción calórica, también ha demostrado prolongar la existencia de muchos otros seres, desde levaduras a gusanos, y se ha convertido en el Santo Grial de los científicos que buscan retrasar el envejecimiento humano.

Los dos grandes estudios sobre restricción calórica que se han hecho en macacos arrancaron a mediados de los ochenta y habían arrojado hasta ahora resultados contradictorios. En 2009, el ensayo de la Universidad de Wisconsin en Madison apuntó que los simios que comen el 30% menos de calorías viven más años. Pero el único análisis similar, realizado en el Instituto Nacional de Envejecimiento de EE UU (NIA), no observó ningún avance en la longevidad.

Ahora, los dos equipos han cruzado y revisado sus datos. Estos confirman que la restricción calórica sí alarga la vida de los macacos, con los que compartimos el 93% del ADN, aunque de forma más modesta que lo que se venía observando desde los tiempos de McCay. Los monos con dietas reducidas ganaron unos tres años de vida, en torno a un 10% más que los animales a los que se dejaba comer cuanto querían. En humanos, el equivalente sería alargar la vida nueve años. Los simios con la dieta limitada mostraban además una salud mucho mejor.

Las hembras son menos vulnerables a los efectos negativos de la grasa y la diabetes

“Los efectos para la salud son indudables, la restricción calórica protege contra los problemas cardiovasculares, la neurodegeneración, la diabetes y el cáncer, incluso la diferencia en el aspecto físico es alucinante”, explica el biólogo español Rafael de Cabo, investigador del NIA y uno de los autores principales del estudio, publicado en Nature Communications.

“Lo que comes y cuánto comes influye mucho en cómo envejeces”, resume Rozalyn Anderson, del equipo de la Universidad de Wisconsin. “Aquí tenemos una intervención que retrasa el envejecimiento en primates y, dado lo emparentados que estamos evolutivamente con ellos, probablemente lo mismo es cierto para los humanos”, añade.

Mejor empezar de mayor

La razón por la que se ha tardado tanto en demostrar los efectos de la restricción calórica en macacos es porque cada estudio tenía un diseño ligeramente diferente. La comparación de ambos desvela ahora que limitar las calorías solo alarga la vida a los adultos y los ancianos, pero no a los jóvenes, algo que no pasaba con ratones. Los monos del estudio del NIA comían solo alimentos no procesados, mientras que los de Wisconsin comían procesados y más azúcar purificada. A pesar de tomar las mismas calorías, los monos de Wisconsin estaban más gordos, lo que demuestra la importancia de la calidad de los alimentos en la salud y la longevidad. Al igual que los humanos, los macacos viejos tienden a comer menos de forma voluntaria, con lo que incluso los monos del NIA a los que no se les escatimaban calorías tuvieron mejoras de salud comparados con los de Wisconsin y sus dietas procesadas. También se desvela una interesante diferencia entre sexos, pues las hembras son menos vulnerables que los machos a los efectos negativos de la grasa y la diabetes. “Quizás estar un poco más gordo es menos malo para las hembras que para los machos”, razona Anderson.

Los autores del estudio son escépticos de que se pueda trasladar esta dieta a las personas de forma generalizada, pues requiere una disciplina férrea que muy pocos podrán o querrán mantener durante años. El objetivo más realista, señalan, es comprender mejor los mecanismos moleculares que hay detrás de la restricción calórica y desarrollar moléculas que los imiten. Ya existen compuestos de este tipo cuya efectividad se está probando, como el resveratrol y la rapamicina, explica De Cabo, y es posible que lleguen otros. “Mientras en el 2000 la restricción calórica era la única intervención conocida que alargaba la vida, ahora conocemos muchos más métodos que parecen tener efectos similares”, reconoce.

“Este trabajo representa un avance importante en la idea de que es posible intervenir sobre el envejecimiento humano y aspirar a vivir un poco más y, sobre todo, un poco mejor”, opina Carlos López-Otín, investigador de la Universidad de Oviedo especializado en envejecimiento. “En estos estudios científicos esperamos encontrar claves que permitan que la especie humana, siendo consciente de su vulnerabilidad, aprenda al menos a retrasar las enfermedades asociadas al paso del tiempo”, de forma que “aunque no logremos vivir más, al menos tal vez podamos lograr que la vida de todos, y no solo la de unos pocos, sea de mayor calidad”, añade.

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Sobre la firma

Nuño Domínguez
Nuño Domínguez es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo Científico por la Universidad de Boston (EE UU). Antes de EL PAÍS trabajó en medios como Público, El Mundo, La Voz de Galicia o la Agencia Efe.

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