Hipersexuales: cantidad, no calidad
Se calcula que un 5% de los españoles es adicto al sexo, un 8% si hablamos de cibersexo
Se calcula que en España 1.600.000 personas están diagnosticado como adictos al sexo. Las nuevas tecnologías incrementan las cifras: amparados por el anonimato, protegidos por la comodidad de poder acceder a él desde un dispositivo móvil, el número de hipersexuales aumenta.
No pertenecen a un nivel social concreto ni se les nota a la legua que van puestos hasta las trancas. Eso ocurriría si fueran adictos a a alguna sustancia psicotrópica, pero lo que ellos consumen no deja marcas en la cara, no provoca ni pérdida de dientes ni de lustre en la piel. Ni siquiera les aparece una aureola alrededor del cuerpo que evidencie que les hierve la entrepierna y que harán cualquier cosa que alivie ese escozor. Su droga es el sexo y su enfermedad se llama hipersexualidad: No deja rastro en la sangre o en la saliva y los más adictos pueden disimular durante horas sin que se les mueva el flequillo. Hasta que necesitan su dosis y van a por ella.
Durante siglos los hemos englobado como sátiros o ninfómanas dependiendo de si eran hombres o mujeres, envolviéndolos en cierta literatura que hasta parecía dotarlos de un misticismo del cual carecen. Las personas hipersexuales tienen el mismo problema que un heroinómano o un cocainómano y su adicción destroza exactamente igual sus vidas. José Bustamante es psicólogo clínico experto en sexología y relaciones de pareja. "A veces llegan preguntándose qué les pasa para que no puedan tener relaciones de pareja normales. Llegan con ansia, con muchas preguntas y pocas respuestas. El sexo se convierte en una obsesión y sus actos sexuales en comportamientos compulsivos. Dejan de disfrutar del sexo para obsesionarse con la cantidad de sus encuentros sexuales". Cantidad por calidad. Ahí es nada.
A Lars Von Trier se le da bien mostrar pajas mentales. Ninphomaniac fue su apuesta por la adicción al sexo, en la que muestra el deterioro personal y sentimental de los que la sufren. Y le salió tan salvaje que no le quedó otra que desmenuzarla en dos partes porque las casi cinco horas y media que dura completa son difíciles de tragar. La definición de sexmaníaco no está amparada por el diccionario de la Real Academia Española. Ni siquiera es ortodoxo utilizarlo; no deja de ser un anglicismo. Lo correcto es hablar de adictos al sexo o hipersexuales pero mientras cualquiera de estas dos acepciones en internet te direccionan a todas las reflexiones médicas posibles, sexmaníaco te sitúa en el centro del huracán de la adicción al sexo inlcuyendo la oferta menos ortodoxa que puede dar la red. Internet ha sido determinante tanto para el consumo como para propiciar los encuentros sexuales: películas pornográficas, chats centrados única y exclusivamente en el intercambo de fluidos, consumo rápido y lo más fugaz posible. Mientras los adictos al sexo varones cuadruplican en número a las adictas mujeres, cuando hablamos de sexmaníacos las cifras se diluyen. ¿Por qué? Porque también incluye la oferta de las nuevas tecnologías y al otro lado del ordenador da igual si hay un hombre o una mujer; ambos recurren a él para buscar lo que quieren: sexo rápido. La mujer sufre machismo hasta en sus desórdenes psicológicos: Se tolera más que un hombre esté salido a que una mujer sea casquivana. Las sexmaníacas o sexadictas actúan sin llamar tanto la atención encerradas en su casa frente a un ordenador en el que consumen todo el material pornográfico y sexual que pueden. En la red se concerta una cita sin pasar ni siquiera por un bar en el que puedan verte. Y esto ha afectado y motivado a unos y a otras.
Llámenlos como quieran pero asumamos que el sexo de los hipersexuales es un problema. No es placentero; solo es compulsivo. Es una reacción automática que necesita sucederse detrás de otra con las mismas características. Follar sin parar, sin descansar. Salir de un encuentro sexual en un burdel y bajar las escaleras pensando en el siguiente polvo, polvo que se buscará de inmediato. La hipersexualidad está contemplada en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, el famoso DSM5, la Biblia de los psiquiatras de todo el planeta. Sobre la base de este manual se ha determinado la prueba objetiva básica con la que se diagnostica la enfermedad: "Se trata de una terapia interdisciplinar", explica Bustamante. "A veces es obligatoria una ayuda farmacológica y entonces necesitan terapia psiquiátrica, pero a la vez es indispensable la terapia educativa sexual. Deben recuperar el sexo coherente. No es cuestión de eliminar el sexo de sus vidas sino de que ese sexo esté única y exclusivamente cuando deba estar. Es necesario que también puedan volver a enamorarse. Hay que recuperar la calidad en detrimento de la calidad". La vida de un adicto al sexo se tambalea por completo: el 17% pierde su trabajo, el 28% contrae enfermedades sexuales y el 39% termina rompiendo con su pareja. Como en todas las adicciones, lo peor es negar la evidencia. Y Michael Fassbender inerpreta como pocos a un adicto al sexo, nadie en su sano juicio querría pasar por el dolor y tortura que transmite en Shame.
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