París saca sus armas de mujer
Balenciaga y Céline apuestan por un vestuario poderoso y con resonancias de los ochenta
Una pregunta vuelve a planear sobre las pasarelas de París. Una cuestión tan antigua como el hilo negro: ¿Cómo satisfacer las necesidades de la mujer actual a la hora de vestir? La respuesta para María Grazia Chiuri, que el el viernes se estrenó al frente de Dior, está clara: con un uniforme de esgrima, una suerte de armadura pensada para luchar por la igualdad. A juzgar por lo visto este domingo, la mujer a la que Demna Gvasalia se dirige lleva el peso del mundo sobre sus espaldas y, por eso, el diseñador apoya su segunda colección para Balenciaga en una nueva silueta de hombreras sobredimensionadas. Una propuesta elocuente y llena de sentido del humor en la que el tamaño de los bolsos –primero con forma de puf, después, de saca del rastro- iba creciendo hasta alcanzar un formato desproporcionado. Así, la mujer de Gvasalia no solo puede llevar su casa a cuestas de una forma casi literal sino transportarse a sí misma.
Con este trabajo, el creador de Vetements quiere explorar la relación entre costura y fetichismo. “Las sensaciones que surgen cuando un determinado tejido toca la piel forman parte de la relación que un sastre mantiene con sus clientas”, explica a través de una nota de prensa. Por eso, explora las posibilidades del Spandex, un tejido elástico creado en 1958, la misma época en la que Cristóbal Balenciaga desarrolló una organza de seda bautizada como Gazar.
Gvasalia viste a sus modelos con Spandex desde la punta del stiletto a la cintura gracias a una única pieza que une pantalón y zapato, y que hizo que alguna modelo estuviera a punto de perder la verticalidad.
Toda la colección respiraba un aire ochentero subrayado por la banda sonora de ascensor que ambientó el desfile: I will always love you, de Whitney Houston y Careless whisper, de George Michael. El georgiano transforma las camisas de ejecutivo en vaporosos vestidos; exagera los chalecos acolchados hasta que parecen salvavidas y ciñe las capuchas de los chubasqueros a la cabeza como pañuelos.
Los vestidos cortos drapeados y los leggings completan un trabajo donde los potentes colores –amarillos mostaza, azules y rojos eléctricos- confirmaban que, más allá de gustos personales, Gvasalia es el revulsivo que la casa necesitaba.
Phoebe Philo, una de las diseñadoras que mejor entiende los deseos de la mujer contemporánea, coincidió con el creador de Balenciaga en dos propuestas: las americanas XL y los bolsos de gran formato. En el mundo de la moda, una vez se considera casualidad; dos, coincidencia y tres, tendencia. Pero si hablamos de Céline –la firma para la que trabaja la británica- y Balenciaga, cualquier opción común adquiere la categoría de fenómeno viral.
De las grandes chaquetas de Philo sobresalían largas mangas. Entre la serie de vestidos camiseros, destacaba uno con la abotonadura a la espalda y rematado en una falda plisada que ya huele a superventas. Sus delicados trajes con capas serán también seguro reinterpretados –o copiados, según la bondad del ojo que lo valore- hasta la saciedad. La británica apuesta una vez más por piezas sencillas y con personalidad. Moda intelectual, como les gusta decir en Céline. Aunque para decidirse a comprar, no se necesita pensar demasiado; solo una tarjeta de crédito con más fondos que el Museo del Prado.
Entre diseños perfectamente trasladables de la pasarela a la calle, Philo introdujo una serie de piezas en las que la pechera aparecía arrancada para dejar al descubierto un sostén transparente, donde ejes de color negro confluían en el pezón de las modelos.
Mucho menos poderosa parece la mujer de Nina Ricci. Su director creativo Guillaume Henry explicaba después de la presentación del sábado que "mientras diseñaba tenía en la cabeza la idea de una chica en Bogotá”. La paleta de color de sus prendas iba del naranja al violeta. Oscuras tonalidades que solo ayudaban a reforzar el aspecto otoñal de una colección para la próxima primavera que, como muchas de las vistas esta semana, era prolija en el uso de cuero y terciopelo. "No es una cuestión de tendencias ni de marketing. Tengo una mujer en mente, y a ella no le importa si es agosto o noviembre. A veces está un poco perdida. Puede salir con un jersey gordo aunque haga 24 grados, pero, ¿a quién le importa?", argumenta. Se nota que el francés no ha visitado nunca la capital de Colombia.
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