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Zimbabue, sobrevivir cada día

Se necesitan programas a medio y largo plazo que permitan a las familias soportar la falta de lluvia

Singazi Tshuma, con dos de sus hijos.
Singazi Tshuma, con dos de sus hijos.Carolina F. Varela
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Un pequeño equipo de World Vision España viajamos hace poco a Zimbabue con el fin de visitar los proyectos que nuestra ONG desarrolla en este país. Concretamente estuvimos en la región de Matabelelandia, una de las zonas más pobres del país que se ve especialmente afectada por la sequía y el hambre.

No puede entenderse la envergadura del problema sin repasar los datos: en el mundo hay 794 millones de personas (una de cada nueve) que sufren hambre crónica. La malnutrición causa casi la mitad (el 45%) de las muertes de niños menores de 5 años que se podrían evitar, esto es acaba con la vida de 2,8 millones de niños cada año.

Hoy hablamos de Zimbabue, uno de los países más pobres del mundo, que ocupa el puesto 155º en el índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas. Un país en el que, mires donde mires, hay muchas cosas por hacer, familias a las que ayudar y niños que nos necesitan.

Ahora el desastre provocado por El Niño pone en riesgo las vidas de millones de mujeres, hombres y niños, ya muy vulnerables antes del desastre. El este y sur de África se ven particularmente afectados por este fenómeno y solo en estas dos regiones, UNICEF estima que hay más de 11 millones de niños damnificados.

La alimentación de la familia depende de lo que produzca su pequeño trozo de tierra

Y ahí se encuentra Zimbabue, nuestro destino. Cuando viajas allí y conoces a las personas que hay detrás de esos números, simplemente no puedes mirar hacia otro lado. La necesidad de actuar surge de forma imperiosa.

Una de las experiencias que más nos marcó fue conocer a la familia Tshuma y a una de sus hijas. Energy, una niña con necesidades especiales, se encuentra dentro del programa de apadrinamiento de Word Visión. Los Tshuma viven en una de las zonas más secas de Zimbabue, que además sufre severas sequías desde hace varios años.

Singazi, la madre de Energy, se ocupa de sus seis hijos y de su propia madre, que vive con ellos. La cabeza de familia lo hace lo mejor que puede con los pocos recursos de los que dispone, pero sencillamente no tiene comida suficiente para alimentar a su familia.

La familia Tshuma, como muchas otras en Zimbabue, no tiene acceso a un punto de agua cercano, por lo que debe recorrer largas distancia para conseguirla. Y además, esta no siempre es potable, por lo que hay un riesgo para la salud.

La alimentación de toda la familia depende de lo poco que produzca el escaso trozo de tierra que poseen y que labran a mano, ya que no tienen herramientas ni animales. Así que la falta de lluvias y, por supuesto, la ausencia total de sistemas de riego, hacen que la cosecha obtenida no les alcance siquiera para comer. Para Singazi, no poder aliviar el hambre y la sed de sus hijos es una pesada carga que la empuja a una lucha permanente. Lamentablemente, se encuentra sin recursos para poder salir de esta situación.

El bienestar de los niños, en juego

Es evidente que la escasez de alimentos en Zimbabue provocará un aumento de la desnutrición. Pero además enfrentará a los niños a mayores peligros, porque podrán ser obligados a abandonar la escuela o ser enviados a trabajar para conseguir algo de comida. La falta de comida puede provocar un aumento de los casos de trabajo infantil, deserción escolar, violencia sexual y matrimonios en edades tempranas.

Después de estar allí y conocer decenas de historias de niños que necesitan ayuda tengo claro que necesitan soluciones a corto plazo, como la entrega de alimentación terapéutica y suplementaria a mujeres embarazadas y niños menores de 5 años, principalmente. Sin embargo, y dado que la escasez de alimentos se repite cada año en la región, debemos preparar a las comunidades ante esta situación para hacerlas fuertes y resilientes frente a este tipo de emergencias.

Es necesario dar más importancia a los programas de ayuda y rehabilitación a medio y largo plazo porque permite a las familias asegurar que podrán soportar las consecuencias de la falta de lluvia. Con este objetivo, la Fundación World Vision trabaja en programas de agricultura sostenibles promoviendo la siembra de cultivos alternativos, instalando sistemas de irrigación o facilitando los bancos de cereales y mejorando los silos existentes. También hay iniciativas destinadas a mejorar la eficiencia del uso del agua y promover la captación de agua de lluvia. Pequeños —o grandes— cambios que suponen que una comunidad pueda afrontar una época de sequía sin poner en riesgo la vida de sus familias. Todos estos proyectos son posibles gracias al apadrinamiento.

Carolina F. Varela es colaboradora de World Vision.

Más información sobre el apadrinamiento en la web de World Vision.

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