Hay machos alfa más amables que Donald Trump
Los machos alfa de los animales respetan la existencia de una hembra alfa que ejerce un nivel equivalente de control
Hay algo peor que los comentarios soeces de Donald Trump sobre su capacidad para dominar a las mujeres, y es el coro de voces que lo celebran y excusan como minucias aceptables en un “macho alfa” como él. Qué le vamos a hacer. En un universo de corrección política en el que nos habéis encorsetado, vienen a decir, cómo no vamos a perdonar y celebrar a alguien que habla sin tapujos y que dice al fin y al cabo lo que nos gustaría decir a todos; que evade tantos impuestos como nos gustaría evadir; que liga tanto como nos gustaría ligar; que gana tanto como nos gustaría ganar; y que se despacha contra minorías o seres más débiles como hacemos o nos gustaría hacer en la intimidad.
Europa ya fue pionera en la materia con Silvio Berlusconi, que triunfó al representar abiertamente los valores de enriquecimiento sin escrúpulos, de utilización del poder en beneficio propio y de exhibición de conquistas cada vez más jóvenes y voluptuosas como trofeos propios de un buen amante latino. ¿No son corruptos al fin y al cabo casi todos los demás, los que predican normas que violan en la oscuridad?
Pero la noción de “macho alfa” con la que el nacionalista británico Nigel Farage, por ejemplo, ha disculpado a Trump merece un alto en el camino. El neurocientífico Dean Burnett (El cerebro idiota, Temas de Hoy), nos ha recordado estos días en The Guardian que el verdadero macho alfa de la naturaleza es mucho más amable que Donald Trump. El concepto nace con la investigación de los primates y se refiere al macho dominante en una manada. Gorilas y chimpancés se organizan en una estructura jerárquica que sitúa o respeta al frente al ejemplar más fuerte o combativo. Algunos libros que establecen paralelismos entre el comportamiento de primates y humanos empezaron a extender el uso de “macho alfa” en la sociedad, pero Burnett advierte: “Eso no significa que sea válido, sino simplemente común”.
Los humanos nos organizamos (¡o deberíamos!) de otra manera. El liderazgo entre personas tiene más relación con la confianza que con la fuerza. Somos más complejos y eso introduce en la ecuación variables que no pesan en los primates, como factores cooperativos y sociales que contribuyen al éxito, por ejemplo la amistad. Pero sobre todo: los machos alfa de los animales respetan la existencia de una hembra alfa que ejerce un nivel equivalente de control.
Buenas noticias para los animales, pues, viene a decirnos Burnett: el modelo Trump no tendría mucho que hacer en una manada de primates. Lo triste es que esta conclusión científica no nos sirve de gran consuelo. Solo nos queda confiar en que las mujeres y hombres de Estados Unidos voten con la mente puesta en el respeto y no en su antítesis, que parece caminar con orgullo y sin vergüenza en esta era de populismo ciego.
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