Explosivo
Cada día el ángulo que forman el fanatismo y la tecnología va camino de pegar ambos lados hasta formar una sola línea
Si Borges colgara hoy un cuento en la Red e hiciera lo mismo Ortega con un ensayo y Machado con un poema, sin duda, se producirían múltiples comentarios y entre ellos habría elogios, opiniones explosivas, insultos e incluso algunos rebuznos. La Red mandaría este estúpido guirigay sin distinción al universo en un mismo e indestructible paquete. Podemos enviar un cacharro a Marte, pero no hemos alcanzado todavía la altura de algunos poetas del siglo VI antes de Cristo, como Safo y Anacreonte, cuya sensibilidad no ha sido superada. La filosofía actual en el fondo no consiste sino en comentarios a los textos de Platón. Todo el catálogo de pasiones humanas ya fue convertido en teatro en la Grecia clásica. Tampoco el estoicismo de Séneca y de Marco Aurelio ni el talento político de Cicerón encuentran un equivalente en la cultura contemporánea. En cambio cualquier idiota tiene a su disposición un micrófono, una cámara, una pantalla a través de la cual puede emitir esféricamente cualquier idiotez hasta más allá de la Andrómeda. El ángulo entre la moral y la técnica se está separando cada día más; una y otra tiran de nuestro espíritu en sentido contrario. Mientras este ángulo se abre hasta el infinito, otro mucho más diabólico se cierra. Cada día el ángulo que forman el fanatismo y la tecnología va camino de pegar ambos lados hasta formar una sola línea. El odio y la desesperación están a punto de hacer una síntesis mortal con algún preparado explosivo que puede adquirirse en cualquier droguería. A este paso pronto llegará el día en que cualquier sujeto, al que ha dejado la novia, podrá destruir toda una manzana solo por despecho. La técnica ha hecho posible que estemos todos a merced de los rebuznos que nos deparan las ondas y también de la destrucción que cualquier fanático decida simplemente para pasar el rato. Feliz domingo.
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