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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La agenda siria de Erdogan

La intervención turca en Siria es un indicativo de la nueva política exterior de Ankara

Varios tanques turcos cruzan la frontera de Siria durante una operación contra el  Estado Islámico.
Varios tanques turcos cruzan la frontera de Siria durante una operación contra el Estado Islámico.SEDAT SUNA (EFE)

Con la ofensiva terrestre lanzada ayer contra la ciudad siria de Yarablus, el presidente Recep Tayyip Erdogan da un giro cualitativo a la participación de Turquía en el conflicto. Cualquier derrota que se le pueda infligir al Estado Islámico debe ser celebrada pero la justificación empleada así como sus implicaciones estratégicas ofrecen una seria advertencia sobre el rumbo que está tomando la política exterior turca.

Turquía ha asegurado que la operación pretende evitar una nueva oleada de refugiados y reforzar la seguridad en su frontera. No obstante, conviene no perder de vista un precedente importante: Kobane. En cierto sentido Yarablus ha tenido más suerte —si se puede hablar de suerte en un conflicto tan trágico como el sirio— que la urbe que desde 2014 sufrió una auténtica agonía en manos del ISIS, con miles de muertos y decenas de miles refugiados, mientras las tropas turcas permanecían desplegadas a pocos kilómetros en la frontera sin recibir la orden de avanzar. Fueron soldados kurdos quienes liberaron Kobane en febrero de 2015 y eso es precisamente lo que ha evitado ahora Erdogan. Tal y como ha reconocido él mismo, no es tanto el combate al ISIS como la pugna con los kurdos lo que ha motivado la ofensiva.

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Pero además, Erdogan ha dado este paso, de importantes implicaciones, sin tener en cuenta sus compromisos adquiridos. Turquía es un país miembro de la OTAN —que garantiza su defensa— cuyo Ejército ha cruzado la frontera de un tercer país para implicarse activamente en un conflicto. Lo hace además convergiendo con Rusia e Irán, países que apoyan activamente a la dictadura de Bachar el Asad. El presidente turco debe entender que su país, una pieza crucial para la seguridad en la región, tiene que mantener objetivos compatibles con las organizaciones de las que es miembro y que actuar por su cuenta puede tener el efecto indeseable de agravar aún más el conflicto.

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