Jared Kushner, el yernísimo de Donald Trump
Ivanka Trump y su esposo mezclan poder y ambición mientras despliegan su influencia sobre el presidente electo
Solo existe algo potencialmente peor que el hecho de que Donald Trump sea el presidente del país más poderoso del mundo: que sea tu suegro. Por eso, el primer paso para entender cuál es la naturaleza de Jared Kushner, el yerno del presidente recién electo de Estados Unidos, es explorar cómo ha conseguido dar la vuelta a la tortilla para camelarse al padre de su esposa Ivanka, hasta el punto de ser señalado por la prensa como el verdadero poder en la sombra de la legislatura entrante.
Nacido hace 35 años en Livingston (Nueva Jersey) en una familia de judíos ortodoxos, este millennial por los pelos ha conseguido ejercer una influencia inquietante sobre Trump que tiene en jaque a los analistas políticos. La CNN tituló uno de sus artículos de opinión de la siguiente manera: “Lección temprana en el mundo de Trump: no enfades a Jared Kushner”.
Y es que su gran manejo del llamado big data y su colaboración en los discursos han sido estratégicos para la campaña política que ha ido derribando los muros de lo imposible uno a uno. Su opinión marcó el ninguneo de algunos nombres que parecían clave en el nuevo gobierno, entre ellos el gobernador de su Estado natal, Chris Christie, que había sido el primer político “respetable” en ofrecer su apoyo a Trump pero quien, en cambio, cometió su “error fatal” hace una década, cuando mandó a la cárcel al padre de Kushner por evasión fiscal.
Muchos buscan entender el flechazo entre yerno y suegro como un arrebato narcisista: Trump, que hasta alaba su estilo de vestir, encuentra en él una especie de mini yo, alguien que también heredó una gran fortuna de su padre y construyó sobre ella su imperio inmobiliario, con rascacielos en la Quinta Avenida de Nueva York incluidos. De la misma manera, tiene su propio medio de comunicación, el New York Observer, que compró con solo 25 años por 10 millones de dólares (9,4 millones de euros), y su pasión por las modelos está clara dado que Ivanka lo fue, aunque en eso le gana su hermano Joshua, prometido de Karlie Kloss.
Así, en medio de su mutismo, quizá sea útil remontarse precisamente a las páginas de Vogue de febrero de 2015, cuatro meses antes de que Trump lanzara su órdago a lo grande, para encontrar el material humano del yernísimo. “Su idea de una cita siempre implica que yo, de alguna manera, esté mirando un solar apto para la construcción”, decía la primogénita de Trump. Y añadía una frase que ahora llama a la relectura: “El mundo puede estar desmoronándose a su alrededor y nada le perturba”. Él se refería a ella como “la consejera delegada del hogar” y a sí mismo como “la junta directiva”.La cadena de producción ha tenido diferentes fases: Ivanka tuvo que convertirse al judaísmo en 2009 para poder casarse con él, engendró dos hijos y pasó “de no haber cocinado en su vida a ser una gran cocinera”, explicaba él con orgullo para la revista de moda.
Un año y medio más tarde, Ivanka aseveró en su discurso en la Convención Republicana que, como buena millennial, no se podía “definir categóricamente como demócrata o republicana”. Kushner parece seguir la misma línea de ideológica, pues no le importa arrimarse a un discurso que también ha activado los resortes del antisemitismo latente a pesar de que es nieto de supervivientes del Holocausto.
Nada parece capaz de frenar a Jaren Kushner. Ni siquiera lo único que tranquilizaba a sus detractores: las leyes contra el nepotismo que le impedirían ocupar un cargo público. Sin embargo, el New York Times informó el jueves de que Kushner estaba consultando con sus abogados la manera de sortear ese impedimento legal y, visto lo visto, parece probable que lo consiga. Dice el periódico neoyorquino que tanto el estratega jefe y consejero senior de la Casa Blanca, Stephen K. Bannon, como el jefe de gabinete de Trump, Reince Priebus, le habrían dado su apoyo. ¿O fue él quien los apoyó a ellos?
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