Bernie Blues
El legado de Sanders es importante porque obligó a Hillary a moverse hacia la izquierda en temas cruciales
Hasta hace unos días, en decenas de vitrinas y ventanas de mi barrio en Harlem, había pancartas en apoyo a Bernie Sanders. En la tienda de la esquina —un deli de migrantes mexicanos que se llama, genialmente, Yo Aquí Me Quedo— se regalaban pins del candidato. Y en uno de esos palimpsestos mitad estéticos mitad ideológicos que son los muros de las ciudades, junto a un esténcil ya casi invisible del Yes We Can de Obama, alguien pintó otro con el Feel the Bern de la campaña de Sanders.
Bernie logró articular un discurso lúcido, inteligente y apasionado, en el que millones de personas se veían no solo reflejadas, sino representadas de forma más profunda. Obtuvo más de 12 millones de votos, y el apoyo de millones de personas más, que no pudieron votar en las primarias por no estar registrados en el Partido Demócrata. Despertó a los jóvenes de su letargo posadolescente. Levantó una ola de entusiasmo inesperada y poco común. Pero perdió.
¿Qué van a hacer, entonces, los millones de votantes de Bernie? Imagino que para muchos de ellos, Hillary Clinton es una “pioresnada”, cuyo pathos no alcanza a encenderles más que esa parte misteriosa del hipotálamo que produce los bostezos. Supongo que no votarán por Trump, aunque no faltará algún confundido. Sería desastroso, también, que el virus de la abstención se apoderara de tantísimos cerebros que pasan el día papaloteando en las caprichosas corrientes de aire de Twitter y Facebook.
La mayor responsabilidad de las personas que “sintieron el Bern” es no abandonar la plataforma de discusión pública que Bernie legó a la carrera presidencial. Ese legado es importante porque obligó a Hillary a moverse hacia la izquierda en temas cruciales: en materia de política económica (con el Trans-Pacific Partnership, que Hillary apoyaba y ahora ya no); en materia migratoria (Hillary pasó de pedir la deportación de miles de niños migrantes en 2015 a defenderlos en 2016); en materia de justicia social (la desigualdad social como el mayor problema actual en Estados Unidos pasó a ser uno de los puntos centrales de su campaña), y en materia educativa (Hillary se comprometió hace unos días a trabajar con Bernie para asegurar la educación superior gratuita a la clase media). Pero más allá del discurso de la candidata, ahora hay al menos 12 millones de personas que saben que no están solas, y que juntas lograron llevar a un senador socialista con pinta de científico loco y sonrisa de abuelo chocho desde la total ignominia hasta la semifinal. El legado de Bernie, además de importante, puede ser duradero, y está en manos de las personas.
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