Más de 200.000 escarabajos se instalan en la universidad
La Facultad de Biología de la Universidad de Barcelona acoge la mayor colección científica privada de coleópteros ibéricos
En cientos de coloreadas cajitas de puros y cigarrillos permanece cobijada buena parte de los ejemplares de coleópteros recogidos por el entomólogo Joan Vives (1918-2000) a lo largo de su vida. El investigador, que no tenía formación científica previa en biología y zoología, tampoco era fumador, pero los estanqueros de su Terrassa natal tuvieron a bien echarle una mano en su labor científica guardando para él unas cuantas cajas de tabaco donde poder almacenar el género con el que regresaba de sus excursiones por la geografía catalana. Vives y su hijo Eduard, que continuó con la labor del padre, atesoraron una de las colecciones científicas privadas de coleópteros más importantes de España. En total, unos 826.000 ejemplares de escarabajos de distintas especies de este grupo de insectos guardaba hasta hace poco Eduard en su casa de Terrassa. Una selección de ellas se ha trasladado ahora al Centro de Recursos de Biodiversidad Animal (CRBA), en la facultad de Biología de la Universidad de Barcelona (UB) para ponerlas a disposición de la investigación.
El valor científico de la colección es, según los expertos, incalculable. El entomólogo describió especies desconocidas y guardó otras que ahora son difíciles de encontrar. Sin formación previa, Vives comenzó a estudiar y coleccionar escarabajos en los años 30. En el fragor de la Guerra Civil se perdió parte de la colección, aunque con los años, padre e hijo recuperaron con sus expediciones más de lo perdido. De hecho, durante el servicio militar, Vives padre contactó con un maestro de escuela gaditano, también aficionado a la entomología, con la que intercambió ejemplares y fraguó más contactos para conseguir coleópteros en todo el territorio español. Vives desplegó una extensa red de colaboradores —sobre todo maestros de escuela, que solían hacer excursiones por el monte con sus alumnos— a los que enviaba los botes preparados para guardar y conservar los insectos localizados.
Mamíferos de safari en el museo
Otra de las colecciones privadas que guarda el CRBA es la de Alberto Salat, que ha recopilado 177 piezas de 102 mamíferos de todo el mundo. En un perfecto estado de conservación se encuentran los monumentales rostros disecados de un bisonte, un alce, un león y un rinoceronte, entre otros.
Unos rótulos al lado de las figuras informan de la clasificación, el nombre vulgar y la distribución geográfica de cada especie. Un código QR acompaña a los rótulos y, al escanearlo, se accede a la página web del CRBA, donde se completa la información sobre las características de cada especie.
De los 826.000 ejemplares recogidos por padre e hijo, 440.000 están identificados, montados y etiquetados en cajas acristaladas dispuestas para su exposición; otros 86.000 están identificados, pero no se han preparado para su observación científica; y 300.000 especímenes todavía permanecen descatalogados, guardados en las cajitas de puros a la espera de que el tiempo y los recursos adecuados permitan clasificarlos. ¿Puede haber especies todavía desconocidas en esas cajitas? “No creo. Vives sabía lo que hacía y él mismo guardó los insectos en las cajas. Seguramente son más ejemplares de especies que ya había estudiado. Si hubiese alguno nuevo, él se hubiese dado cuenta y te aseguro que no estarían en las cajitas”, afirma el doctor Antoni Serra, director del CRBA.
La UB ha llegado a un acuerdo con Eduard Vives para que el CRBA custodie parte de la colección. En concreto, 239.618 ejemplares, 19.168 de los cuales están identificados y montados para su exposición, otros 81.000 están identificados pero no preparados y unos 139.000 permanecen sin nombre en cajitas de tabaco precintadas. “Han sido dos años de trabajo para seleccionarlos e informatizar toda la información sobre ellos”, señala Serra. Un experto del CRBA tuvo que ayudar a Vives hijo a ordenar la colección y seleccionar los ejemplares para la UB.
Los casi 20.000 coleópteros identificados y preparados para su exposición se conservan en las cajas acristaladas que permiten observar su anatomía. Aunque los alumnos de la propia facultad pueden acceder a la colección, Serra matiza que se trata de un conjunto destinado, principalmente, para complementar o ayudar en investigaciones científicas.
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