Fan Fic Fun: ¿Y si nuestro presidente fuese Julio Iglesias?
El autor de Rayos (Blackie Books, 2016), Miqui Otero, nuevo invitado en nuestra sección de fan fiction, ha encontrado al candidato de consenso que España necesitaba
Acababa de descabezar una siesta discreta y, con los pies sumergidos en una tina de platino llena de peces turcos que exfoliaban sus pellejos, se disponía a revisar las ofertas que le había cribado su agente: un dúo con Romina Power, una gala benéfica en un palacete de las Islas Caimán, un anuncio de crema solar en Qatar y la presidencia del gobierno de España.
Accionó un mando a distancia para abrir el techo de su despacho descapotable y llamó a un nuevo mayordomo apellidado Zaplana para que le secara los pies. Los rayos de sol restallaban contra el terrazo plateado mientras se dirigía al armario empotrado del Salón de los Espejos, donde lo aguardaban 25 trajes negros idénticos. Cogió el primero.
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Descartada Belén Esteban por imprevisible y los futbolistas por una retórica demasiado similar a la del anterior presidente
Las mejores ideas son como los camiones de basura: solo pasan de noche y te desvelan sin remedio. Eso acababa de suceder. Tres días atrás su móvil Alcatel había registrado una llamada que no había podido contestar por estar haciendo cola en Hacienda. Cuando la devolvió, respondió una telefonista del Ministerio de Interior.
El Gobierno de España requería los servicios de este pobre novelista. Ante el bloqueo institucional para encontrar a un candidato alternativo de consenso, cundida la alarma por la anémica audacia narrativa para inventar nuevas ficciones con las que justificar gobierno, lo necesitaban. Vivía tan bloqueado como sus cuentas de teléfono y de crédito. Aceptó. ¿Por qué él? Era tan mínimo su prestigio que, si algún día le daba por cantar, no le darían crédito ni en los programas del corazón.
Se necesitaba a un quijote increíblemente seguro de sí mismo. Hizo una lista de personajes de su país que hablaran en tercera persona. Descartada Belén Esteban por imprevisible y los futbolistas por una retórica demasiado similar a la del anterior presidente, pensó en grandes próceres de la historia. Dio con el nombre de Julio César que, rápidamente, lo condujo a otro Julio de conexiones ultraliberales y apellido remotamente socialista.
"En nuestro país no serviría ni para vender lavadoras"
El único problema era convencerlo. Ahí, entre las volutas de su cigarrillo, atrapó la idea. La solución residía en Miami.
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—¿Pero te has vuelto majara? —el funcionario del Ministerio del Interior intentó aflojar la nuez de su corbata.
España, que había sido tradicionalmente gobernada por personas que apenas sabían hablar, solía premiar un cierto aire de incompetencia campechana. Cuando la mujer de Eisenhower vio a Franco, exclamó: "En nuestro país no serviría ni para vender lavadoras". Y el anterior presidente había aguantado en el cargo gracias a frases crípticas de construcción cubista absolutamente incomprensibles.
—Ahora queremos ese mismo perfil, pero con más carisma —se defendió el escritor—. Además, él mismo cantó a Galicia y el país desde hace tiempo se rige por la prudencia gallega.
Su idea era clara. España necesitaba a un superhombre. Alguien con un universo moral propio, que valorara el humor y la música, que reverdeciera los laureles del reino, cuando el sol, y aquí citó a los clásicos (Los Nikis), no se ponía en nuestro imperio.
—No hay nadie mejor para eso: preguntado por si no le preocupaba el cáncer de piel, nuestro candidato contestó: "El sol es mi amigo". El último conquistador de nuestro imperio.
—Pero se le identifica con la derecha…
—En absoluto. Nuestro hombre afirma "ser feliz con un vino y un trozo de pan", para luego añadir "y también, cómo no, con caviar y champán". Es una opción transversal. Será imbatible en los debates: padre secuestrado por ETA, apariencia de tonto y en realidad muy listo.
El escritor argumentó que los lemas estaban claros: cambiarían "Que no se rompa la noche" por "Que no se rompa la España". Incluso las siglas del nuevo partido imprimirían un sello optimista del que carecían todos los eslóganes por el cambio de las últimas campañas.
—Piénselo. Internacional y muy nuestro: World España Arriba y Humana.
— ¿WEAH?
*
El candidato llegó en su jet privado y, recibido ya por un mar de micrófonos, atajó toda polémica sobre el uso de coches oficiales:
—Todo español debería tener un jet.
Julio Iglesias besó el suelo del Aeropuerto Barajas Adolfo Suárez. Solo parecía preocuparle algo ante la traca de flashes: mostrar su perfil bueno, el derecho, mientras lo rondaban sus tres caniches: Bambú, Hey y Me va.
El escritor sabía por qué el cantante de mayor éxito de nuestra historia aceptaría faena tan ingrata como la presidencia del Gobierno. La gran idea: le había prometido acuñar moneda con su efigie. Inmortalizar su perfil bueno. Como en todo misterio de este país, solo había que hacer algo para desentrañarlo: seguir el dinero.
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