Esta es la fórmula del tinto de verano perfecto
En los 60 se convirtió en referente de la modernidad y ahora es un arma indispensable para el calor. Te contamos dónde nació, cómo se hace y los mayores errores que se comenten al prepararlo
Un verano no es verano sin unos días de desconexión; sin una playa, una piscina o un entorno rural de interior; sin una verbena y un abanico, sin un chiringuito, sin King Africa ni Georgie Dann; sin una cervecita fresca y, por supuesto, sin un tinto de verano. No puede faltar el combinado más básico de entre los básicos para refrescar este sofocante calor. Camino de su primer centenario de vida, honramos nuestro verano con su presencia en toda mesa que se precie.
Es el cubata más antiguo de España
El tinto de verano es un "pelotazo" que se dice que nació en los años 20 en una pequeña venta cordobesa llamada 'Venta de Vargas'. Al parecer, el asfixiante calor de Córdoba hizo agudizar el ingenio de Antonio Vargas, dueño de la 'Venta', y comenzó a mitigar los sudores de toda su clientela, sirviendo su vino de la casa mezclado con sifón. También se decía que el vino que se servía era de Valdepeñas, aunque cualquier vino era bueno si la sed apremiaba. La 'Venta' se convirtió en centro de reunión de los más granado del cante y el baile andaluz, por lo que el brebaje pasaría a la posteridad como uno de los grandes inventos culinarios españoles del siglo XX. Gracias Antonio, tú sí que vales.
En los años 60, en pleno despertar del turismo en España, el tinto de verano se convirtió en uno de los referentes de la modernidad y la juventud de la época. Mientras que el vino con gaseosa era imprescindible en la mesa, el tinto de verano se convirtió en el cóctel perfecto del cine y la televisión. En realidad eran la misma bebida, pero el tinto de verano se servía en un vaso molón, con una rodaja de limón o naranja y, en algunos casos, con unas gotas de vermú. Como véis, la generación de nuestros padres estaba bien preparada en esto del packaging.
En los años 60, el tinto de verano se convirtió en uno de los referentes de la modernidad
En los 70 comienza a ponerse de moda el kalimotxo, una variante del tinto de verano que sustituye la gaseosa por el refresco de cola. Se dice que en la Segunda Guerra Mundial los italianos mezclaban Chianti, uno de los vinos más prestigiosos del país, con cola y que esa idea pudiera ser trasladada a España en plena dictadura. De un modo u otro, primos hermanos como son, han avanzado hasta nuestros días de la mano y sin pegarse.
Si no hay casera, nos vamos
En la actualidad, el tinto de verano está a la orden del día; más aún en los meses en los que las temperaturas máximas rozan el big bang. Y es que en España no podemos vivir sin un buen tinto de verano. ¡Si hasta la Pataky produjo una película que se llamaba 'Tinto de Verano' (2011)! ¿Puede haber mejor Marca España que esa?
Cuando se lía gorda es cuando hablamos del verdadero tinto de verano. Señores, no se alteren. El tinto de verano original era vino tinto y sifón en medidas iguales, pero el paladar es libre. Muchos veneramos el tinto de verano con refresco de limón, y no deja de ser tinto de verano. La única pega es que añadimos un extra de acidez con los cítricos; dependerá de cada estómago. Y si ya empiezas a echar frutas y licores, lo que terminarás fabricando será una sangría; o una menestra en el caso del gin tonic.
Buscando el perfecto Tinto de verano
Lo primero a tener en cuenta es que el tinto de verano ha de ser un combinado preparado en condiciones; y ahí ya tenemos que sacar la tarjeta amarilla. Las claves son sencillas. Ha de utilizarse un vino corriente pero en buen estado; una gaseosa fría para que no pierda burbuja; un vaso ancho con mucho hielo para que mantenga el frío y un twist de limón (o naranja) para darle algo de gracia.
Todo esto, en la teoría está muy bien, pero en la práctica, muchas veces nos topamos con un vino picado en vaso de tubo; poca gaseosa, que en muchas ocasiones ha perdido el gas de estar tanto tiempo abierta y fuera de cámara; y apenas dos hielos ya medio derretidos en el camino del camarero de la barra a la mesa. Y luego encima, quéjate, que parecerá que has prendido fuego al mismísimo Taj Mahal. Así no.
Hay que tener muy claro dónde y cómo pide uno el tinto de verano. No cuesta nada preguntarle al camarero con qué lo preparan y así cerciorarte del vino con el que te lo están haciendo. No seamos exquisitos, nadie hace un tinto de verano con un Pingus 2003 (sacrilegios aparte), pero sí ayuda saber que no es de brick. Porque, aunque parezca mentira, aún existen bares en los que se lleva. Si tu apuesta es el tinto de verano con limón, asegúrate de que el vino no es malo. Si a un vino ácido le añades más ácido procedente de un cítrico, tu estómago se puede convertir en la nueva generación de martillos hidráulicos para asfalto. La elección es tuya.
Importante pedir que no lo sirvan en vaso de tubo. Ya puede ser vaso de sidra, copa de balón o, a ser posible, jarra helada. Maxipunto para el bar que lo sirva en este último formato. Y siempre hasta arriba de hielos; sin miedo. La bebida se convertirá más en 'aguachirri' cuanto menos hielo lleve, porque se derretirá antes. Los hielos, cuanto más compactos, mucho mejor. Rompemos una lanza a favor de los chiringuitos de playa. Y si el tinto de verano es embotellado, perded el miedo; por suerte cada vez los están fabricando más ricos.
Por último, decir dónde sirven los mejores tintos de verano, como comprenderéis, es un poco pretencioso. En España se hace buen tinto de verano, aunque hay que tener en cuenta que el tinto de es como el café; en el fondo cada cual lo quiere a su gusto. Y si no, siempre nos quedará la cerveza.
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