La burbuja del cómic: los precios de las viñetas se disparan
Los coleccionistas de arte se han dado cuenta de que queda igual de bien colgar de la pared del salón un dibujo original de Jack Kirby que un cuadro de Picasso
En su primera subasta en Asia, celebrada los días 5 y 6 del pasado octubre en Hong Kong, la casa Artcurial obtuvo 7,25 millones de euros, algo por debajo de lo previsto. La culpa la tuvo el cuadro de Picasso Busto de mujer (1967), valorado entre 2,5 y 3 millones de euros, que no encontró comprador. No ocurrió lo mismo con los originales de cómics que puso a la venta en la capital asiática y que reportaron a la empresa 3,8 millones de euros. Incluso un coleccionista asiático pagó 1,1 millones de euros por un dibujo del álbum de Tintín El loto azul. Dice Eric Leroy, especialista en cómics de esta casa de subastas que lleva cinco años ofreciendo ilustraciones originales, que los compradores se han dado cuenta de que queda igual de bien colgar de la pared del salón una viñeta que un cuadro. Con un valor añadido: conecta en cierto modo con su infancia, el principal motor del gusto. “La fuerza de nuestro negocio radica en que todo el mundo ha leído tebeos. Este es un mercado que toca a los jóvenes, pero también a las clases medias y profesionales liberales de entre 30 y 50 años”, cuenta.
El reconocimiento del original del cómic como obra de arte está creando un mercado cada vez mayor. También la casa de subastas británica Christie’s se lanzó en abril de 2014 a vender dibujos de autores tan populares como Uderzo (Astérix), Franquin (Spirou) o Edgard P. Jacobs (Blake y Mortimer). Las ventas rozaron los cuatro millones de euros. En un mundo tan caprichoso como el del arte –por un cuadro de Van Gogh se ha llegado a pagar 66 millones de dólares–, esta cantidad no parece espectacular, pero es un síntoma de que los precios aquí también se disparan. La prueba: la fiebre que provoca cualquier garabato que haya salido de los limpísimos pinceles de Hergé. Una ilustración suya de 1937 para las guardas de uno de sus álbumes alcanzó en 2014 los 2.665.000 euros, lo que supone un récord mundial. Hasta entonces, lo más caro relacionado con el noveno arte era un ejemplar en perfecto estado del número uno de Action Comics, donde se veía por primera vez a Superman (1938). El tebeo rozó en 2011 los dos millones de euros.
“Hace unos años, los precios eran más normales, y me da la sensación de que podríamos estar acercándonos a algo parecido a una burbuja inmobiliaria”, advierte Rafael Amat, autor del blog Artcomicenventa. Su web pretende dar a conocer este mundo y permite además acceder a páginas y tiendas online nacionales e internacionales de venta de originales.
En la subasta de Christie’s también se colaron algunos trabajos de autores españoles, como Miguelanxo Prado, Premio Nacional de Cómic en 2013. Dentro de los artistas nacionales, Amat sitúa como los más buscados a Francisco Ibáñez (Mortadelo y Filemón, Rompetechos) y Jan (Superlópez), que conservan la mayor parte de sus originales. “Al no haber demasiada oferta en el mercado, se revalorizan”, explica. Entre los estadounidenses, priman las planchas de superhéroes y los clásicos. “Artistas como Jack Kirby, la etapa de SpiderMan de Steve Ditko o las tiras de Snoopy, de Charles Schulz. También John Byrne, quien se ha revalorizado muchísimo en los últimos años, hasta el punto de que algunas de sus páginas de X-Men han alcanzado los 60.000 euros”. En Europa, se cotizan el cómic franco-belga de Hergé, Uderzo o Franquin, y autores como el italiano Milo Manara (El clic).
El número de obras disponibles en el mercado es uno de los factores que sitúa a los autores europeos por delante de los estadounidenses en lo que a precio se refiere. “Los primeros tienen un modo de trabajar más de autor, lo que implica una menor producción. Detrás de un tomo de la Marvel o la DC suele haber un trabajo en cadena: un dibujante a lápiz, otro que entinta, otro colorista… Sin embargo, en Europa suelen recaer todas las funciones en la misma persona. Ahí tenemos ejemplos como Moebius, Hergé, Morris o Peyo (Los pitufos)”, continúa Rafael Amat, que tiene un consejo para aquellos que quieran iniciarse en este tipo de coleccionismo: “Que no empiecen, esto es como una droga”.
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