‘Insomnia’
Trump es la pesadilla hecha realidad de un partido republicano histérico y radical
En el estupendo diario de Elvira Lindo, Noches sin dormir, la autora cuenta sus últimos días antes de dejar las largas estancias en Nueva York con íntima sinceridad, pero también con una mirada limpia sobre aquel país. Existe un acuerdo universal para tratar de no quebrar el mito de los Estados Unidos, porque en el fondo sigue siendo la esencia de un sueño compartido, el destilado de fabricaciones idílicas no siempre reales. Por eso es interesante recalar en el desamparo de quienes viven en Nueva York, en la soledad, la incomunicación, la fragilidad de los servicios públicos, en la falta de protección, sin caer en soflamas ideológicas ni satanizaciones del capitalismo, sino concentrados en no copiar sus defectos. Gracias al cine y la televisión, la música y la literatura, un pedazo de nuestros sueños son siempre sueños norteamericanos. Pero cuando uno ve conformarse las ciudades europeas a imagen y semejanza de algunos de sus peores errores urbanísticos y humanos, agradece que se repare en la contradicción de las sociedades tan desiguales como la norteamericana. Aunque solo sea para prevenir de unas políticas que azotan Europa en la última década y que están abriendo más y más la brecha entre las clases sociales.
En un episodio contado a vuelapluma en el diario, hay una madre que recibe una amonestación del colegio neoyorquino donde estudia su hijo, porque al ver un anuncio de lencería de marca fina, de esa de los angelitos sexy, el niño exclama: mira, chicas de topless. Afeada la madre por la clase de referencias que maneja su hijo, se confirma en esa escena algo bastante divertido. La confusión esencial de un país puritano, pero que al mismo tiempo explota comercialmente la transgresión, la hipersexualidad, la violencia y el exceso. Cualquiera que conozca Estados Unidos conoce sus brutales contrastes, capaces de lo mejor y lo peor, del respeto a la sabiduría casi reverencial en algunas instituciones, pero también el ensalzamiento de la majadería en tantas otras.
Ahora parece llegada la hora de consagrar a Donald Trump como la alternativa republicana a las dos últimas presidencias demócratas. Hillary Clinton podría enfrentarse al gran fantasma de su vida, que en ocasiones anteriores ha ensombrecido sus ambiciones, ese capricho del carisma posado en sus adversarios y jamás en ella, pese al tesón y el ahínco por coronar su carrera como la primera mujer presidenta del país. Trump es la pesadilla hecha realidad de un partido republicano histérico y radical. Es el candidato bananero, que iguala a su país con las repúblicas que más desprecia. No es un accidente. Es una consecuencia. Eso es lo más triste del asunto.
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