Nos impiden salvar a las niñas olvidadas
Desde que el Gobierno etíope restringió el acceso a internet no podemos acceder a información científica en la red, ni discutir los casos de enfermos graves que se escapan a nuestros medios y conocimiento
Me encuentro en Etiopía, coordinando un centro pediátrico en Meki, una región rural de la Oromia. Estoy muy preocupado por Meseret, una niña de unos tres años, no se sabe muy bien, que llegó hace un par de días a nuestros centro y a la que se le hincha el cuerpo, tampoco se sabe desde hace cuánto.
Meseret vive con su abuela, pues su madre Abusha murió cuando dio a luz en casa, igual que a sus otras cuatro hijas: Nassaneth, Meheret, Bontu y Semeret. Meheret y Bontu no pudieron superar el primer mes de vida, todo un reto en la Etiopía rural.
El camino de Meseret hacia nuestro centro no ha sido sencillo. Vive en una aldea rural a más de cuatro horas de camino en burro de nuestro centro, así se mide la distancia, los kilómetros no significan nada. Hace semanas que su abuela quería traer a su nieta al centro, pero no encontraba la manera de organizar y dejar al cuidado a las otras niñas. Finalmente unos vecinos las han acogido durante los días que se encuentren fuera de casa. La vida es dura en las zonas rurales, pero existe un gran sentido de comunidad que resulta de una gran ayuda. Es admirable cómo familias que no tienen casi para alimentar a sus propios hijos no dudan en acoger y alimentar y cuidar a los vecinos. Quien menos tiene es quien más da, no es un tópico, es una realidad y una lección de vida que deberíamos aprender. Después de esta odisea particular para alcanzar nuestro centro, no podemos dejar de atenderla, empieza un nuevo desafío.
Meseret está gravemente enferma, postrada, no puede ya ni caminar y día tras día empeora su condición. Nos planteamos varias posibilidades diagnósticas, con sus respectivos tratamientos, pero tenemos varias dudas para las que nos gustaría tener respuesta.
Cuando nos encontramos ante situaciones que nos preocupan como la de Meseret, tenemos una puerta abierta al conocimiento, a la esperanza, y es la posibilidad de comunicarnos vía Whatsapp y correo electrónico con especialistas internacionales que nos ofrecen consejo gracias a la colaboración de La Fundación Pablo Horstmann, el Hospital Gregorio Marañón, el Hospital Ramón y Cajal de Madrid, el colegio de médicos de Barcelona y la ONG Alegría Sin Fronteras. Es la nueva telemedicina que hace que no haya fronteras para el conocimiento y nos permite llegar al diagnóstico y tratamiento, mejorando la calidad de vida, el pronóstico y también en ocasiones permitiendo salvar la vida de niños y niñas.
Pero estos días no puede ser así, el Gobierno etíope censura internet y las redes sociales. La censura es un grave acto contra la libertad de expresión y los derechos fundamentales, y no se puede justificar bajo ningún concepto, pero no sólo eso: las consecuencias van más allá.
Nos han restringido internet pero no podrán parar nuestras manos ni nuestros ideales; ahora más que nunca debemos trabajar y estudiar.
Meseret, nuestra Messi particular, como tantas otras niñas espera en el centro pediátrico de Meki, pero no sólo Meki se ve afectado, sino también otros hospitales etíopes con los que colaboramos y compartimos información, preguntas y respuestas. Por ejemplo, el hospital de Gambo. Allí los niños gravemente enfermos esperan una salvación que se puede convertir en muerte por culpa de la censura, la censura a la vida.
Nos han censurado poder acceder a los artículos y libros científicos en la red, a compartir imágenes e información, a discutir los casos con especialistas... En resumen, nos han censurado salvar sus vidas, pero no nos podrán impedir seguir trabajando y estudiando para defender sus vidas..
Nos han restringido internet pero no podrán parar nuestras manos ni nuestros ideales; ahora más que nunca debemos trabajar y estudiar. No nos podrán impedir poner todo nuestro conocimiento y cariño en estos niños y escribir estas palabras por ellos, para que en un futuro cercano sean ellos los que puedan escribir su historia. Para que no sea una malaria, ni tuberculosis, ni sida ni alguna enfermedad desconocida la que se lo impida.
No puede haber fronteras para el conocimiento, no puede haber fronteras cuando la vida de niños y niñas está en juego, no tienen sentido las fronteras cuando todos somos humanos.
*He podido enviar este artículo gracias al uso de las VPN (redes privadas virtuales), pues el acceso a internet sigue restringido.
Iñaki Alegría es fundador de la ONG Alegría Sin Fronteras y coordinador de proyectos médicos en Meki con la Fundación Pablo Horstmann
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